martes, 8 de febrero de 2011

Sudcalifornia panista




PLAZA PÚBLICA
MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA



Con 40.35 por ciento de los votos, el PAN ganó anteayer la elección de gobernador en Baja California Sur con un candidato ajeno, el diputado federal Marcos Covarrubias, perredista hasta el 19 de octubre. Hace 18 años, en una operación semejante obtuvo un porcentaje de votación aún más alto que el que está por confirmarse, aunque entonces no pudo alcanzar el triunfo. En el resto de las jornadas electorales, Acción Nacional ha tenido una escuálida presencia, lo cual plantea la duda sobre su verdadera implantación en aquella entidad, pues en apariencia al menos se trata de un partido de influencia y presencia módicas, que sólo crecen cuando recibe aliento desde fuera.

Covarrubias no se marchó del PRD a solas, sino que llevó consigo a un cierto número de votantes y de candidatos, varios de los cuales triunfaron también. Por ello, el PAN tendrá el grupo parlamentario mayor en el Congreso local, y eventualmente puede contar con la mayoría. En los comicios de este domingo los aspirantes apoyados por el PAN ganaron 9 de los 16 distritos, y probablemente sumen dos más bajo el sistema de representación proporcional, lo que hará 11 diputados, la mayoría de los 21 que integran en total la legislatura. En la elección de ayuntamientos no le fue bien, pues sólo ganó en Comondú, lo que ratifica la fuerza personal de Covarrubias en la jornada, pues él mismo fue ya alcalde de esa población.

No es cierto que el PRI recuperara la segunda posición, pues salvo en una oportunidad no la ha perdido más que cuando se sitúa en la primera. En la retórica y en la propaganda priistas se subraya que si bien Ricardo Barroso Agramont no pudo alcanzar la gubernatura, su partido desplazó al PRD del segundo lugar. Eso no es cierto en términos históricos. Lo que sí es verdad es que la diputada (con licencia) Esthela Ponce ganó de manera holgada el gobierno municipal capitalino, en La Paz. También logró el PRI cuatro diputaciones de elección directa. Con esas y las que le correspondan en el reparto proporcional será la segunda fuerza en Sudcalifornia.

El PRD sufrió un desastre, semejante sólo en cuanto a sus efectos prejuiciosos a los que causan los avatares climáticos en la comarca. Perdió la elección para gobernador (y para colmo se quiso fingir el resultado contrario), con sólo 21.41 por ciento del total de los votos, lo que significa que alcanzó únicamente un voto por cada dos obtenidos por quien pudo ser su candidato. Triunfó en sólo dos distritos y será la tercera fuerza en la legislatura. Se quedó con sólo dos ayuntamientos, el de Mulegé y el de Los Cabos. Este bellísimo destino turístico seguirá siendo gobernador por el PRD, que al mando del gobernador se empecinó en ganar aquí. Le iban en el empeño dos aspectos relevantes: el candidato es el hermano del propio gobernador Narciso Agúndez Montaño, de nombre Antonio; y era menester que Leonel Cota, ahora del Panal, quedara derrotado, para enterrar por completo (al menos provisionalmente) su influencia en la política de Baja California Sur, que vino sistemáticamente a menos.

Ya hemos recordado en este espacio la breve historia de Sudcalifornia, creado apenas bajo el gobierno de Echeverría como estado libre y soberano. Tal como ocurrió en el vecino estado norteño, fue efímera la gloria del PRI como partido dominante, pues apenas le alcanzó para tres sexenios. En la primera jornada electoral, en 1976, la inexistencia de la oposición permitió que se atribuyera el 91.7 de los votos al candidato priista Ángel César Mendoza Aramburu. Casi permaneció en ese nivel seis años después cuando el primo del primer gobernador, Alberto Alvarado Aramburu llegó al 87 por ciento y hubo que reconocer o asignar al PAN el 4 por ciento. Un descenso aún más pronunciado se observó en 1987, aunque todavía Víctor Manuel Licéaga Rubial se impuso por 81.5 por ciento al candidato panista, que triplicó la votación alcanzada por su partido seis años atrás y llegó a 12.7 por ciento. Guillermo Mercado Romero padeció el gran susto de enfrentarse a una oposición súbitamente embarnecida, aunque luego quedaría claro que estaba sólo efímeramente embarnecida. Un priista típico, Crisóforo Salido Almada pretendió la candidatura del PRI, partido en que siempre había militado y ante la frustración de su propósito aceptó ser postulado por el PAN, al que produjo 42.07 por ciento de los votos, sólo 10 puntos abajo del contendiente tricolor, que sumó el 52.3 por ciento.

Desde entonces el PRI no alza cabeza. En 1999 la decisión de Salido Almada fue adoptada también por Leonel Cota Montaño, quien curó su decepción de priista postergado yéndose al PRD y abatiendo a sus desdeñadores con un abrumador 56.9, casi 16 por ciento arriba del 37.4 logrado por el PRI. En 2005 el tricolor se mantuvo en ese nivel, con 36.1 por ciento, contra 45.4 del perredista ganador Agúndez Montaño. (Cifras de José Antonio Beltrán).

Aunque Jesús Ortega se hizo acompañar por Alberto Anaya, dirigente del PT, sobre el líder nacional perredista recae la principal responsabilidad del desastre del PRD en Baja California Sur. Junto con el gobernador actuó de modo que Covarrubias pasara de la mejor opción perredista a ser el candidato del PAN que aplastó a sus antiguos y ahora indeseables compañeros. Un mínimo pudor debió evitar que al anochecer del domingo, cuando la suerte estaba echada y se conocían por lo menos los esbozos de la escandalosa derrota sufrida, Ortega y Anaya alzaran los brazos de Luis Armando Díaz, que se proclamó ganador.

Cajón de sastre

Todavía está por confirmarse, pero la mención de políticos priistas y del Panal en el gabinete de Ángel Heladio Aguirre Rivero acaso muestra de que, antes que en Baja California Sur, el PRD perdió también la gubernatura de Guerrero, aunque allí se dé la impresión de una victoria. Justamente el gran error de Zeferino Torreblanca fue gobernar a la manera priista y con funcionarios del antiguo régimen. Con eso frustró la alternancia que se supuso protagonizaría. Ahora puede ser peor, pues los votos perredistas entronizaron a un gobernante priista (para dejar de serlo no basta presentar una carta de renuncia horas antes de su postulación por los partidos a la postre triunfadores) y nadie podrá llamarse a sorpresa si Aguirre simplemente reedita el trienio en que ya gobernó. Como no se comprometió explícitamente a lo contrario, nadie se lo reprochará.

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