martes, 26 de julio de 2011

Marcelo y “El Elegido”


En la vida, en la economía, pero sobre todo en la política, lo importante es el mood. Mood en el sentido inglés. Y de golpe en México cambió el mood. Confieso me sorprendió el tono, lo constructivo, lo sosegado, lo jefe de Estado y no de partido que se mostró Calderón en la entrevista del viernes que le hizo Óscar Mario Beteta.

Era como si tras dos campañas fracasadas en función del extremismo de “conmigo o contra mí” enterráramos la línea de la verdad absoluta y tendiéramos la mano a construir un país en el que todos cabemos. Ojalá no hayan sido sólo buenos deseos y el aire que empezó con esa comida entre dos presidentes —el de la República y el del CEN del PRI, más un testigo de piedra llamado Blake— se consolide en el espíritu de buscar acuerdos.

Da la impresión de que los políticos, sobre todo los del máximo nivel, han entendido que hay cambio de tercio y nos dirigimos al final de la corrida; por ello, es muy importante que el juego sea limpio.

Por eso, es fundamental recuperar el papel histórico de la izquierda. Cualquiera con mínima sensibilidad del presente y proyecto de futuro sabe que una nación con tantas desigualdades como México no terminará bien si no se articula la izquierda posible.

El Estado de México fue un desastre para la izquierda. No sé si hubiera podido ganar la coalición, pero sé, como dijo el líder del PRD mexiquense, Luis Sánchez, que “un año que hizo Andrés Manuel campaña tuvo como resultado sólo 90 mil votos más”. Así, después de tanta Morena, de tanto rollo y pese a que AMLO es la única figura que crece espectacularmente en encuestas, su impacto electoral fue minúsculo.

También sé que hay dos tipos de izquierda: la incluyente y la excluyente, y que el candidato que lidera es Obrador; olvídate, Marcelo, que habrá encuesta que pueda disuadirlo, pues al único a quien le pregunta si debe o no ser candidato es a Dios —porque Dios y AMLO conversan entre sí—.

Nadie bajará al presidente legítimo del pódium de la izquierda. Los estrategas, los amigos, quienes cuidan a Marcelo deben calibrar si vale la pena quemarlo en una batalla imposible de ganar, sobre todo porque Ebrard tiene un gran problema: su reino es de este mundo, tiene reglas y competirá de acuerdo a una lógica política civilizada que no tiene su adversario. Obrador funciona sobre slogans y sentimientos muy claros: él es un creyente y así como cree que por el bien de todos “primero los pobres” (aunque no sepa cómo lograr que dejen de serlo), naturalmente cuando llegue el momento de luchar no dará ninguna clase de opción a la democracia y sí de extremismo.

¿Puede el país sobrevivir sin izquierda? En mi opinión no. ¿Hay algo que se pueda hacer antes de que se le vea todo el ancho al fenómeno AMLO? Tampoco. La elección de 2012 se disputará entre lo que quede de arreglos cupulares del PAN, del lánguido fin del calderonismo, del ¿ya ungido? candidato priísta y del evangelista tabasqueño. Después, ya veremos.

Lo único que no podrá ser es que después no nos quede más que acabar de mandar al diablo todas las instituciones —de quita y pon—, tal como lo siente López Obrador y que si vuelve a perder entonces por fin sea posible reconstruir una izquierda.

Mientras, el aire va cambiando. La manera de relacionarse también. Es hora de llamar las cosas por su nombre. La reforma política no puede prosperar, entre otras cosas, porque en el propio PRI no hay quien la venda; segundo, en la reforma de seguridad nacional todos están de acuerdo, pero, señores de uniforme, Ejército, no pidan responsabilidades a la izquierda ni al PRI, pídanselas a la parte del panismo que en comisión de Gobernación no hace posible que salga.

Finalmente, contra lo que parece, el único claro cabeza de cartel, contra todo y todos, es AMLO. Por tanto, para no deteriorar y consumir la hoguera, ya no de vanidades sino del fuego divino que quemó por igual a Calderón y Obrador, es que, como en el pókar, Marcelo pase esta mano y se prepare para la siguiente.

Analista político

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