miércoles, 27 de julio de 2011

El PRI se confundió

Caja de espejos

Alejandra Cullen Benítez

El PRI, reforzado por sus triunfos estatales, en vez de modernizarse, se aferra a sus viejos principios. Ensoberbecido, se confundió. Asume que sus triunfos tienen que ver con sus viejos discursos. Confía en que sus caducos principios lo tienen en la antesala de la presidencia.

Envalentonado, su presidente, arreció contra la reforma política que incluye las más básicas demandas ciudadanas y las descartó. Orgulloso, asevera que la democracia mexicana es obra de ellos: “…una democracia construida codo a codo con la ciudadanía”. El PRI trabaja con la ciudadanía mientras pueda doblegarla. La acompaña mientras carezca de herramientas para defenderse. Este es el modelo democrático que les acomoda y piensan sostener. Subestiman lo que la sociedad puede construir.

En su democracia, se intercambiaban servicios públicos por votos. En su modelo, sus gobernantes prefieren comprometerse ante notario antes que rendir cuentas y ser evaluados.

La reelección les incomoda, les resta poder e impunidad.

La reelección consecutiva puede no ser la panacea pero es fundamental para cambiar los incentivos de los gobernantes. Los obliga a concentrarse en su electorado más que en sus partidos. Amplía las posibilidades del ciudadano. Le permite premiar o castigar a su autoridad.

El PRI se confundió. Piensa que sus triunfos reflejan nuestro deseo por volver al viejo régimen.

No ven que por carecer de un presente volteamos al pasado, principalmente porque lo venden con cara de futuro. Olvidan que parte de su éxito se debe a las pésimas administraciones panistas, al constante pleito cupular de sus contrincantes y a la abundancia económica de sus gobiernos estatales.

Los priistas piensan que anhelamos volver a su limitada “democracia”. Niegan la inviabilidad de la actual estructura institucional. Creen poder instrumentar sus viejos mecanismos de cooptación como si nada hubiera cambiado. Sueñan que la violencia es producto del descontrol panista más que de la debilidad institucional producto de un sistema falaz. Las instituciones mexicanas son más forma que fondo porque en la “democracia priista”, la ley era una mera formalidad (problema que los panistas no han sabido revertir). Aquí, los servicios públicos y la justicia se intercambiaban por favores y prebendas. La corrupción era el medio de intercambio entre sociedad y gobierno. Pero este viejo modelo caducó.

La sociedad mexicana busca cambios por la buena y por la mala. Acostumbrados a encontrar soluciones a pesar de las restricciones, damos vuelta a los problemas a pesar de las “instituciones”. Aprendimos más de lo que los priistas creen. El votante es sofisticado. Entiende la alternancia y la promueve. Sabe castigar la incompetencia y compensar propuestas con respuestas. Pero el voto sexenal o trianual ya no es suficiente.

Parte de la sociedad busca el diálogo, otra marcha y se manifiesta, otra se mata en las calles. México se mueve a pesar de su clase política. El que no hayan condiciones para armar una revolución al estilo medio oriente no quiere decir que la mal llamada “democracia priista” funcione. Al grito de #reformapolíticaYa, las redes sociales se activaron. Reelige O Castiga presentó un Documental en los muros del senado. Las organizaciones civiles apoyan la iniciativa de reforma política aprobada y dialogan con las fuerzas políticas.

Las demandas ciudadanas ordenadas se hacen sentir pero el PRI insiste en eludir. Se buscan mecanismos para transformar la relación sociedad – gobierno pero el cuasi futuro gobernante las descartó. Moreira y Peña Nieto con su joven cara y su vieja visión, rechazan la reelección. Leen sus triunfos desde una perspectiva vieja. Dicen que “cierra el paso a las nuevas generaciones…” pero nosotros no queremos cuadros “disque nuevos” sino gobernantes comprometidos.

La resistencia priista al cambio aumenta la tensión. Nos cierran opciones, pero, tarde o temprano tendrán que pagar. Su cerrazón nos lleva a un quiebre social. Mientras más se resistan al cambio, más sangriento es el impacto y aquí, la resistencia no dura unos días, se dispersa durante años.

Los priistas no trabajan con argumentos. Prefieren que nos matemos hasta que se reviente la estructura del sistema político. En tres años, los alcaldes no pueden construir instituciones, ni garantizar la seguridad de sus gobernados. No pueden instrumentar las políticas públicas que exige la sociedad. No es posible el desarrollo local sin planeación de mediano plazo. En tres años no se puede gobernar.

México ya no es el país de los municipios rurales aislados en los que podían posicionar a cómplices y aliados. Ya no pueden dictar el comportamiento social por decreto, como funcionaba “su democracia”. Ahora se requiere lo que Dvorak llama ingeniería institucional, crear mecanismos para motivar conductas ciudadanas. Si queremos institucionalizar al país, la reelección consecutiva es una poderosa herramienta para lograrlo. Ojalá salgan los priistas de su nube del pasado y entiendan pronto que no volvimos al pasado, vivimos un presente con ganas de construir un futuro.

Twitter: cullenaa

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