miércoles, 27 de julio de 2011

Pero sigue siendo el PRI


El Consejo Nacional del PRI fue una elegía del pasado y una amenaza para el futuro. Nos transportó a épocas anteriores a 1968, en ignorancia de la tragedia del país y en olvido de tres decenios de historia. Para el discurso oficial todo es pétreo, como el logo que heredaron de aquellos regímenes en que se reproducía con volúmenes geométricos, dignos de la arquitectura totalitaria.

Las masacres no existieron, el agotamiento del modelo económico y político tampoco, la rebeldía social y la ruptura de 1988 no ocurrieron; menos aún la decisión de “aplastar las manifestaciones” y el monstruoso fraude poselectoral que privó a la ciudadanía de un genuino cambio de rumbo. El arriendo sistemático de la soberanía y la instauración de un nefando ciclo neoliberal se han esfumado. Sólo queda la frase “la democracia mexicana es factura y hechura de los gobiernos emanados del PRI”.

El análisis conductual merece una aproximación sicoanalítica: la supervivencia de un disco duro alojado en el subconsciente. La convicción de que esta sociedad fue moldeada por el autoritarismo y sólo dentro de éste podrá sobrevivir. Que somos hijos de la mala vida, atados para siempre a la corrupción del palo y la zanahoria, únicos métodos viables para conducir a huestes desamparadas y satisfacer la voracidad de las élites que no acabaron de conformar una nación.

Todo exhala un anacronismo insoportable. El llamado a la unidad como valor único y al reducto del poder feudalizado como soporte de un control político ejercido sin limitaciones. Ningún asomo de autocrítica, menos todavía de propuesta para salir de la más profunda crisis que hayamos confrontado: primero el poder y luego veremos. Partido de operadores y “loderos”, lo hubiese llamado Reyes Heroles.

Queda abolido “el pretérito que obsesiona a algunos” y nublaría la marcha triunfal hacia la Presidencia. Alcanzarla “codo a codo con los ciudadanos”, lo que a la luz de experiencias recientes debiera leerse como acarreo, dispendio y violación descarada de las normas electorales. Sorprende que el Departamento de Estado haya comprado esas tesis y no vea la resurrección de los “dinos”, sino los frutos de una “dura travesía del desierto”, según el subsecretario Arturo Valenzuela.

Afirma que “gane quien gane las elecciones del 2012 no tendrán mucho margen para cambios en la relación bilateral”, aludiendo a problemas de seguridad, narcotráfico, migración y comercio. Ello es, sin duda, el reconocimiento de hechos evidentes, pero también la revisión de la teoría del bipartidismo mexicano a modo de los intereses de Estados Unidos. Una limitante precautoria que no se compadece con el texto de nuestra Constitución.

Se juega en el corto plazo la aprobación de las reformas política, laboral y de seguridad nacional. La batalla democrática está en puerta: la aprobación de dictámenes al vapor, en reemplazo de un amplio debate nacional. Moreira y Calderón intentaron pactar un periodo extraordinario para la segunda quincena de agosto sin considerar la decisión del Congreso, como parte de una “entente” cupular que pavimentaría el presupuesto...

Al final prevaleció el concurso por la complacencia de los poderes fácticos. Una sucesión hereditaria, donde el PRI asumiría el legado intacto del PAN —que retóricamente juzga desastroso— y aseguraría la aplicación de las mismas recetas. Generar mayor confianza en los que mandan y eliminar el valor del sufragio como opción ciudadana por un programa distinto.

La propuesta de seguridad adelantada por el PRI es más militarista y alineada con la estrategia estadounidense que la negociada por Calderón. Los proyectos de reforma laboral son gemelos y las divergencias sobre la reforma política son tan menores como el alcance de las iniciativas.

Las voces ciudadanas debieran ser ponderadas e independientes. De poco vale la adopción de centenares de reformas dispersas que disfrazan la incompetencia esencial de la clase gobernante. Los cambios que la nación requiere son de otra magnitud y habrán de ser obra de un gran movimiento de regeneración nacional.

Diputado del PT

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