jueves, 9 de diciembre de 2010

Los años perdidos




Alfonso Zárate
Los Madero de San Juan

09 diciembre 2010

Los maderos de San Juan piden PAN, se les dan, piden queso y les dan un “hueso”…

El senador Gustavo Madero, a quien caracteriza, según dicen sus malquerientes, “una enorme capacidad de sumisión”, es ya el nuevo jefe nacional del Partido Acción Nacional.

Su competidor más serio, el joven diputado Roberto Gil, con apenas dos años de militancia, mostró músculo en la primera ronda: obtuvo 122 votos, apenas siete menos que Madero, quien obtuvo 129 sufragios, pero al final se quedó con un palmo de narices. Si, como se dice, acordó su declinación a cambio de diecisiete posiciones para sus adeptos, no las obtuvo, lo chamaquearon. La irrupción de Gil en la disputa por la jefatura nacional del PAN, surgió después de la negativa de Madero a pactar con Patricia Flores Elizondo, su apoyo a cambio de posiciones; la respuesta de la ex jefa de la Oficina de la Presidencia habría sido “inventar” la candidatura de Gil. Por poco le sale.

Pero Madero llega en un momento difícil y de contradicciones para su partido. Por un lado, en pleno festejo del Centenario del inicio de la Revolución a la que llamó su tío abuelo, don Francisco I. Madero; por el otro, cuando el presunto partido en el poder tiene poco que presumir. En las elecciones federales y locales del año pasado sufrió una pérdida significativa que lo llevó a la condición de segunda fuerza en la Cámara de Diputados, y a perder importantes municipios que parecían escriturados para Acción Nacional, sobre todo en el llamado “corredor azul”. Por si no fuera suficiente, a diferencia del pasado reciente, este proceso de renovación de la dirigencia nacional deja ver que el poder del primer panista del país ha empezado a declinar.

Gustavo Madero es el cuarto presidente del PAN en los cuatro años de gobierno del presidente Felipe Calderón. Primero fue Manuel Espino, autodefinido como “peleonero y cabrón”, quien jugó a las vencidas con el presidente Calderón, y cuya expulsión del partido le impidió participar en la sesión del consejo; luego siguió Germán Martínez, “muchachito pendenciero”, lo llamó Beatriz Paredes, que llevaba el sello de la casa presidencial, pero entregó muy malas cuentas, y después vino César Nava, el de Patylú, el de los escándalos de faldas, el comprador de gangas, el de aquel repentino enriquecimiento.

Comparado con Gustavo Madero, Roberto Gil parecía portar la renovación, una actitud de mayor vigor que podría sacudir el letargo de su partido. Pero, al parecer, le afectó “el beso del diablo” (en este caso, la diabla), y entonces, cuando al PAN le hacía falta un guerrero, organizador y creativo, los consejeros optaron por un político de bajo perfil, como el de otro ex presidente del Partido, Luis Felipe Bravo Mena, o el del otro Madero, Pablo Emilio, quien sustituyó a Abel Vicencio Tovar en 1984, y quien representó la consolidación de esa corriente, muy próxima a los grupos empresariales regiomontanos, a la que se llamó “neopanista”.

La integración del Comité Ejecutivo es, esencialmente, calderonista, pero incluye a muchos cuadros identificados con distintos grupos: once al menos, como Cecilia Romero, Juan Manuel Oliva, Marco Antonio Adame, Fernando Torres, representan posturas ultra conservadoras. Otros grupos representados son los del senador Santiago Creel, que ha dicho con claridad que buscará la candidatura presidencial. Próximos a Creel son, al menos cinco, entre ellos: Juan José Rodríguez Prats, Marko A. Cortés y Beatriz Zavala, y otros cinco del diputado Francisco Ramírez Acuña.

Mal y de malas Acción Nacional. Le tocará a Madero dirigir al partido en las elecciones locales del año próximo, en las que la disputa por el Estado de México será crucial, y donde el PAN no tiene figuras con peso político para dar la batalla y cada vez se complica más la coalición con el PRD; luego vendrán las federales de 2012, en las cuales, según ha dicho el presidente Calderón, si no le crecen los enanos, Acción Nacional podría ir con un candidato externo, de la sociedad civil. Algunos se imaginan que podría ser un psiquiatra, con barba cuidadosamente afeitada y con una trayectoria que combina la academia con la política, un candidato que, por cierto, podría sumar al PRD.

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