Plaza Dominical
MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA
24 Abril 2011
Con jovial provocación, Alonso Lujambio ha pedido a Enrique Peña Nieto que salga a debatir. Por su tono, parece que inquiere no qué piensa el Gobernador del Estado de México, sino si lo hace. En la misma línea, y con el mismo destinatario, aunque de otro modo, Manlio Fabio Beltrones ha retomado en el PRI la propuesta de don Jesús Reyes Heroles ante la sucesión presidencial de 1976: primero el programa, luego el hombre. Además de que cada uno de ellos busca situar su propio activismo en un terreno en que llevarían ventaja, responden a una exigencia social sobre la necesidad de conocer qué propuestas específicas y concretas estarán en juego en la elección presidencial del próximo año. Corre en tal sentido, igualmente, la propuesta, que acaso se convierta en modificación al Código Electoral, de un grupo de ciudadanos (Héctor Aguilar Camín, Miguel Alemán Velasco, Cuauhtémoc Cárdenas, Juan Ramón de la Fuente, Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero, Diego Valdés y José Woldenberg) de sustituir el espacio dedicado a transmitir inútiles y hasta molestos spots en programas de debate público sobre los proyectos que los partidos y los candidatos presenten durante la campaña electoral de 2012.
Hasta ahora, sólo hay un documento programático preparado con tal propósito. Es el Nuevo proyecto de nación para el renacimiento de México, enarbolado por Andrés Manuel López Obrador, pero a cuya preparación acudieron expertos, intelectuales y académicos, algunos de los cuales trabajaron al lado del ex candidato presidencial en el Gobierno capitalino y tras su proclamación como Presidente legítimo forman parte de su gabinete. Otros no han tenido tal cercanía con la persona pero sí con las ideas que ese proyecto se exponen.
El documento, que en forma de libro circula desde hace un mes, es la continuación, la puesta al día del proyecto alternativo de nación presentado por López Obrador como propuesta de su candidatura en la elección presidencial de 2006. En los años siguientes, mientras el ex jefe de Gobierno se movía por todo el País, primero encabezando protestas específicas y después preparando el nacimiento y la expansión del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), se actualizó aquel documento. La nueva versión fue presentada en julio pasado y sometida a partir de entonces a una amplia consulta nacional. Con ese propósito se realizaron cien foros estatales, regionales y temáticos, así como mesas de análisis, conferencias y círculos de estudio en toda la República.
El cúmulo de aportaciones hechas a la propuesta dio lugar a la versión definitiva, de que se hicieron responsables 36 autores, ninguno de los cuales redactó una porción específica propia. El resultado de todo el proceso es una creación colectiva, en cuya confección final figuran Armando Bartra, José Eduardo Beltrán, Jaime Cárdenas, Luciano Concheiro, Arnaldo Córdova, Agustín Díaz Lastra, Héctor Díaz Polanco, Laura Esquivel, Víctor Flores Olea, Luis Javier Garrido, Antonio Gershenson, Enrique González Pedrero, Hugo Gutiérrez Vega, Adolfo Hellmund, Ana Cristina Laurel, Luis Linares Zapata, Berta Luján, Ignacio Marván, Lorenzo Meyer, Roberto Morales, Jorge Eduardo Navarrete, Juan José Paullada, Marta Pérez Bejarano, José María Pérez Gay, Elena Poniatowska, Rogelio Ramírez de la O, Octavio Romero Oropeza, Eréndira Sandoval, Julio Scherer Ibarra, Enrique Semo, Claudia Sheinbaum, Raquel Sosa, Víctor Suárez, Carlos Tello, Víctor Manuel Toledo y Héctor Vasconcelos. El coordinador fue Jesús Ramírez Cuevas.
En su texto de presentación, López Obrador afirma que sin lugar a dudas, “México necesita de manera urgente un cambio de rumbo” una transformación profunda llevada a cabo “por la vía pacífica y con la participación de la gente”. Añade que este proyecto, y el movimiento del que es bandera, “en esencia se proponen un cambio del todo nuevo, alejado de la política de pillaje, de la explotación irracional de los recursos y de la concentración desmedida de la riqueza a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría de los mexicanos. En este texto se da respuesta a quienes por desconocimiento o conveniencia, sostienen que ‘no hay de otra’ y pretenden mantener el actual modelo neoliberal a pesar de la destrucción del País reflejada en la pérdida de oportunidades, empobrecimiento, inseguridad, violencia y desesperanza”.
