viernes, 24 de diciembre de 2010

La CIDH y los campesinos ecologistas


Jimena Camacho
El Universal

Rodolfo Montiel Flores (ranchería La Soledad de la Palma, municipio de Petatlán, Guerrero, 1955) seguramente sintió en estos días que el pecho se le hizo muy grande. Tal vez hasta lloró. No es para menos. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió esta semana una sentencia a su favor que condena al Estado mexicano como responsable de violar el derecho a la libertad e integridad personal, por tratos crueles, inhumanos y degradantes por parte del Ejército, al tiempo que lo obliga a indemnizar a Rodolfo y a Teodoro Cabrera por los daños físicos y psicológicos que han padecido desde su detención ilegal y tortura, allá el 2 de mayo de 1999.

Cuando Rodolfo fundó en 1998 -los campesinos ecologistas ya daban pelea desde 1996- con otros campesinos guerrerenses la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán (OCESP) se destruían 1 millón 127 mil hectáreas de bosques, selvas y manglares en nuestro país. Llegaron a ser 104 campesinos que por todos los medios a su alcance lucharon contra la maderera estadounidense Boise Cascade, arribada al estado en 1995: cartas y denuncias a la Profepa, a la Semarnat, e incluso al mismo Ejército pidiendo árboles para reforestar la sierra, interponiendo su cuerpo a los camiones que llevaban los árboles cortados.

La OCESP triunfó, si bien a un precio alto que ahora la CIDH dignifica: en 1998 la maderera salió huyendo del país argumentando condiciones de negocio difíciles; menos de un año después Rodolfo y Teodoro fueron detenidos sin orden, incomunicados, torturados y forzados a declararse culpables de portar armas de uso exclusivo del Ejército, sembrar y cosechar mariguana, además de tener vínculos con el EPR, cargos por los que fueron condenados a más de seis y 10 años de prisión, respectivamente.

La maderera ya había sido expulsada entonces de Canadá y Estados Unidos. Recuerdo cuando Rodolfo, todavía recluido en el Cereso de Iguala, me dijo: "Oye, la sacaron de Estados Unidos, de Canadá... y de Guerrero", con una sonrisa que no ocultaba su profundo orgullo.

La sierra de Petatlán, la sierra de Rodolfo y sus compañeros, perdió entre 1992 y 2000 el 40% de sus bosques. La situación no ha mejorado en los últimos años en el país. Al contrario. La condena al Estado mexicano ocurre luego de que éste ha probado durante más de 11 años su ineficacia y desidia para reconocer la inocencia de los campesinos, juzgar y condenar a los responsables de las diversas violaciones de derechos humanos cometidas en el caso y a reparar el daño.

Felipe Calderón dijo en un acto previo a la inauguración de la COP-16 que México es ejemplar en cuanto al cuidado del medio ambiente y que nuestro país no iba a esperar "a ver a qué hora" se ponían de acuerdo los países más ricos para detener el cambio climático.

Bueno, Felipe Calderón tiene desde el lunes pasado la inmensa oportunidad de demostrar al mundo que lo que dijo es cierto.

Debe acatar cabalmente, sin menoscabo alguno, la sentencia de la CIDH, en primer lugar porque es una sentencia inapelable de un organismo internacional y porque Rodolfo se lo merece, pero también por lo que Rodolfo representa: a todos los defensores de los recursos naturales de nuestro país, un país cada vez menos megadiverso.

La mayoría de estos defensores han padecido, al menos, distintas formas de acoso, cuando no torturas -como el propio Rodolfo y Teodoro- e incluso la muerte. Con el caso de Rodolfo, una vela de esperanza se ha encendido en este país.


Periodista


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