martes, 13 de septiembre de 2011

Los corsos de San Lázaro

Eduardo R. Huchim

De la mano de la bancada mexiquense, obviamente dominada por Enrique Peña Nieto, la Cámara de Diputados ha sido llevada al último lugar de las percepciones ciudadanas, por debajo incluso de la policía. Hoy por hoy, no existen instituciones peor calificadas que esas dos.

De acuerdo con el monitor mensual de Consulta Mitofsky sobre economía, gobierno y política, la calificación de la Cámara en agosto de este año (índice de confianza) fue de 5.0, por debajo de la policía, que alcanzó 6.1 ese mismo mes. En tanto, las tres instituciones de mayor confianza -universidades, Iglesia y Ejército- superaron en agosto los 30 puntos, seguidas por los medios de comunicación y los empresarios. Entre las de menor confianza figuran el IFE, la Corte, la Presidencia, el Senado, los sindicatos, los partidos, la policía y los diputados, en ese orden.

Dominada por el PRI, la actual LXI Legislatura de San Lázaro se ha ganado sobradamente el descrédito, al incurrir en excesos y omisiones, bajo el manto de una mal entendida autonomía convertida en impunidad. Al no existir mecanismos institucionales para someterlos a la ley y obligarlos a cumplir sus deberes, los diputados se conducen como lo hacían los poseedores de las medievales patentes de corso.

Con tal ilegítimo cobijo, estos legisladores acumulan miles de inasistencias en los periodos legislativos y frecuentemente obligan a suspender sesiones del pleno y las comisiones, como ocurrió el jueves pasado. Su flagrante incumplimiento contrasta con su sed devoradora de presupuesto y ya se aprestan a aprobar un aumento de 5.25% a sus ingresos (casi el doble que el incremento del Presidente), para fijarlos en un millón 524 mil pesos netos al año. Adicionalmente, sus bancadas disponen de miles de millones de pesos sin rendir cuentas sobre su destino, como se evidenció en la reciente VIII Semana de Transparencia organizada por el IFAI.

Es claro que en la Cámara existen personajes honorables y laboriosos. J. Cárdenas, L.I. Castillo, A. Castilla, J. Castro, Círigo, Corral, G. Cuevas, Gertz, Hinojosa, Mercado, Muñoz Ledo, J.C. Ramírez, Saracho, Solís Acero y Uranga son algunos ejemplos, pero constituyen las singularidades que contrastan con la deplorable generalidad.

Desde otro ángulo, la LXI Legislatura ha sido gravemente omisa en el nombramiento de tres consejeros del IFE y en la discusión de la minuta de la llamada reforma política que le envió el Senado y de otras reformas, algunas de contenido polémico pero que debieron ser debatidas ya. No sólo eso, también ha violentado su propia ley orgánica al dividir la presidencia de la Mesa Directiva en tres cuatrimestres, cuando la ley establece periodos anuales. ¿Y por qué en esos casos han actuado así los legisladores de San Lázaro, sobre todo los de la fracción priista?

Su conducta se explica por el factor Peña Nieto. Porque Peña Nieto desea la gobernanza por la vía de la antidemocrática "cláusula de gobernabilidad" y quiere obligar a incluirla en la reforma política. Porque Peña Nieto desea jugar con los dados cargados, como lo hizo en su estado en la reciente elección (véase el informe final de Dictamen Ciudadano en http://www.iniciativaciudadana.org.mx) y busca tener más elementos afines en el Consejo General del IFE, por lo cual pretende designar a dos de los tres consejeros pendientes. Porque Peña Nieto quiso tener -y tiene- a un diputado mexiquense en la presidencia de la Cámara, en la persona de Emilio Chuayffet.

Así, Peña Nieto -el anteprecandidato puntero- está en el origen de la anomia que prevalece en San Lázaro, ahí donde irónica y precisamente se hacen las leyes. Ahí donde el peor PRI -el autoritario, el tramposo, el antidemocrático- navega con patente de corso, o sea, con autorización "para realizar actos prohibidos a los demás", como define la Academia. No puede extrañar, entonces, que la Cámara comparta deshonores con la policía, en el Monitor Mitofsky.

Omnia

Más allá del error de Marcelo Ebrard al cesarlo por declaraciones que no hizo, Martí Batres Guadarrama es, entre los anteprecandidatos a la Jefatura de Gobierno del DF, el de más importante carrera política (sólo lo superaría Porfirio Muñoz Ledo, si compitiera): líder estudiantil, diputado local y federal, coordinador parlamentario, líder perredista y secretario de Desarrollo Social del GDF. Logre o no la candidatura, su propuesta programática de 50 puntos debería ser considerada en la plataforma electoral del PRD para la ciudad.

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