“¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz…”, escribió Octavio Paz en el aún imprescindible Laberinto de la Soledad (1950).
Doce años después, otro literato mexicano, Carlos Fuentes, escandalizó a la ñoña sociedad sesentera con su referencia al término en La Muerte de Artemio Cruz:
“Tú la pronunciarás: es tu palabra: y tu palabra es la mía; palabra de honor: palabra de hombre: palabra de rueda: palabra de molino: imprecación, propósito saludo, proyecto de vida, filiación, recuerdo, voz de los desesperados, liberación de los pobres, orden de los poderosos, invitación a la riña y al trabajo, epígrafe del amor, signo del nacimiento, amenaza y burla, verbo testigo, compañero de la fiesta y de la borrachera, espada del valor, trono de la fuerza, colmillo de la marrullería, blasón de la raza, salvavida de los límites, resumen de la historia: santo y seña de México: tu palabra:
“—Chingue a su madre / —Hijo de la chingada / —Aquí estamos los meros chingones / —Déjate de chingaderas / —Ahoritita me lo chingo / —Ándale, chingaquedito / —No te dejes chingar / —Me chingué a esa vieja / —Chinga tú / —Chingue usted / —Chinga bien, sin ver a quién / —A chingar se ha dicho / —Le chingué mil pesos / —Chínguense aunque truenen / —Chingaderitas las mías / —Me chingó el jefe / —No me chingues el día / —Vamos todos a la chingada / —Se lo llevó la chingada / —Me chingo pero no me rajo / —Se chingaron al indio / —Nos chingaron los gachupines / —Me chingan los gringos / —Viva México, jijos de su rechingada:
“tristeza, madrugada, tostada, tiznada, guayaba, el mal dormir: hijos de la palabra. Nacidos de la chingada, muertos en la chingada, vivos por pura chingadera: vientre y mortaja, escondidos en la chingada. Ella da la cara, ella reparte la baraja, ella se juega el albur, ella arropa la reticencia y el doble juego, ella descubre la pendencia y el valor, ella embriaga, grita, sucumbe, vive en cada lecho, preside los fastos de la amistad, del odio y del poder. Nuestra palabra. Tú y yo, miembros de esa masonería: la orden de la chingada…”
Glorificada en las plumas de los mejores autores mexicanos del siglo XX, en el actual milenio –sigue habiendo ñoños-- la palabra vuelve a usarse precisamente para chingar.
Todo a partir de la grabación de unas palabras del precandidato Andrés Manuel López Obrador quien dijera que de no alcanzar el triunfo en los comicios venideros se iría a La Chingada que, quién sabe si como dicen sus voceros es una propiedad rural o, en efecto, el lugar ignoto al que nos mandan y mandamos casi casi sin cesar.
Lo que no se dice ni se pone como encabezado principal de los diarios donde publican los ñoños es que, si volvieran a escamotearle el triunfo a López Obrador, no sólo él, el país entero sí se va a ir a la chingada.
Porque, continúa Fuentes, “…eres quien eres porque supiste chingar y no te dejaste chingar; eres quien eres porque no supiste chingar y te dejaste chingar: cadena de la chingada que nos aprisiona a todos: eslabón arriba, eslabón abajo, unidos a todos los hijos de la chingada que nos precedieron y nos seguirán: heredarás la chingada desde arriba; la heredarás hacia abajo: eres hijo de los hijos de la chingada; serás padre de más hijos de la chingada: nuestra palabra, detrás de cada rostro, de cada signo, de cada leperada: pinga de la chingada, verga de la chingada, culo de la chingada: la chingada te hace los mandados, la chingada te desflema del cuaresmeño, te chingas a la chingada, la chingada te la pela, no tendrás madre, pero tendrás tu chingada: con la chingada te llevas a toda madre, es tu cuatezón, tu carnal, tu manito, tu vieja, tu peor-es-nada: la chingada: te truenas el esqueleto con la chingada; te sientes a todo dar con la chingada, te pones un pedorrales de órdago con la chingada, se te frunce el cutis con la chingada, pones los güevos por delante con la chingada: no te rajas con la chingada: te prendes a la ubre de la chingada:
“¿a dónde vas con la chingada?”
Pues si vuelve a darse el fraude, nos vamos todos a la chingada. Todos.
Índice Flamígero: Desde hace seis años a Felipe Calderón lo cuidan médicos, enfermeras. Lo curan a diario. Viaja en aviones equipados para su confort. En helicópteros. Vehículos acondicionados. Le vigilan la dieta y sólo come lo que preparan expresamente para él. Sus jornadas, dicen, son de medio día, porque ya entrada la tarde, alargada la sobremesa… y aún así se ve agotado, cansado, acabado. López Obrador, en ese lapso, le ha dado dos veces la vuelta al país. Por carreteras mal pavimentadas, a través de brechas. De vez en vez lo revisa un médico. Come con la gente, lo que generosos le invitan a compartir. Sus andanzas inician en la madrugada y terminan avanzada la noche. Es natural que esté cansado. Lo natural, empero, es presentado en cierta prensa como excepcional.
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