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Francisco Rodríguez
Hice ayer un ejercicio divertido. Le pregunté a Google: “¿qué haría usted con un millón de dólares?”. La máquina me devolvió, en 0.27 segundos, 1 millón 280 mil resultados. Revisé algunos. Y en la mayoría las respuestas iban dirigidas, en ese orden, a procurar el bienestar familiar y, luego, el personal: compra de una casa, de un par de vehículos, instalación de un negocio, inversión bancaria, viajes a buenos hoteles, comidas en los mejores restaurantes.
Un sueño que, creo, todos hemos tenido alguna vez. Incluido Carlos Slim, claro, quien definitivamente no nació entre pañales de seda ni, mucho menos, con un millón de billetes verdes esperándolo. Y mire usted ahora…
El caso es que hoy en México cada mexicano tendría mucho, muchísimo dinero, de ser ciertas las cifras que el “delfín” Cordero dio a conocer hace un par de días: 130 mil millones de dólares en las reservas del Banco de México. Más una línea de crédito por otros 70 mil millones que en total hacen la bonita suma de 200 mil millones de dólares.
Como la hormiguita de la fábula, la hasta ahora fallida Administración de Felipe Calderón se ha aprovisionado para hacer frente a los tiempos difíciles que se avecinan… así y para ello haya dejado de atender necesidades ingentes de la población, cual lo evidencian el desmesurado crecimiento de la indigencia, la creciente insalubridad, la bajísima inversión en materia educativa y un largo etcétera.
Esa, empero, es otra historia: La de los subejercicios presupuestales, la del regateo de recursos federales a las entidades, la de los “guardaditos” para la propaganda y las campañas electorales.
La que hoy ya estamos viviendo, producto de la amenaza de recesión mundial, amerita preguntar, ya no a Google sino al propio señor Calderón ¿qué va a hacer con esos 200 mil millones de dólares, teóricamente propiedad de todos los mexicanos?
¿Continuarán debajo del colchón? ¿Invertidos en el extranjero, como me imagino los tenía sudando el sudoroso Guillermo Ortiz y, ahora, engordando el robusto Agustín Carstens? ¿Para qué, si aquí hay necesidades que no’más no se atienden?
¿Qué va a hacer, señor Calderón, con esos 200 mil millones de dólares, cuando desde todos los puntos de la geografía política le están demandando que active el mercado interno?
¿Nos recetará un discurso?
Como se escribía en grafitis en el ya lejano París de 1968, “hay que llevar a la imaginación al poder”, y es momento ya de que Calderón, un subproducto de esa generación, lo ponga en práctica.
¿Qué tal si, para en serio reactivar el mercado interno, destinara unos 10 mil millones de dólares a un “bono educativo”? Entregar recursos en metálico a los padres de familia por cada uno de los hijos inscritos en un plantel escolar –desde maternal hasta licenciatura–, para que éstos puedan hacer frente a los onerosos gastos que implica el anual regreso a clases.
¿O un “bono al crédito”? Sí, otros 10 mil millones de dólares –de los 190 que nos restarían–, para que los usuarios de crédito al consumo hicieran frente a, cuando menos, el pago de los usureros intereses que cobran los bancos europeos y norteamericanos –de EU y Canadá– y que, hasta hoy, han servido para solucionar los problemas financieros de España y Gran Bretaña.
¿Populismo? Nada de eso. Se trataría de devolver a la sociedad lo que esta misma ha producido, porque ni modo que ahora nos arguyan que tales cantidades son producto del esfuerzo de los grillos y políticos que no’más no se emplean en las tareas que les corresponden.
También, por supuesto, de poner directamente en el bolsillo de los mexicanos el dinero que teóricamente –200 mil millones de dólares– tenemos en el Banco de México.
¿Cuánto se “sacrificaría”? Pues apenas 20 mil millones de dólares. La décima parte de lo que el señor Cordero dice tener dispuesto para hacer frente a la crisis que ya tenemos encima.
Ojala el señor Calderón sea imaginativo. Ojala y de verdad quiera que su partido gane las elecciones federales del año próximo.
Porque si nos sale con la batea de babas del 2008, ¿se acuerda?, de prometer rebajas en el precio de las mermeladas y las bolsitas de te, o de dar un bono de 15 mil pesos a quienes cambiaran su carcacha por un último modelo…
¿Qué haría usted, pues, con un millón de dólares? ¿Y con 200 mil?
Índice Flamígero: Cuentan que en su cumpleaños, Enrique Peña Nieto recibió, entre otros objetos, un bellísimo reloj de pulso. Preguntó a quien se lo obsequiaba por el costo de esa joya. Doscientos cincuenta mil dólares, fue la respuesta. A lo que el festejado habría respondido: “Lo vamos a rifar. Hace falta ese dinero para construir una escuela en…”. ¿Generoso populismo? ¿O ya tenía otro igual?
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