* La búsqueda del poder y el gobierno responsable son dos principios fundamentales del razonamiento de los partidos políticos. Sin embargo, estos aspectos no necesariamente van de la mano, pues en ocasiones se le tiene que dar prioridad a uno a expensas del otro. Estos principios tienen un orden de prioridad distinto para cada partido y, por lo tanto, representan distintas formas de ver la política. En este sentido, existen dos lógicas políticas: la de gobierno y la electoral.
* Históricamente, la lógica de gobierno ha prevalecido más en el Partido Revolucionario Institucional pues éste le ha dado más importancia a la responsabilidad de gobernar. El PRI tomó varias decisiones que sacrificaban puestos de elección popular para el partido, a cambio de mayor gobernabilidad en el país. Ejemplos de ello son las numerosas reformas electorales que se aprobaron durante los años de gobierno priísta. El PRI vio una válvula de escape en la introducción de la figura de “diputado de partido” (1962), en la creación del Instituto Federal Electoral (1989), en el establecimiento de la figura de senador de primera minoría (1993), en la aparición de los observadores electorales (1993), en la designación del IFE como un organismo autónomo (1996) y en la instauración del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (1996), entre otras reformas.
* Otro medio para evitar tensiones fueron las “concertacesiones”, es decir, acuerdos mediante los cuales el PAN obtenía las gubernaturas de Guanajuato y San Luis Potosí, a cambio de apoyar las reformas que Salinas de Gortari pretendía impulsar durante su segundo trienio. El PRI perdía las gubernaturas, pero conseguía el voto del PAN para las reformas salinistas. Además, esta estrategia le permitió al PRI legitimar su gobierno al mismo tiempo que mantenía el control sobre las decisiones de quien o quienes accedían al poder. Una de las condiciones del PRI para reconocer la victoria del PAN en Guanajuato fue que el gobernador no fuera Vicente Fox, sino Carlos Medina Plascencia, quien era mejor percibido por el régimen.
* En resumen, las reformas electorales y las “concertacesiones” le costaron ventajas y cargos públicos al PRI, pero contribuyeron a la gobernabilidad del país al reforzar la legitimidad de las administraciones en turno y permitir que la oposición creciera y ganara fuerza de manera paulatina sin necesidad de que ésta recurriera a alternativas que afectaran al país.
* Por su parte, el PAN no obedeció ninguna de estas lógicas en sus inicios, pues únicamente buscaba concienciar a la nación de los problemas del país. Sin embargo, el PAN cambió con el paso de los años; dejó de ser “la oposición leal” y decidió seguir la lógica electoral. Una muestra de ello es la conformación de alianzas para los comicios que se llevarán a cabo en julio de este año. El PAN planea formar coaliciones con el PRD en Oaxaca, Durango, Puebla e Hidalgo y esto, en palabras de Gómez Mont, se debe a que “… la lógica del PAN es independiente a la lógica de gobierno…” Sobra decir que el PAN y el PRD no comparten los mismos objetivos o ideales, por lo que resulta difícil de creer que estas alianzas electorales se traducirán en verdaderas alianzas de gobierno. Además, la experiencia del PRI señala que las alianzas de gobierno se consiguen a expensas de las alianzas electorales y no al revés, por lo que la duda con respecto al desempeño de esta coalición en el gobierno crece.
* Para el PAN, obedecer la lógica electoral tendrá costos, independientemente de si la coalición logra vencer a sus oponentes en las urnas o falla en el intento. Por un lado, esta lógica está generando que se cuestione el enfoque del partido; por el otro, dejará al PAN sin crédito legislativo, es decir, sin la posibilidad de contar con el apoyo del PRI en el Congreso.
* Ahora bien, la lógica electoral también tendrá otras implicaciones. En primer lugar, marca el principio del recrudecimiento de las disputas electorales. Las contiendas serán más duras y los conflictos postelectorales serán más frecuentes; en segundo, las alianzas electorales significan un riesgo para la gobernabilidad del país, y, en tercero, estas coaliciones tendrán como consecuencia la realineación de las fuerzas políticas y el surgimiento de un nuevo eje de polarización. La división Calderón-AMLO de 2006 perderá fuerza y las fuerzas políticas regresarán a la antigua división PRI y antiPRI.
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