Es una verdadera exageración afirmar, como lo hacen Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda en un artículo en The Washington Post, que California es la clave para “terminar” la guerra contra las drogas en México, si el 2 de noviembre los ciudadanos de ese estado votan por la propuesta 19 para legalizar la marihuana.
Aún suponiendo que el llamado Golden State aprobara la iniciativa que autoriza la producción, venta y consumo de marihuana, no hay garantía de que se ponga en práctica en lo inmediato como para incidir en la urgente realidad mexicana.
Si bien por ahora las encuestas favorecen la legalización (47 contra 43%), su aprobacióndista de ser un hecho. El patrón histórico de votaciones de propuestas similares en Californiasugiere que el respaldo baja a medida que se aproxima la elección. California no sólo es sede de consagrados activistas promarihuana, sino de influyentes políticos liberales que se oponen a ella, como la senadora demócrata Dianne Feinstein, y el procurador y ex gobernador demócrata Jerry Brown.
Lo que Aguilar y Castañeda no dicen es que aún cuando los californianos optaran por la legalización, bajo las leyes federales la marihuana seguirá siendo ilegal. Y, como lo acabamos de ver con la ley antiinmigrante de Arizona, las legislaciones estatales llegan tan lejos como se los permiten los poderes federales. En año y medio, la administración Obama ha endurecido su posición contra la legalización, como lo acaba de comprobar la visita a México del zar antidrogas de la Casa Blanca, Gil Kerlikowke. De ahí que, de aprobarse la iniciativa californiana, lo más probable es que enfrente una cadena interminable de demandas legales en los tribunales que pospongan indefinidamente su entrada en vigor.
No sólo eso. La administración Obama tiene fuertes intereses de política exterior que querrá proteger. Permitir la venta de cannabis con fines recreativos en el estado económico y políticamente más poderoso de la Unión Americana, es incompatible con la estrategia de guerra frontal contra las drogas en la que, no obstante su probada obsolescencia, Washington sigue invirtiendo miles de millones de dólares en México y Colombia.
Más tardó Juan Manuel Santos en asumir la Presidencia colombiana, que en mandarle decir a Barack Obama que será difícil explicarle a los campesinos de su país que sus cultivos son ilegales, cuando en EU es legal consumir marihuana.
Aguilar y Castañeda argumentan que la legalización de la marihuana “hará desaparecer” gran parte de los ingresos de los cárteles y liberará recursos humanos y financieros para combatir secuestros y extorsiones. Sin embargo, análisis científicos rigurosos, realizados al margen de la propaganda política o de agendas preconcebidas, concluyen que no es posible predecir el impacto económico y social que tendrá la legalización de la marihuana en California o México.
SOLUCIÓN DE LARGO PLAZO
En cuanto a qué puede hacer EU para “ayudar” a México, cabe destacar un estudio reciente del catedrático Peter Reuter, de la Universidad de Maryland, titulado precisamente “¿Cómo la política doméstica antidrogas de EU puede ayudar a México?”. Publicado por el Wilson Center, el análisis de Reuter aborda el profundo impacto potencial que tendría si EU redujera significativamente su consumo de drogas. “Si el mercado (ilegal de drogas) de EU desapareciera –dice Reuter– el problema en México disminuiría dramáticamente”.
Sin embargo, el especialista considera remota la posibilidad de que el consumo en EU baje en el futuro cercano. En los próximos cinco años, admite, la reducción de la demanda será tan modesta que sus efectos difícilmente se sentirán en México. La evidencia empírica muestra que la procuración de justicia, la prevención y el tratamiento no producen grandes resultados en el corto plazo.
Conclusión: la respuesta más sensata al problema del narcotráfico en México está en la reducción drástica y duradera de la demanda en EU. Pero, como observa Eric Olson, asesor del Instituto México del Wilson Center, es más fácil decirlo que hacerlo. Las soluciones verdaderas a las grandes problemáticas nacionales no se improvisan o se dan de la noche a la mañana con supuestos antídotos mágicos como la legalización.
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