Puesto que no es candidato presidencial, sino cabeza de un movimiento social y propulsor del Nuevo proyecto, que ha hecho suyo, López Obrador explica la vinculación entre ambos factores.
“Este nuevo proyecto de nación se presenta al mismo tiempo que se construye, desde abajo y con la gente, un movimiento para la regeneración nacional. De esa forma, se busca poner en correspondencia el pensamiento con la acción, las ideas y el trabajo que realizan millones de mexicanos, mujeres y hombres, para trasformar el País. Este proyecto está concebido para que lo pongan en práctica todos aquellos mexicanos comprometidos con el País, con el bienestar de la población, con valores morales solidarios y fraternos, con ideas a favor de la democracia, la justicia, la libertad y la defensa de la soberanía nacional”.
Termina haciendo un anuncio de los que molestan a quienes critican su empecinamiento en el tema, y lo suponen capaz de romper cualquier acuerdo, sin reparar en que expresión no es individual sino colectiva y en que no ha llegado el momento en que se ponga a prueba su congruencia:
“Como representante del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) hago el compromiso no sólo de postular este proyecto sino de llevarlo a la práctica cuando instauremos un Gobierno del pueblo y para el pueblo”.
Además de la presentación y la introducción a cargo del coordinador Ramírez Cuevas, el proyecto contiene diez capítulos: promover la revolución de las conciencias y el pensamiento crítico; el Estado al servicio del pueblo y de la nación; democratizar el acceso a los medios de comunicación; por una ética republicana y el combate a la corrupción; crear una nueva economía: combatir los monopolios; abolir los privilegios fiscales para redistribuir la riqueza con justicia; el sector energético, palanca del desarrollo nacional; campo y soberanía alimentaria, y el estado de bienestar y el derecho a la felicidad.
Aunque el enunciado de algunos de esos capítulos podrían sugerir textos distanciados de la realidad, más cercanos a los buenos deseos que a propuestas de Gobierno, lo cierto es que el enfoque histórico y filosófico que permea al proyecto es una aportación al debate político, que suele estar no sólo limitado a la diatriba personal sino basado en un pragmatismo tan cercano al cinismo que es posible no percibir la frontera entre ambas actitudes.
Las propuestas del proyecto están basadas en diagnósticos originales que entran en el fondo de las cuestiones que abordan. Y a partir de la detección de los elementos que juegan en una situación, se proponen los modos de superar los hechos diagnosticados. Por citar sólo un ejemplo, nos detenemos un momento en la corrupción, tenido por todos como un fenómeno que debe ser extirpado. Se trata de un terreno en que la acción gubernamental debe propiciar rendimientos económicos pero sobre la base de la ética republicana. No se exponen melosas consideraciones sobre el bien y el mal, sino que se diagnostica ese fenómeno desde una perspectiva estructural, sistémica: “Tradicionalmente los programas de combate a la corrupción en México suelen partir de dos supuestos equivocados: Por un lado, se entiende la corrupción como un fenómeno relativamente homogéneo que se puede combatir mediante estrategias púnicas o generales. Por otro lado, los programas actuales enfatizan en los actores más vulnerables en términos políticos, o en los elementos menos agresivos de la corrupción, por ejemplo los ciudadanos en el fenómeno de la mordida”.
Este nuevo proyecto de nación es la primera aportación programática al debate público. Sus autores y su impulsor lo exponen a la crítica, por lo cual no es debido ignorarlo o desecharlo prejuiciadamente. Cualquiera que sea la actitud que López Obrador suscite en los mexicanos del sector participante, su proyecto, aun ahora en que el proceso electoral está distante, debe ser examinado. Ha puesto sobre la mesa los términos de un debate que no puede ser obviado, porque en ello nos va el futuro. Y no hay retórica tremendista en situarlo de esa manera.
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