PLAZA PÚBLICA
MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA
Desde 1950, y salvo la renuncia de Carlos Gálvez Betancourt en 1971 (para dirigir el IMSS), Michoacán vivió casi 40 años de regularidad institucional, en que cada gobernador entregó el cargo al completar su sexenio a quien había sido elegido para sucederlo. Esa continuidad se rompió en 1988 cuando Luis Martínez Villicaña fue obligado a renunciar a la gubernatura, que había asumido dos años atrás. Lo despojó del puesto el flamante presidente Carlos Salinas, quien lo removió el 3 de diciembre, apenas 48 horas después de iniciar su sexenio presidencial. Con eso lo castigó por los pésimos resultados electorales obtenidos por el PRI en esa entidad, y lo usó para mitigar las tensiones dejadas por su polémica elección frente a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Martínez Villicaña había sido escogido por el presidente Miguel de la Madrid para suceder a Cárdenas en la gubernatura michoacana. En su libro autobiográfico Sobre mis pasos, terminado de escribir en julio pasado y en circulación desde noviembre siguiente, Cárdenas relata que al aproximarse el fin de su gobierno habló con De la Madrid sobre la sucesión y propuso nombres para ello. El Presidente no los tomó en cuenta. Al contrario, el 30 de enero de 1986 el secretario de Gobernación Manuel Bartlett le informó que De la Madrid "ya había decidido que el secretario de la Reforma Agraria fuera el candidato". De modo que de Bucareli Cárdenas se trasladó a la sede del PRI "donde encontré a Adolfo Lugo, su presidente, a las cabezas de los tres sectores del partido, y a Luis Martínez Villicaña, quien me anunció que el 2 de febrero llegaría a Morelia para celebrar su primer acto como candidato".
Desde entonces el sucesor de Cárdenas practicó o alentó hostilidad contra los cardenistas, al punto de que "al poco tiempo de estar Martínez Villicaña al frente del gobierno se produjeron los asesinatos de Gilberto Huerta, Librado Melgoza y Daniel Arellano, los tres colaboradores de mi gobierno, sin que la administración local investigara y menos aún detuviera a alguien involucrado con esos crímenes. Agentes del gobierno del estado empezaron a seguir a Xavier Ovando por donde quiera que iba y a vigilar permanentemente su casa, por lo que él protestó públicamente, haciendo responsable al gobierno del estado, por lo que pudiera sucederle a él o a su familia. Quien hizo cabeza en estos hechos persecutorios y delictivos, y debo pensar que con el pleno conocimiento del gobernador, fue el procurador José Franco Villa, quien después pasó varios años en la cárcel como autor intelectual de aquellos asesinatos".
El hostigamiento ocurría a fines de 1986 y comienzos de 1987, meses en que se gestó la Corriente Democrática del PRI, a cuya cabeza figuraba Cárdenas. Según relata De la Madrid en su libro Cambio de Rumbo, Cárdenas "estaba preocupado porque su grupo era perseguido. Incluso me pidió puestos para algunos de sus partidarios, como el licenciado Robles Garnica y el licenciado Francisco Xavier Ovando. Yo accedí a ayudarlo. Le pregunté qué puestos quería. Contestó que cualquier cosa, que puestos sencillos, por ejemplo delegados del PRI en los estados. Yo le aclaré que desde luego en Michoacán no, y él lo aceptó.
"Entonces le ofrecí que lo iba a ayudar. Le dije: "Vamos a entendernos: no le lleves la contra al gobernador Luis Martínez Villicaña", y él estuvo de acuerdo. Sin embargo, fue y se metió al estado de Michoacán, precisamente a llevarle la contra a Martínez Villicaña".
Emigrado del PRI a la oposición, y poderoso candidato presidencial del Frente Democrático Nacional, Cárdenas sufrió una secuela de aquellos agravios. En vísperas de la elección de 1988 fueron asesinados Ovando y su colaborador Román Gil, responsables de información electoral indispensable para la jornada inminente, que fue robada del automóvil en que se les ultimó. Ante la exigencia de justicia, recuerda Cárdenas, el secretario Manuel Bartlett "ofreció que las autoridades actuarían de inmediato. Hasta el fin de la administración de Miguel de la Madrid nada se aclaró.
"Varios años después, siendo procurador el licenciado Ignacio Morales Lechuga, se creó una fiscalía especial para investigar esos crímenes, de la que se designó titular a Leonel Godoy, que a la muerte de Xavier tomó su lugar en la lista de diputados y ejerció el encargo en el trienio 1988-1991" (y ahora es el gobernador de Michoacán).
Godoy "coordinó investigaciones sobre el caso y sobre los asesinatos de Gilberto Huerta, Librado Melgoza y Daniel Arellano, llegando a establecer que fueron cuatro agentes judiciales de Michoacán los autores materiales de los asesinatos de Xavier Ovando y Román Gil. Uno purgó sentencia en Michoacán, otro fue detenido, por otros delitos, en Tamaulipas, donde se encuentra encarcelado y a dos no fue posible aprehenderlos. Asimismo, que el procurador de justicia de Michoacán durante la administración de Luis Martínez Villicaña, José Franco Villa, era uno de los autores intelectuales de los asesinatos, por los que pasó 11 años en la cárcel. Comentando el caso con Leonel, él siempre pensó que detrás de todos estos crímenes, sobre todo los de Xavier y Román Gil, además de José Franco Villa, estaba Luis Martínez Villicaña".
A poco de concluir su gobierno, según relata De la Madrid, Manuel Camacho le propuso "aceptar la oferta de paz de los cardenistas a cambio de que quitáramos del gobierno de Michoacán" a Martínez Villicaña. El todavía Presidente lo juzgó "absolutamente inadmisible". Salinas, en cambio, lo echó.
Cajón de Sastre
La celebración del Día Internacional de la Mujer suscita año con año una reflexión sobre la condición femenina en todo el mundo. En México, por más que se haga variar el conjunto de los temas y los lemas que componen la agenda respectiva, tenemos un fenómeno cuya incidencia no cesa por más que se luche por erradicarlo. Se trata de la violencia contra la mujer. Se han promulgado leyes para evitarla, y se organizan campañas propagandísticas en el mismo sentido. Pero no se ha iniciado siquiera la transformación cultural que ponga a las mujeres en el sitio que les corresponde, como seres humanos respetables a las que, sin embargo, se maltrata y agrede. La violencia intrafamiliar que se derrama hacia el conjunto social debe ser enfrentada con sinceridad, dejando atrás la ilusa hipocresía que venera sin crítica a la "célula básica de la sociedad".
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