Día seis de enero
Por María Elena Solorzano Carbajal
Cronista de Azcapotzalco*
La adoración de los Magos. Alberto Durero, 1504.
Es cinco de enero, los niños se preparan para dormir, están muy emocionados pues después de las doce llegarán los Reyes Magos con los juguetes que pidieron por medio de una carta que ataron a un globo rojo para que se elevara por el cielo hasta donde moran los queridos monarcas.
Esta tradición se renueva cada año, es uno de los recuerdos más hermosos que conservo, me acostaba muy temprano, pero el sueño se negaba a cerrar mis ojos, mi papá se acercaba a mi cama y veía que no estaba dormida y me decía: “los reyes no vendrán mientras estés despierta”. Apretaba los ojos y por fin me quedaba dormida. A las siete de la mañana saltaba de la cama, para ver los juguetes que habían dejado junto a mi zapato. Muy contenta tomaba la muñeca para arrullarla como toda buena mamá.
Los Reyes Magos existieron realmente, según cuenta el Evangelio: "He aquí que unos magos de Oriente llegaron a Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos?... Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente, iba delante de ellos, hasta posarse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella tuvieron un gozo indecible. Entraron en la casa y encontraron al niño con María su madre, e inclinándose le adoraron. Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron oro, incienso y mirra." (Mateo 2, 1-12).
Los tres reyes representan los tres mundos conocidos en aquel entonces: Europa, Asia y África. Baltasar de piel negra, montado en un majestuoso elefante representa al continente africano; Melchor de piel bronceada sobre un camello representa a los pueblos del Mediodía; Gaspar de piel blanca montando un caballo representa a Europa. Se dice que en realidad eran sabios dedicados a la Astronomía provenientes de Babilonia o Persia. Jesús nació en Belén de Judea, cuando reinaba el Rey Herodes. La noticia sobre el nacimiento del Rey de los Judíos se extendió rápidamente y surge el temor de ser derrocado por el nuevo monarca. Unos magos venidos de lejanas tierras preguntan ¿dónde está el recién nacido, el Rey de los Judíos? venimos a adorarlo. Herodes consulta a los Escribas y envía a los reyes a la ciudad de Belén y les pide: Infórmense bien sobre ese niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo.
La estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que fue a pararse sobre el lugar donde estaba el Niño. Entraron en la casa de María y vieron a Jesús en brazos de su madre. Se hincaron, lo adoraron y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Oro para el rey, incienso para el Dios y mirra para el hombre. Un ángel les avisa en sueños que eviten a Herodes (pues él quiere matar a Jesús), entonces ellos regresan por otros caminos. El ser engañado por los Magos enfurece al rey y ordena una matanza de todos los niños menores de dos años. José tiene un sueño: Un ángel le ordena salir esa misma noche de Belén. Obedece y se dirige a Egipto, José, María y Jesús emprenden la huída dejando todo con tal de salvar al Niño de una muerte segura.
Las primeras representaciones de los Reyes Magos se encuentran en las catacumbas donde se refugiaban los primeros cristianos, después son muy frecuentes durante la Edad Media y el Renacimiento.
El seis de enero se celebra la fiesta de la Epifanía que quiere decir, entre otros significados, iluminación, milagro y recuerda cuando Jesús se presenta al mundo por medio de los Reyes Magos. Es un día de alegría, Él se ofrece al mundo para redimirlo. En los inicios de la Iglesia se celebraba con una cena y panes. Después cambiaron el pan ácimo por uno de harina blanca al que bañaban con miel y adornaban con frutas del desierto: dátiles, higos y nueces. El antecedente más antiguo de la rosca de Reyes se encuentra en Roma en los pasteles ofrendados a Jano, dios de las puertas del imperio romano, llamado también soberano de los pasteles. En el interior del pan se escondía una sorpresa para los niños. Al extenderse el cristianismo, se difunde la costumbre de celebrar la Epifanía con una cena acompañada de pan. Se cree que fue en Francia y en España donde se elaboraron roscas redondas semejantes a las que conocemos, en el interior se le colocaba un haba y quien la encontraba se coronaba rey por un día. En la Nueva España la celebración se extendió tomando características regionales, actualmente la rosca de reyes es uno de los panes más exquisitos de la panadería mexicana. La forma de la rosca es ovalada, se le agrega a la masa agua de azahar lo que le da un sabor especial, se adorna con tiras de azúcar y frutas secas: higos, cáscaras de naranja, acitrón y membrillo. En el interior se colocan varios niños, los comensales que se encuentren con un muñequito serán los padrinos del Niño Dios que será levantado el dos de febrero y festejado con una gran cena con los clásicos tamales y atole de diferentes sabores: vainilla, fresa, nuez, cajeta o el champurrado (combinación de atole y chocolate). La rosca de reyes tiene su simbolismo. La forma redonda representa el eterno amor de Dios; las frutas los placeres que apartan al hombre del Señor; el cuchillo el peligro en el que estuvo el Niño Jesús de ser asesinado; el muñeco escondido dentro del pan recuerda como María y José esconden a su hijo.
La celebración de la Epifanía se ha convertido en una hermosa tradición que reúne a la familia para convivir y degustar un espumoso chocolate con un pedazo de rosca. ¡Humm, qué deleite!
*solmalena@hotmail.com
Fuente: Cronistas DF - www.cronistasdf.org.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario