La fantasía política, la ficción literaria, la nota o el comentario periodístico que vuela por él mismo hasta alcanzar alturas insospechadas -que elija el lector-, se inició con una llamada: Lee la nota de Ricardo Ravelo, me advirtieron el domingo temprano. Podrás constatar que está muy cerca de la verdad, porque sí es cierto que la DEA seguía los pasos a Édgar Valdez Villarreal, pero no para detenerlo, sino para protegerlo, como te lo explicamos desde tu nota de diciembre pasado. Valdez Villarreal es un infiltrado de la DEA para conocer los pormenores del cártel de Arturo Beltrán Leyva y estar cerca, si podía conseguirlo, de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
De inmediato recuperé mi nota del 27 de diciembre último, subida a Internet en este portal. El segundo y tercer párrafos fueron los que motivaron que en su momento me invitaran a conversar. Los transcribo: “Quizá también Ramón Ayala y Los Bravos del Norte y Los Cadetes de Linares, ya arraigados, puedan arrojar luz sobre la verdad de lo ocurrido en el operativo realizado en Tepoztlán, Morelos, del que Edgar Valdez Villarreal La Barbie salió bien librado, pero cuyo resultado fue el acceso a la casa de seguridad de Marcos Arturo Beltrán Leyva.
“Dadas las condiciones de seguridad con las que se mueven y protegen los barones de la droga, Joaquín El Chapo Guzmán Loera debe tener insomnio y, con toda seguridad, se está preguntando quién entregó a su competidor y cuándo le tocará a él, porque subir la imagen de ese cadáver a la red se hizo con la intención de amedrentar a unos y avisar a otro o a otros que son los próximos, pues por ello ya se deshace en declaraciones el embajador Carlos Pascual, entusiasmado porque lo que sucede entre nosotros, entre la sociedad que la brinda hospitalidad, no ocurre en su país, donde todavía se puede caminar sin sentir el hálito de la muerte, del secuestro, de la extorsión que llega por la espalda”.
Lo que me contaron en diciembre pasado sólo me sirvió para dejar registrada esa información en mis cuadernos de notas, como posible detonador para una novela, para ficcionar, pero ni remotamente pensé que fuese parte de la realidad. Hoy empiezo a dudarlo, porque efectivamente Valdez Villarreal se escapó por los pelos del operativo efectuado en Tepoztlán, Morelos, o quizá porque fue bien encaminado para dejar su denuncia y seguir operando como infiltrado de la DEA. La otra opción es que alguien de su nómina le haya avisado con la antelación suficiente para poner pies en polvorosa.
El mismo domingo me insistieron en tomar un café, pero acudí a la cita hasta ayer, porque era necesario meditar entre las posibles analogías que pudieran establecerse con el caso Enrique “Kiki” Camarena Salazar, quien terminó por ingresar a la nómina de Rafael Caro Quintero, por lo que de acuerdo a las fuentes de la época, la misma DEA ordenó a James Ayala y Tony Kuykendall que dispusieran de la vida de ese agente corrupto, de tal manera que pudiera implicarse a los barones de la droga mexicanos y a los corruptos funcionarios públicos de ese momento en el crimen, a efecto de que fuese la propia DEA la que recuperase el control del trasiego de estupefacientes hacia Estados Unidos.
Naturalmente lo contrario puede ser cierto, y efectivamente fueron Rafael Caro Quintero, Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca Álvarez quienes ejecutaron a Camarena Salazar, pero si así hubiese sido quizá los estadounidenses sí habrían logrado la extradición, para saldar deudas del género de las que no se perdonan. El ex embajador John Gavin debe saber bien qué fue lo que en realidad ocurrió, como del episodio de hoy, debe estar perfectamente informado don Carlos Pascual.
Pero, como dijera Ricardo Garibay, el “Kiki” Camarena ya está muerto, no importa, vamos adelante, a lo de hoy. Así pues, con los oídos abiertos y la mirada atenta, dejo que me expliquen lo que parece guión de película o argumento de novela negra, en el que la nacionalidad, formación y características de Édgar Valdez Villarreal lo hicieron candidato para que fuese entrenado por la DEA con el propósito de infiltrarlo en los cárteles mexicanos, con la idea de que no le ocurriera lo que a Camarena Salazar.
Luego, comedidamente desean, intentan convencerme, a pesar del arraigo de 40 días, o precisamente por el arraigo como escudo protector, de que la detención de Valdez Villarreal fue estrictamente una operación de rescate, porque los sobrevivientes del cártel de los Beltrán Leyva saben que él puso a Arturo, “El Barbas”, y si bien no estaban seguros de que fuese un policía infiltrado, si sabían que necesitaban matarlo, para cobrarse la traición de que fueron objeto. Es decir, me aseguran, si no lo detienen en ese momento, lo hubieran ejecutado.
Para abundar en su teoría, en esta ficción que puede ser creíble por las implicaciones y los acuerdos que pudiesen estar establecidos entre la DEA y la Secretaría de Seguridad Pública Federal, quieren venderme la idea de que mientras Facundo Rosas lee el prontuario delictivo de Valdez Villarreal, éste pronuncia frases en voz baja, que dan cuenta de su relación con la DEA, y que un experto en lectura de labios pudiera traducir con toda claridad.
Tampoco olvidemos que las autoridades estadounidenses quieren su extradición, la que después del arraigo se concederá, aseguran mis fuentes, por lo que nada más faltan 38 días para poder saber si quienes así me lo explicaron, efectivamente están bien informados.
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