sábado, 27 de agosto de 2011

La CIA en México

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Sección: Edición Impresa, Noticias del pasado

Por Alain Pertzel

Los primeros colaboradores que tuvo esta agencia de inteligencia estadounidense fueron políticos de muy alto nivel que ayudaron a Washington en su objetivo de hacer retroceder el comunismo. Se especula que esta relación aún persiste en nuestros días.

Entre 1958 y 1969, varios presidentes de México, entre ellos Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, además del político Fernando Gutiérrez Barrios, colaboraron para la CIA en una operación conocida como LITEMPO. A cambio, la CIA promovió la carrera política de estos hombres en muchos aspectos, pagándoles cantidades exorbitantes por sus informes.

Esto lo afirma Jefferson Morley, periodista estadounidense autor de la novela Nuestro hombre en México. Winston Scott y la historia oculta de la CIA. Los documentos que confirman estos hechos fueron desclasificados en 2006 en los Archivos Nacionales en Washington. Mucha de esta información, así como otros extractos en varios medios, fue publicada en este libro a petición del propio hijo del agente, Michael Scott.

La operación LITEMPO (Li= México, TEMPO= una relación productiva y efectiva entre la CIA y selectos funcionarios mexicanos como agentes sufragados), tuvo la finalidad de intercambiar información política y relevante entre gobiernos, pagando lo que fuera para cumplir con las expectativas que entonces tenía Washington en el uso de México para hacer retroceder el comunismo y combatir la nueva amenaza en Cuba tras el levantamiento de Fidel Castro (Movimiento del 26 de Julio).

En los tiempos de la llamada Guerra Fría, Estados Unidos vio a México como un campo de batalla contra la Unión Soviética, pues el país ofreció un punto de apoyo en el hemisferio occidental para la URSS dejando que los comunistas abrieran embajadas. Winston Scott (procónsul virtual en México) tuvo acceso a todas las comunicaciones que salían de ciertos países soviéticos pagando un precio al reclutar infiltrados.

En sólo una década, varias fueron las requisiciones que indirectamente la oficialidad estadounidense hizo a México para que cooperara de manera privada con la CIA. Uno de los hechos más sobresalientes fue la fuerza con que respondió Adolfo López Mateos ante una huelga nacional de ferrocarrileros en 1959, en la que el ejército intervino por órdenes del entonces secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, arrestando a 10,000 trabajadores y encarcelando a 34 líderes sindicales. La CIA también arrestó al pintor David Alfaro Siqueiros, acusándolo de apoyar a los ferrocarrileros.

La drástica medida antecedió 9 años a la similar usada en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968 siendo ya Díaz Ordaz presidente de México y Luis Echeverría secretario de Gobernación, que desembocó en la matanza de estudiantes.

Cabecillas de LITEMPO

De acuerdo con Morley, las acciones que realizaba cada funcionario mexicano tenían un motivo bilateral a sus personales propósitos. Cerca de 15 personajes políticos tuvieron relación con la CIA, entre ellos:

Adolfo López Mateos: antes de ser presidente ya era un agente conocido como LITENSOR, un ingenioso político que se dio a conocer como secretario del Trabajo. Posterior a la Revolución cubana, López Mateos tuvo miedo de que una presión de la izquierda pudiera ocasionar algo similar en México. Para él fue muy importante asegurarle a los Estados Unidos que este tipo de situaciones no sucederían en México y que el gobierno mexicano estaría a favor de Norteamérica.

Gustavo Díaz Ordaz (LITEMPO-2): fue secretario de Gobernación y la mano derecha de López Mateos; posteriormente se convirtió en presidente del país. Siendo anticomunista, su prioridad fue colaborar incondicionalmente con los Estados Unidos. Se le atribuyen los hechos sucedidos en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.

Luis Echeverría (LITEMPO-8): manejó las solicitudes especiales del gobierno estadounidense para dar visas a viajeros cubanos que buscaban escapar de la revolución socialista de Fidel Castro. Deseoso del poder, ascendió a la Presidencia por influencia de Díaz Ordaz y por la condición de amistad que mantenía con Scott desde 1962.

Fernando Gutiérrez Barrios (LITEMPO-4): al llegar la CIA a México fungía como jefe de asuntos migratorios de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Fue el más poderoso funcionario judicial en México, promovido a secretario de Gobernación a finales de los años 60.

Según el escritor, López Mateos y Díaz Ordaz desconfiaron siempre de Fernando Gutiérrez Barrios debido a la amistad que mantenía con Fidel Castro, desde la breve estancia que tuvo este último en México y posteriormente en Cuba, así como por la misma relación que tuvo con los Estados Unidos. Por esta razón, Díaz Ordaz prefirió a Echeverría sobre Gutiérrez Barrios para nombrarlo su sucesor en la silla presidencial.

Espionaje y canonjías

Durante el tiempo que duró la operación LITEMPO, los Estados Unidos obtuvieron muchas ventajas por parte del gobierno mexicano, como fueron los 50,000 galones de petróleo que López Mateos le otorgó a los barcos de la CIA en apoyo para la invasión a la Bahía de Cochinos, en Cuba.

