Me invitó a un partido de futbol y a dormir en su cama; para callarme me compró unos tenis
- Curas acusados de abuso
brincan de una parroquia a otra
apoyados por sus superiores
Domingo 24 de abril de 2011, p. 2
Guadalajara, Jal. Yo tenía 14 años y quería ir a un partido de futbol. Él me invitó a su casa y a dormir en la misma cama. Me quiso tocar y... quiso estar conmigo. No recuerdo si pasó, pero sí que me asusté. Para callarme la boca me compró un par de tenis.
Ocurrió en esta ciudad, cerca del Hospital Civil, en el templo de San Vicente de Paul. Me quedé con él y al día siguiente fuimos al futbol. La cabeza la traía pensando muchas cosas. Ni siquiera disfruté el partido. Me sacó de onda lo que había pasado la noche anterior. Él me decía que no había nada malo. Que esto era su forma de demostrar cuando quiere a una persona.
De tez blanca y ojos aquamarina, Isidro –nombre ficticio para preservar su identidad– trata de recordar paso a paso la historia que rompió su niñez hace una década. Entonces José Mario Álvarez Dávalos, el diácono, estaba en la arquidiócesis de Guadalajara. Hace 10 años se ordenó sacerdote y oficia en el templo de Santa Mónica en La Barca, de la misma región eclesial, a cargo del cardenal Juan Sandoval Íñiguez.
A partir de una lista elaborada por la Red de Sobrevivientes de Víctimas de Abuso Sexual de Sacerdotes Católicos, con un centenar de nombres de curas presuntamente pederastas y que han brincado de una parroquia a otra, de una diócesis a otra, o de un país a otro, apoyados por sus superiores
, cuando se detectó que incurrieron en este tipo de ilícitos, La Jornada recogió testimonios sobre la actuación de algunos de esos sacerdotes. El número de curas involucrados en estas prácticas en México es difícil de precisar, pero los abusos se dan con la indiferencia, el silencio o la abierta complicidad de la jerarquía católica.
Isidro narró por primera vez a un medio de comunicación la experiencia que vivió con José Mario Álvarez Dávalos, a quien conoció durante unas vacaciones de comunidad, organizadas por el seminario de Guadalajara.
“La primera noche que pasó eso sí lloré. Me saqué mucho de onda. No pedí auxilio. No me amenazó, simplemente me dijo que no había nada de malo en lo que estaba haciendo. Yo me fui a Tequila (donde vivía con mi abuela) y él me empezó a buscar. Mis padres ya se habían separado, y no sé si por necesidad o por lo que quieras regresé. Mi abuela era muy religiosa y al mencionarle voy con un seminarista decía: ‘está muy bien. Prefiero que andes con un seminarista a que andes en la calle, que no sé con quién te podrías juntar’”.
Así fue hasta que Isidro cumplió 19 años y decidió terminar la relación. Una relación en la que primero fue presentado por el sacerdote Álvarez Dávalos como su sobrino y con el tiempo se convirtió en el ahijado.
Toda su familia me conoce. Me veían como el hijo adoptivo. En casa de sus padres nos acostamos en la misma cama y ellos nunca dijeron nada. Un día antes de la ordenación de Mario como sacerdote tuvimos relaciones sexuales, así que no puede decir que se consagró plenamente
, platica a La Jornada.
En junio del año pasado Isidro se confrontó con Álvarez Dávalos, quien es también su padrino de confirmación. Grabó el encuentro y lo compartió con este diario. Sabe que los tiempos legales ya vencieron para presentar una demanda, pero apela a las autoridades eclesiásticas para que sean ellas las que sancionen al cura, lo retiren del ejercicio sacerdotal y ya no tenga contacto con niños y jóvenes.
A continuación extractos de la conversación:
Isidro (I): Simplemente quiero saber ¿por qué? Ojalá que el día de mañana no le pase a un sobrino tuyo, que tienes muchos.
Mario (M): Tienes razón, ojalá que no le pase... ni que le pase a tu familia ni a nadie.
I: ¿Como tú hiciste conmigo?
M: Nunca fue mi intención... Yo buscaba la manera de ayudarte, apoyarte... ¿Tú crees que lo hacía con mala intención?
I: ¿Acostándome contigo por dinero o cómo me ayudabas?
M: Yo nunca hice nada a cambio de nada. Nunca hubo un trueque.
I: ¿Nunca? Y el día que no me quería acostar contigo me dijiste ten, te doy tanto por esto, ¿no te acuerdas?, yo sí... Porque muchas veces hubo sangre...
M: Nunca regresaste. Se supone que tú estabas estudiando... Hasta ahora que viniste, estoy sorprendido en cierto sentido, pero yo qué te puedo decir... considero que sí cometí una falta.
I: Me mandabas con sicólogos, ¿por qué?, acuérdate que me mandaste al Hospital Civil por mi hiperactividad, ¿cuál? ¿Estar contigo por sexo? ¿Que tú abusaras de mí? Y ante la gente yo era el sobrino malo. Tú dijiste que era tu sobrino todo el tiempo y no somos nada. O sea, ¿para qué aparentabas?, ¿para que la gente no pensara que el padre es un pederasta? Y lo sigues haciendo.
M: Bendito sea Dios que no.
I: Pero lo hiciste conmigo.
M: Pues me equivoqué.
I: Sí, te equivocaste cinco años.
M: Los que hayan sido. Si eso merece una disculpa contigo, si la aceptas bueno, y si no pues no.
I: No me vengas con estupideces de que una disculpa... Tú no sabes todo el daño que causaste y estás causando.
M: Causando no. Que causé, posiblemente. Que estoy causando ya no, porque ya estás grande.
I: ¿Por qué mejor no dejas el sacerdocio y dejas de hacer daño a la gente?
M: No, fíjate que no.
I: Porque no creo esa frase de que tú eres sacerdote para siempre, más bien tú eres pederasta para siempre. Porque eso es lo que eres.
M: Mira, te metes en cosas que no debes...
I: ¿En cuáles? ¿Me estás amenazando?
M: No. Porque me estás dando una opinión... Si me la das como un consejo, muy bueno.
I: ¿Y por qué con niños?
M: Ni modo que con niñas.
I: Si no te das cuenta, o no sabes, una relación de hombre a hombre es una relación homosexual, es lo que tuviste conmigo y no la llamo relación, fue abuso.
M: Yo no le llamaría abuso... yo lo llamaría equivocación.
I: ¿En la forma de demostrar el amor o qué?
M: Sí.
I: No sé cómo reaccionará tu familia si supiera, pero creo me da más vergüenza a mí que a tí.
M: ¿Por qué? Yo vivo mi sacerdocio muy feliz.
I: Y tu pederastia también. Todo lo vives muy feliz.
M: Es tu manera de pensar, muy respetable.
I: ¿Y la tuya, Mario Álvarez? Porque no te puedo llamar padre... porque en ningún momento fuiste consagrado bien. Acuérdate que una noche antes de tu ordenación estuvimos juntos y tuviste relaciones conmigo... y todavía, muy descaradamente, me dices al día siguiente: ¿me vas a besar las manos? Nadie me asegura que no vas a abusar de nadie más, ni tú mismo.
M: Claro, porque yo soy humano, pero espero no cometer otra torpeza.
El presbístero José Mario Álvarez Dávalos fue ordenado sacerdote el 29 de diciembre de 2000, según registro de la arquidiócesis de Guadalajara.
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