Hoy es fácil constatar que en la argentina Casa Rosada hay más pantalones que en Los Pinos mexicanos. También más corazón y más cerebro. Su inquilina, la señora Cristina Fernández se ha plantado frente al gobierno estadounidense con muchas más agallas que las mostradas por el señor Felipe Calderón ante el operativo “Rápido y Furioso” a través del cual los gringos han introducido deliberadamente armas para los cárteles de la droga mexicanos.
En Buenos Aires han hecho valer las leyes y la soberanía argentina, ante la introducción ilegal de drogas y armas camufladas en un enorme aparato de la Fuerza Aérea estadounidense. Y todo porque la Aduana del país austral hizo su trabajo. Su Cancillería, posteriormente, también.
Los hechos ocurrieron el reciente 10 de febrero, al aterrizar en Ezeiza un avión con elementos que impartirían un curso antiterrorista a militares argentinos. En cumplimiento de su labor fueron incautados “cerca de mil pies cúbicos de material no declarado, entre los cuales una valija en la que encontraron equipos de transmisión, mochilas militares, medicamentos, que según los funcionarios estaban vencidos, pen drives, drogas estupefacientes y narcóticas y estimulantes del sistema nervioso”, según público Página 12.
El gobierno argentino –contra el cual “el diplomático” Felipe Calderón también rompió lanzas, en las oscuras semanas de la fiebre porcina– actuó tal cual debe hacerlo un gobierno. Hizo funcionar sus aduanas. También a su Cancillería, misma que hizo los reclamos a Washington en los plazos, el tono, y la firmezas necesarias.
El Ministerio de Relaciones Exteriores, que conduce Héctor Timerman, apuntó que en el avión también se”había intentado ingresar al país material para interceptar comunicaciones, varios GPS de una sofisticación reveladora de su potencia, elementos tecnológicos conteniendo códigos caratulados como secretos, así como un baúl completo con drogas medicinales vencidas”.
Y aquí, nada que no sean lloriqueos, lamentos y berrinches muy pueriles.
Porque, para empezar, se quejan Calderón y sus colaboradores en la fallida Administración sobre las armas que en Estados Unidos se venden a los cárteles y a otros grupos que subvierten el orden, pero nada hacen para hacer funcionar las aduanas mexicanas –sobre todo las de la frontera sur, por donde más ingresan estos artículos prohibidos–, muchas de las cuales, de plano, ya están en manos de las propias organizaciones delincuenciales.
Pero antes que sellar nuestras fronteras para impedir que ingresen armas –y, por supuesto, precursores de drogas que se adquieren en el extranjero–, la fallida Administración opta por endilgar la culpabilidad a otros, antes que aceptar su responsabilidad. Si hay armas, es porque EU las vende, no porque se haya permitido su libérrimo ingreso al país. El culpable es EU, pues, no la ineficiencia y corrupción de los panistas que hoy nos mal administran.
Eso, por cuanto hace a los lloriqueos que, otra vez, la comitiva de bien pagados funcionarios mexicanos fue a hacer oír en Washington.
Pero, ¿cuál ha sido la reacción de esos mismos personajes ante el ya muy publicitado “Rápido y Furioso” en el que la ATF estadounidense nos usó a los mexicanos cual conejillos de indias? ¿Por qué no funcionaron las aduanas mexicanas que, como ejemplo, los argentinos sí operan efectivamente en el aeropuerto de Ezeiza?
¿Será porque, contra lo que se dice, Calderón o el policía García Luna –si no es que hasta los secretarios de la Defensa o de la Marina Armada–, sí estaban enterados de que el Departamento de Justicia de EU, a través de su ATF, haría de los mexicanos simples ratas de laboratorio?
¿Por eso Calderón no protesta con la energía, el tono y la precisión que este evento merece?
¿Es cómplice? ¿O nada más carencia de esa prenda de vestir para cubrir las extremidades inferiores, la misma que la señora Fernández tiene bien puesta en Argentina?
Hoy, Los Pinos, es una residencia más rosa, que la propia Casa Rosada, ¿o no?
Índice Flamígero: Le reclaman empresarios medianos y pequeños a Calderón que el IMSS y el ISSSTE no paguen sus facturas pendientes, por más de mil millones de pesos con los que estos mini-negocios están financiando a la fallida y muy rica Administración. Calderón se irrita. Interrumpe al reclamante. Personaliza la queja. Le reviran que afecta a toda la industria. Se muestra extrañado. Que los subejercicios son muy penalizados. El reclamante insiste. Y el ocupante de Los Pinos corta de tajo: “Gracias, gracias, está bien con eso”… Luego se las cobra con el ocupante de la secretaría de Economía, Bruno Ferrari, a quien reclama que esté pendiente de la pantalla de su BlackBerry. Cada día, peor.
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