Eva Duarte de Perón y Ricardo Guzmán Guerrero poseen un rasgo póstumo que los iguala. Sus cadáveres fueron usados con fines políticos. Dramático el caso de Evita, cuyos restos mortales fueron secuestrados durante 16 años por distintos gorilatos argentinos para evitar que se convirtieran en bandera política del peronismo. Tragicómico el del alcalde de La Piedad, Michoacán, asesinado la semana anterior, pues su mortaja fue irrespetuosamente empleada por los panistas cual templete de mitin político.
Porque, ¿cuándo se había visto que la cúpula del PAN, una candidata a gobernadora –que además es hermana del ocupante de Los Pinos, lo cual no es un dato menor–, dos aspirantes blanquiazules a la Primera Magistratura, secretarios del Despacho, gobernadores y, de hecho, el panismo entero se volcara a los funerales de un alcalde asesinado?
Porque Guzmán Guerrero, lamentablemente, no fue el primero. Durante estos ya casi cinco trágicos años del calderonato han sido privados de la vida 32 presidentes municipales… 20 en lo que va de este 2011… y nunca antes se había visto tal parafernalia panista.
¡Ah!, pero este crimen se dio en los estertores de una campaña política en la que, por más recursos económicos y materiales que desde Los Pinos se envían a Michoacán, en el caso de Luisa María no’más no acaba de “prender”. Muy poco ha influido el que, por ejemplo, Ernesto Cordero haya acampado en tierras purépechas, agradecido por ser el favorito del primer panista del país para sucederlo en el cargo. Menos, la de Josefina Vázquez Mota, quien yendo y viniendo de actos de apoyo a Luisa María Calderón trata de bienquistarse con el hermano de ésta, quien por más gestos que hace… ni siquiera la tolera.
Uso del cadáver, por supuesto, también a cargo de “la primera hermana” Calderón cuando, fuera de sí, no totalmente en sus cabales, se lanzaba en contra del gobierno de Leonel Godoy para responsabilizarlo del clima de inseguridad en medio del cual fuera asesinado el munícipe de La Piedad. Una suerte de “paja en el ojo ajeno…”, cuando el mayor culpable de que la violencia se desatara y estallara en todo el país es –he ahí la viga– el propio hermano de la candidata, al lanzar al país a una guerra en contra de la delincuencia organizada sin estrategia, sin cuerpos policiacos capacitados y confiables, sin inteligencia y violando la Constitución y hasta los derechos humanos, al militarizarla.
Es condenable el uso que los panistas han dado al cadáver de Guzmán. A través de los medios alineados con el oficialismo han transmitido horas y horas de imágenes posteriores al crimen, de los funerales, de los políticamente interesados lamentos de los panistas, con la evidente intención de victimizarse.
El propio Felipe Calderón, de viaje en Francia, condenó desde allá los hechos que segaron la vida de “Ricky”, cual llamó a la víctima para subrayar la familiaridad entre ambos.
El uso del cadáver de Guzman pareciera una estrategia de campaña que se remonta en antecedentes al asesinato de Luis Donaldo Colosio, en 1994, lo que tras una intensa campaña priísta de condena a la violencia y de exhortos a cuidar la paz, redituó al sustituto Ernesto Zedillo la mayor votación que ningún aspirante presidencial del tricolor haya conseguido en toda la historia. Una reedición, también, de la ejecución del candidato tamaulipeco a la gubernatura, Rodolfo Torre Cantú, en 2010, cuyo hermano Egidio fue electo días después con una votación más que copiosa.
Hasta pareciera, repito, que el asesinato del alcalde formó parte de una estrategia de campaña.
Una campaña en la que, por cierto, son cada vez más evidentes los excesos por parte de los blanquiazules, quienes usan al erario federal y de varios estados –ahí tiene usted el caso de Puebla, cuyo gobernador envía a Michoacán no sólo operadores políticos, cual ahora llaman a los “mapaches” electorales, también ganado poblano– para favorecer las ambiciones políticas de la hermana de aquél que perdió unos comicios similares en 1995 y que, seguro, también la usa para la revancha.
De usos –condenables– y abusos –en los recursos– hablamos hoy.
Índice Flamígero: Michoacán ha aportado el 10 por ciento de los más de 50 mil muertos –y contando– que hasta la fecha suma la fallida guerra de Felipe Calderón en contra de la delincuencia organizada.
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