PLAZA PÚBLICA
Miguel Ángel Granados ChapaEl ánimo del presidente Calderón ha oscilado entre el filopriismo y el antipriismo. En este momento, según lo reveló su discurso del sábado ante el Consejo Nacional del PAN, prevalece la segunda inclinación. Desnuda su expresión sobre las candidaturas panistas, y aplicada a la presidencial que ha de resolverse en los próximos meses (la suya se concretó en octubre del año previo a la elección constitucional), se sintetiza en que hay que oponer al PRI una candidatura poderosa aunque quien la encarne no sea panista.
Las candidaturas externas no son extrañas al PAN. De hecho sólo en la tercera contienda presidencial en que participó lo hizo con un militante del partido, Efraín González Luna. A partir de allí no se insinuó siquiera la posibilidad de que el aspirante al que ese partido postulara no proviniera de sus filas. El PAN se ha tenido a sí mismo como autosuficiente desde hace seis décadas. Suponer que ha habido una declinación en las calidades de los militantes como para echar mano de un político ajeno al partido para que lo abandere en el 2012 significa un desdén hacia el panismo, que es propio del presente emocional de Calderón, caracterizado por la propensión a impacientarse y aun irritarse de súbito, por encima del promedio en que su personalidad muestra su mecha corta.
Se comprende que el PAN haya resuelto apoyar una candidatura ajena en 1940. Cuando se efectuaron las elecciones para el relevo del general Lázaro Cárdenas, el partido fundado por Manuel Gómez Morin y González Luna tenía apenas unos meses de nacido. De suerte que fue un acto sensato de su asamblea nacional no echarlo a correr cuando apenas aprendía a caminar. Por ello se adhirió a la candidatura del general Juan Andrew Almazán, vértice en que convergieron todos los juicios y los prejuicios anticardenistas.
Seis años después, ya con la experiencia de participación directa en elecciones legislativas federales, el PAN resolvió ofrecer la candidatura presidencial a Luis Cabrera, el brillantísimo opositor a la dictadura de Díaz (sus "Cargos concretos" de 1909 y 1910 son hoy todavía un ejemplo de periodismo de opinión basado en datos irrefutables), que conoció el haz y el envés de ser carrancista (secretario de Hacienda de don Venustiano) y se apartó de la línea del aguaprietismo triunfante. Contrario también a la política popular de Cárdenas (escribió La Revolución de entonces y la de ahora, en los albores de ese sexenio), se enorgulleció de que el PAN, dirigido todavía por Gómez Morin quisiera postularlo. Dijo que era la máxima distinción de su vida, pero la rechazó.
A partir de 1952 el PAN lanzó a la Presidencia sólo candidaturas oriundas. Varias veces recayeron en quienes habían dirigido, o encabezarían después, el propio partido, signo de su identificación con sus prácticas y principios. Ése fue el caso de José González Torres, Efraín González Morfín, Pablo Emilio Madero y Felipe Calderón. La candidatura presidencial de Luis H. Álvarez, Manuel J. Clouthier y Vicente Fox fue la culminación de breves carreras en el partido, pues lo representaron en contiendas por la gubernatura de sus estados (Chihuahua, Sinaloa y Guanajuato). Cada uno de ellos tenía poco tiempo de militancia cuando hicieron campaña en pos de la Presidencia de la República, pero tenían alguna. No llegaron de fuera.
La mayor parte de los precandidatos que ahora, con mayor o menor franqueza, figuran en el elenco de presidenciales panistas son recién llegados. El decano entre todos ellos es el gobernador Emilio González Márquez, que se trocó panista en 1992, casi simultáneamente que su homólogo de Guanajuato, Juan Manuel Oliva. Santiago Creel fue diputado federal en 1997 sin pertenecer al partido, al que se afilió poco después. Ése es también el año de ingreso del gobernador de Morelos, Marco Antonio Adame Castillo. Más reciente es el caso de Josefina Vázquez Mota, elegida diputada tres años después, sin pertenecer al partido, al que se adhirió ya siendo secretaria de Desarrollo Social.
Los miembros del gabinete que figuran en el elenco de presidenciables son panistas de cuño reciente, apenas la década reciente. Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Javier Lozano (si es que su patrocinio a PC Capital no lo deja fuera de la contienda interna) ingresaron hace apenas un lustro, o poco menos. El caso de Heriberto Félix Guerra, secretario de Desarrollo Social, merece atención aparte porque, no siendo formalmente miembro del PAN, tampoco es una figura ajena al partido. Podría ser el candidato externo en que pensaba Calderón cuando el sábado echó ese balde de agua fría a los aspirantes presidenciales que cuentan con credencial partidaria.
Casado con Lorena Clouthier Carrillo, hija de Maquío y hermana del actual diputado federal tocayo de su padre, ese parentesco no le estorbó para ser funcionario del gobernador priista Juan S(igfrido) Millán. A la inversa, esa participación no fue obstáculo para que en 2004 el PAN, al que no está afiliado, lo hiciera candidato a gobernador. Resultó vencido por estrecho margen por la maquinaria priista que llevó al gobierno a Jesús Aguilar Padilla. Y el mismo PAN lo postuló a la senaduría en 2006, enfrentado a Francisco Labastida, que también lo derrotó, si bien llegó a Xicoténcatl por un breve lapso, antes de ser subsecretario de pequeña y mediana industria en Economía, paso previo a su ascenso al primer nivel del gobierno, ocurrido en diciembre de 2009.
Lozano tuvo también experiencia electoral, pero como priista. Y perdió.
Cajón de Sastre
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