RECUERDO HOY UNA conversación con un viejo periodista ahora desaparecido, quien había estudiado a Antonin Artaud y, particularmente, sus visitas a nuestro país. Para el llamado “poeta maldito”, me decía Alfonso Maya Nava, la palabra más cercana a México era “mágico”.
Lo es también hoy para el señor Felipe Calderón quien –lo demostró esta semana– pareciera estar dispuesto a recurrir a soluciones mágicas, para “resolver” problemas que requieren de otro tipo de respuestas.
Como usted sabe, en su más reciente visita a su solar natal, el michoacano estableció que convertiría a Angangueo –población prácticamente destruida por la inclemencia de las anteriores lluvias invernales– en un Pueblo Mágico. Uno más del medio centenar que, con objetivos turísticos, hay salpicados en el territorio nacional.
Conoce usted también la respuesta de los paisanos de Calderón a él mismo. Se rehúsan a convertirse en meseros, lavaplatos y mucamas. Quieren industrias que les ofrezcan distintos tipos de empleo.
Soluciones mágicas a problemas monstruosos fueron también ofrecidas en Ciudad Juárez hace un par de días, tal vez en involuntario homenaje a Artaud, quien se zambulló –y drogó con peyote– en la civilización tarahumara.
“Toda verdadera cultura se apoya en la raza y en la sangre. La sangre india de México guarda un antiguo secreto de raza, y antes de que la raza se pierda, pienso que hay que reclamarle la fuerza de ese antiguo secreto (…). Vine a la tierra de México a buscar las bases de una cultura mágica que puede surgir todavía de las fuerza del suelo indio”, cual cita al francés el estudioso Manuel Flores en la Revista de la UNAM.
Cien días, cual mágico plazo, para solucionar los problemas de violencia (sangre, raza, fuerza) que abaten a los juarenses.
¿Cien días para convertirlo en Pueblo Mágico? ¿Para convertir sus peculiaridades en “oferta turística innovadora y original, que atienda una demanda naciente de cultura, tradiciones, aventura y deporte extremo en escenarios naturales…”, como apunta la propaganda de este Programa que la Secretaría de Turismo echó a andar en el 2002?
Juárez, ¿un pueblo mágico que “tiene atributos simbólicos, leyendas, historia, hechos trascendentes, cotidianidad, en fin magia que emana en cada una de sus manifestaciones socio – culturales, y que significan hoy día una gran oportunidad para el aprovechamiento turístico”?
Se aprovecharía, además, la vecindad con una sociedad cual la estadounidense que es de suyo belicosa.
Que la soldadesca y los cadetes acuartelados en el próximo Fort Bliss disfruten inmejorables fines de semana, cual preparativo de lo que pálidamente vivirán en Irak o Afganistán.
¿Y por qué no? ¿Por qué no convertir a todo México en un pueblo mágico para disfrute de los extranjeros?
Pintar la fachada, aunque en el interior sobreviva el desorden. ¿Eso es magia?
Peor, todavía, cuando se hace pública. Porque, dicen los enterados, la acción mágica exige para su resultado eficaz la existencia del secreto riguroso en su accionar y el desconocimiento absoluto por parte del profano de los procedimientos rituales empleados.
Falta magia de otro tipo.
La más urgente, aquella en la que el mago con su varita hace un gesto y desaparece el hambre… realiza otro pase y se acaba la injusticia… otro más y terminarán todas las guerras, incluida la que fallidamente Calderón declaró a la delincuencia.
Una magia que deseche al político que hace un gesto con el dedo ¡y desaparece al mago!
Índice Flamígero: No sólo su secretario de Gobernación. Ahora también su secretario de la Selección Nacional, Javier Aguirre lanza involuntarias críticas a la gestión de su empleador. “El Vasco”, cual motejan al titular del seleccionado del espectáculo del futbol, ha levantado polvareda por sus declaraciones a medios españoles de que, apenas se termina el contrato que firmó, Los Pinos mediante, se regresa a vivir a Europa, lejos de la inseguridad, la pobreza y la miseria en la que durante la última década los gobernantes han sumido al país. ¡Vaya con los empleados que se consigue Calderón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario