Juan Villoro
"¿Qué hay en un nombre?", se preguntó Shakespeare. Marisela decidió combatir el crimen sin más armas que la razón. Otra Marisela decidió hacerlo desde el sistema judicial. Sus biografías pertenecen a dos países distintos. Curiosamente, ambos se llaman México.
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Marisela Morales Ibáñez, subprocuradora de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, recibió en Washington el Premio Mujeres de Valor 2011. Hillary Clinton destacó la determinación de la abogada mexicana para luchar contra la violencia.
Cuando un funcionario recibe un reconocimiento la distinción se extiende a su gobierno. Al premiar a Marisela Morales, Estados Unidos mandó una señal de cordialidad hacia México poco después de que el presidente Calderón pusiera en entredicho al embajador norteamericano en nuestro país.
La distinción a la subprocuradora forma parte del trato esquizoide entre México y el máximo consumidor de drogas del planeta. Nuestra relación con Estados Unidos no es bilateral: es bipolar.
La buena intención de Hillary Clinton contrasta con los oscuros oficios de la Agencia de Control de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego. Para seguir la pista del flujo clandestino de armas, la Agencia entró al tráfico con el operativo "Rápido y furioso". Sólo falta que diseñe balas con microchips para rastrear mexicanos abatidos gracias al espionaje norteamericano.
Estados Unidos golpea y premia con bipolar afán.
La distinción a la subprocuradora obliga a recordar a otra Marisela, la mujer que se opuso a la violencia sin sueldo ni escolta y fue asesinada el 16 de diciembre de 2010, frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua.
Ante la inoperancia de las autoridades, Marisela Escobedo investigó por su cuenta la muerte de su hija Rubí Marisol Frayre, de 16 años, ocurrida en Ciudad Juárez. Descubrió que fue asesinada por su compañero sentimental, Sergio Barraza. Lo localizó en Fresnillo y logró que fuera detenido. Barraza describió cómo descuartizó a su víctima y dónde arrojó los restos. En el juicio, pidió perdón a Marisela. Aunque el delito no podía ser más atroz, el culpable fue absuelto por un tecnicismo. Barraza es el contraejemplo de Antonio Zúñiga, protagonista de Presunto culpable. La justicia mexicana es tan lamentable al liberar como al encarcelar.
Marisela protestó por esta aberración en el Palacio de Gobierno de Chihuahua y decidió no moverse de ahí. Ante las cámaras de "seguridad" recibió un tiro en la cabeza. Poco después, la maderería de Jorge Monge Amparán, su compañero sentimental, ardió en llamas, y Manuel, hermano de Jorge, fue asesinado. Con extraña rapidez, el Ministerio Público descubrió que Jorge ya no era pareja de Marisela en el momento del incendio y concluyó que sus desgracias no estaban conectadas.
Marisela Escobedo fue sacrificada a las puertas de la Ley. Su asesino está libre, protegido por el crimen organizado. Sería un acto de especial justicia que la premiada Marisela Morales contribuyera a detenerlo.
No se le puede regatear entereza a alguien que ha dedicado toda su trayectoria a luchar contra el crimen. Sin embargo, el desempeño profesional de Marisela Morales también ha reflejado las contradicciones del sistema judicial mexicano. Nadie que pase por esa maraña está libre de acusaciones, ciertas o falsas. En 2005 se le abrió una averiguación por presunta falsificación de pruebas y delito contra la administración pública. Benjamín Cuauhtémoc Sánchez Magallán, ex coordinador de la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada, la acusó de adulterar 27 pruebas en la investigación del asesinato del cardenal Posadas. De acuerdo con la periodista Anabel Hernández, en ese mismo caso desapareció la declaración del nuncio apostólico Girolamo Prigione.
Uno de los trabajos más polémicos de Marisela Morales fue integrar el expediente para el desafuero a López Obrador por la construcción de un acceso a un hospital sin el permiso correspondiente. El caso, de claro interés político, fue orquestado por el presidente Fox para eliminar a un candidato a la Presidencia. Según sabemos, el recurso se descartó cuando el linchamiento aumentaba la popularidad del adversario.
Igualmente polémica fue la detención de los supuestos responsables por las granadas arrojadas contra una multitud en Morelia, el 16 de septiembre de 2008. Los familiares de los detenidos declararon que los inculpados estaban en Ciudad Lázaro Cárdenas en el momento de estallido. La subprocuradora explicó que el arresto se logró "gracias a una llamada anónima", línea de investigación que sólo convence con pruebas incontrovertibles.Al premiar a Marisela Morales, Estados Unidos lanzó un mensaje de apoyo a un país bañado en sangre. No se pueden tomar a la ligera los desafíos de la subprocuradora. Uno de los más importantes es detener al asesino de una mujer que llevaba su nombre y luchó contra la violencia lejos de las camionetas blindadas, en la desolada tierra baldía, ese sitio olvidado y común, la patria de la otra Marisela, que también se llama México.
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