Asimismo, la agencia de investigación escuchó todas las conversaciones telefónicas en México de los organismos y personas que pudieron significar una amenaza para la seguridad de los norteamericanos, así como para ayudar a los funcionarios en contra de los enemigos del PRI, interviniendo las líneas de sus principales rivales políticos como Lázaro Cárdenas (ya ex presidente) y Vicente Lombardo Toledano (un líder sindical de izquierda).

La CIA empleó estos mismos métodos en contra de personas que desconfió dentro de la operación, como fue el caso de Gutiérrez Barrios, la Prensa Latina y las embajadas comunistas, enviando a Washington un total de 119 páginas diarias de resúmenes, conversaciones grabadas y otros materiales (ver ilustración).

Aunque Morley asegura que en los documentos clasificados se pueden visualizar en espacios marcados en negro de tres a cuatro dígitos las cifras que en miles de dólares al mes los funcionarios mexicanos recibían del gobierno de los Estados Unidos, éste decidió que los datos permanecieran ocultos para no avergonzar al gobierno de México.

Tlatelolco y la mano de la CIA

Según el informe “LITEMPO: Los ojos de la CIA en Tlatelolco”, una versión del capítulo 21, redactada por el mismo Morley y publicada el 18 de octubre de 2006 en el semanario Proceso, varios eventos alternos pudieron manipular indirectamente la decisión tomada por Díaz Ordaz en 1968. Tanto él como Echeverría sabían que lo que ellos hicieran, fuera lo que fuera, tendrían el apoyo de los Estados Unidos.

Aparentemente el agente de la CIA, Winston Scott, obsesionado por una posible influencia del comunismo y de Cuba en México, compiló una lista de 40 incidentes aislados de agitación estudiantil desde 1963. De ellos, sólo 4 manifestaciones plantearon demandas relacionadas con el autoritarismo del sistema mexicano. Pero no fue sino hasta junio de 1968 que posterior a una reunión entre el embajador norteamericano Fulton “Tony” Freeman, Scott y otros miembros de la embajada, se informó que Francia había sido desbordada por manifestaciones estudiantiles tan masivas que hicieron caer al gobierno; Freeman pensó que eso mismo podía ocurrir en México.

Según el reporte LITEMPO, las opiniones de Scott tenían un gran peso en Los Pinos, lo cual hizo que el propio Freeman refiriera como conclusión que Díaz Ordaz podría mantener la situación bajo control: “El gobierno cuenta con diversas formas de medir e influir la opinión de los estudiantes y, cuando cree que los desórdenes exceden los límites que considera aceptables, se ha mostrado capaz y dispuesto a intervenir de manera decidida, hasta ahora con efectos positivos”, informó Freeman en un cable al Departamento de Estado.

Cuando en el verano y otoño de 1968 el movimiento estudiantil espontáneo convulsionó las calles de la capital, LITEMPO cobró todavía mayor importancia en la Ciudad de México y en Washington. Scott se apoyó en sus aliados en la cúspide del gobierno mexicano para monitorear y comprender los eventos que se desarrollaban y que culminaron en la noche de la balacera del 2 de octubre en la Plaza de Tlatelolco.

Ciertamente no se sabe si Díaz Ordaz reportó desde antes a Scott la manera cómo se iba a actuar contra los estudiantes y cuál sería la justificación ante tal acción. No obstante, los documentos de la CIA, hoy disponibles en los Archivos Nacionales en Washington, muestran que Scott mandó un documento a los EE.UU. en el que revelaba que la situación en México era volátil por la presencia de radicales y extremistas cuyo comportamiento era imposible de predecir. Al día siguiente de la masacre, eso fue precisamente lo que hicieron, culpar a los extremistas y radicales por lo sucedido, lo cual destaca la teoría de que Scott sabía con anterioridad lo que se avecinaba.

Los Estados Unidos tuvieron sólo una explicación de lo ocurrido, argumentando que la Unión Soviética estaba involucrada y pagó a grupos de comunistas para hacerse presentes dentro de las manifestaciones callejeras. Scott solicitó siempre a Díaz Ordaz pruebas de ello, pero no hubo manera de comprobarlo, resultando muy frustrante para la CIA y los estadounidenses.

¿Relación permanente?

Se especula que actualmente en México existen altos funcionarios relacionados con la CIA, cuyas identidades pueden determinarse examinando evidencia interna y comparando documentos de distintas fuentes. Sin embargo, esto representaría un gran riesgo para quien se atreviera a publicar algo sobre seguridad nacional, según palabras del periodista Morley.

Así como de 1958 a 1969 la Ciudad de México se convirtió en un laberinto de espionaje, con espías de al menos 4 países tratando de sacar ventaja (Estados Unidos, la Unión Soviética, Cuba y México), hoy en día es necesario entender esta historia, el sistema de represión y poder clandestino, así como los problemas que se suscitaban en Latinoamérica para conocer más sobre la CIA y, de igual manera, tener una noción de adónde se dirigen los Estados Unidos, pues pocas son las evidencias o documentos y más los rumores y leyendas. La

historia verdadera de la presencia de la CIA en México todavía está por descubrirse en su totalidad, este libro es sólo el inicio.

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