viernes, 6 de enero de 2012

Un 2012 ciudadano - Gilberto P. Miranda


Gilberto P. Miranda

En México, decir 2012 se ha convertido en sinónimo del anticipado cambio del Poder Ejecutivo. Ello no debería extrañar demasiado siendo que la sucesión presidencial ha sido uno de los principales motores de la historia patria desde el siglo XIX.


La trascendencia del proceso electoral que se avecina es innegable. Los ciudadanos debemos estar atentos a las diversas plataformas políticas que presentarán los candidatos para tomar una decisión con base en ideas, no a imágenes.


Sin embargo, bien valdría la pena recordar una obviedad: las elecciones no son lo único que ocurrirá en la vida pública del país.


Nuestra propuesta es sencilla: no dejemos de mirar a nuestro alrededor. Empecemos por dejar de lado una visión "mecánica" de la democracia, que reduce a los ciudadanos a participar cada tres o seis años en la formación de los gobiernos, y ampliemos la mirada hacia una concepción de lo público como aquello que nos concierne a todos en la comunidad que formamos.


El maestro Pablo González Casanova ofreció la que, a mi parecer, es la definición más sencilla y esencial de democracia: "El acceso real del pueblo al desarrollo político, social, económico y cultural. Lo demás es retórica". La inclusión es el eje de la idea: si los ciudadanos no somos el centro de la vida pública, no habrá democracia plena.


Hasta hoy, la democracia en México dista de estar consolidada. Se dice que tuvimos alternancia, pero no transición. La idea es correcta, pero hay que entenderla a profundidad: la transición democrática implica pasar de un régimen autoritario a uno democrático, no sólo en lo legal-institucional, sino también en la forma misma en que los diversos poderes existentes conviven, dirimen conflictos y construyen acuerdos, así como en el involucramiento de los ciudadanos no sólo en la conformación de los gobiernos, sino en la gestión pública.


Hoy, el sistema político mexicano continúa actuando autoritariamente bajo un discurso democrático.


Y los ciudadanos, ¿en dónde estamos en ese avance a la democracia que todos decimos desear? Al parecer, ausentes. La enorme mayoría de nosotros estamos ausentes de la vida pública. La mayoría nunca ha participado en alguna manifestación, en organizar eventos culturales o deportivos, en actividades comunitarias para construir o mejorar espacios públicos, en gestionar políticas públicas o en organizaciones sociales.

La anterior es una realidad con la que tenemos que lidiar independientemente de lo que suceda en la elección presidencial. Resulta evidente la necesidad de abordar la participación ciudadana como un tema de cultura política, es decir, de cambiar las creencias, valores y actitudes con que nos concebimos y relacionamos en los asuntos públicos.


Entonces, la lógica de la construcción de la democracia cambia: no se trata solamente de participar nombrando a nuestros representantes y esperar soluciones de arriba hacia abajo, sino de construir conciencia, organización y participación de abajo hacia arriba.


La gran mayoría de los funcionarios públicos corruptos confían en su impunidad precisamente por la pasividad del ciudadano.


Nuestro poder no está sólo en los conceptos. Es cierto que la soberanía reside en el pueblo, pero el pueblo sólo puede reclamarla si está consciente y organizado. Quejarse sentados de lo mal que están las cosas no cambia absolutamente nada.


Entendamos la participación ciudadana como la mejor vía que tenemos para contribuir al desarrollo y a la justicia que todos deseamos. El camino es largo, pero como bien decía Einstein: "Si seguimos haciendo las mismas cosas, obtendremos los mismos resultados".


Hagamos de este 2012 un año ciudadano.


El autor es presidente de Deliberación A.C. y miembro de Suma Ciudadana.

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