Debido al avance de la ciencia que ha conseguido prolongar el tictac del reloj biológico, Margarita Zavala es todavía una mujer fértil, por lo que ayer una amiga me preguntaba si se conocía públicamente a qué método anticonceptivo ha recurrido la cónyuge de Felipe Calderón que, como “mujer… abogada (está) convencida de que los derechos de las mujeres no anulan otros derechos (de los nonatos)”, cual declaró al treparse –como lo hizo el principal ocupante de Los Pinos– en el debate de la Corte Suprema sobre la constitucionalidad de las legislaciones de Baja California y San Luis Potosí que, como las de otras 16 entidades, criminalizan el aborto.
Y no, respondí. Esa información de la señora Zavala que está inscrita en el ámbito de lo estrictamente privado, personal, no está disponible. No se conoce y además tampoco debe ser público cómo es que la esposa del señor Calderón ha evitado embarazarse, después de haber dado a luz –familia planeada– a tres vástagos.
Porque es precisamente en el ámbito de lo privado, el de “la íntima intimidad” que decía el inolvidable priísta veracruzano Mario Vargas Saldaña, que debe permanecer una decisión de esa naturaleza.
Deben ser las mujeres, apoyadas en la medida de lo posible por sus compañeros varones, quienes decidan cómo y cuándo desean dar a luz, de acuerdo también a sus creencias per-so-na-les.
El Estado, tan anatematizado por los panistas en cuanto a su intervención o –dicen ellos—intromisión en la orientación de las actividades económicas, nada tiene que regular, siquiera opinar y mucho menos castigar, penalizando, lo que debe ser una decisión individual.
Pero, ¡bienvenidos, otra vez, al Medioevo?
Fueron las creencias per-so-na-les de quienes –“haiga sido como haiga sido”– detentan el poder las que los animaron a entrometerse, presionar y conseguir que en la Corte no haya prosperado el dictamen que consideraba inconstitucional el añadido sufrido por la Carta Magna de Baja California –el caso de SLP sigue en pendiente– de “proteger la vida desde el momento mismo de la concepción”… y, en consecuencia, considerando cual homicidio al aborto.
Nunca, como ahora, hace falta el pensamiento libérrimo del ya desaparecido Carlos Monsiváis quien, al discutirse una reforma anti-abortista en Querétaro, definió que la derecha política se atribuye la “decisión de pensar por los demás y ordenar a los demás un comportamiento… (constituyen) la usurpación organizada del libre albedrío en nombre de Dios o de la empresa y el libre mercado u otros componentes de la Trinidad, la moral y las buenas costumbres”.
Medievales, pues.
La derecha, añadía Monsiváis, es la herencia virreinal que se extiende a la “tradición de intolerancia hasta 1857″, cuando el desarrollo de las libertades, principalmente la de culto, se logra merced a las Leyes de Reforma, aunque en su enfrentamiento con el Estado se arrogó “el control de la formación de la clase dirigente” para también apropiarse de la “educación de las élites”.
La derecha, recordaba, hizo campaña contra la educación sexual en 1932, cuando el entonces secretario de Educación, Narciso Bassols, proponía incorporarla en la instrucción primaria y secundaria; mientras, la censura se volvió su “enclave más poderoso” y sirvió para negar a la sociedad “la mayoría de edad sicológica y cultural”.
Otra fortaleza de la derecha, decía Monsiváis, es el control histórico sobre las mujeres, con “la consagración del machismo en la vida social” y la culpabilización de las víctimas, que ha prevalecido hasta fechas recientes. Sin embargo, el aborto ya es “un tema más”, no un tópico prohibido, lo cual “prueba el fracaso cultural de la derecha, que no entiende las limitaciones del mero triunfo legislativo”.
El “bastión central de la derecha”, escribió, es la noción de pecado y el sentimiento de culpa, al estar contra el cine “obsceno” de los años 50 y lanzar campañas “desde los púlpitos contra Agustín Lara y Cri-Cri, o con la quema de revistas pornográficas” y el decomiso de material “pecaminoso” antes de llegar a expendios de periódicos y revistas.
Culturalmente, en efecto, la derecha está derrotada. El aborto se practica, aunque esté penalizado… lo que pone en grave riesgo la vida de las mujeres que se lo practican, por las condiciones de los sitios y de aquellos que realizan la intervención.
Culturalmente, en efecto, Calderón, su cónyuge, los panistas en general están derrotados… así y sus intromisiones y presiones hayan conseguido que la penalización del aborto sea una realidad en 18 entidades del país.
Y es que en México la ley vale una pura y dos con sal, ¿o no es así?
Índice Flamígero: Véase la proporcionalidad de los votos emitidos en la Corte. Aunque no se haya obtenido la mayoría calificada de ocho sufragios a favor del dictamen, la mayoría de los ministros –siete– se impusieron a sólo cuatro que estuvieron por la negativa. Es el reflejo mismo de la sociedad, otra vez sujeta a legislaciones retardatarias.
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