jueves, 24 de febrero de 2011

¿Oh, qué será, qué será?


Purificación Carpinteyro

"Oh, qué será, qué será...

lo que no tiene gobierno

ni nunca tendrá,

lo que no tiene vergüenza

ni nunca tendrá,

lo que no hace sentido".

Chico Buarque


No es por libertad o democracia, son batallas por dinero y por control. Por 20 años los intereses de las cabezas de los poderosos grupos económicos nacionales se han entrelazado: venden, compran, prestan y se expanden producto de las concesiones del Estado o de su renovación, con las que fueron favorecidos en las dos últimas décadas. Por ellas son rivales, aliados, salvadores o enemigos, siempre dispuestos a librar batallas a muerte para proteger sus feudos.

Slim, Azcárraga, Hernández, Vargas, Salinas y Milmo Zambrano, son nombres "genéricos" que identifican a los zares que, en mayor o menor proporción, han sido "bendecidos" con el favor de los gobiernos estatistas, de economía mixta, privatizadores o neoliberales por igual, y que han demostrado aguda capacidad de ser exitosos en crisis y en prosperidad. Son los que siempre han ganado.

Algunos desarrollaron sus consorcios al amparo de concesiones obtenidas gratuitamente, como Emilio Azcárraga con las concesiones de televisión abierta y televisión de paga o la Familia Vargas con las concesiones de radio, televisión satelital y televisión por MMDS en las frecuencias de 2.5 GHz.

Otros tuvieron que pagar por negocios ya desarrollados, y adquiridos en procesos de privatización, como en el caso de Telmex-Telcel de Carlos Slim; los canales 7 y 13, hoy de TV Azteca de Ricardo Salinas; Banamex, cuya venta a Citigroup le permitió a Roberto Hernández convertirse en el segundo mayor accionista de Televisa; y, Tomas Milmo Zambrano, quien, sin haberse beneficiado de concesiones ni de la compra de activos, ha sido bendecido en el presente sexenio con decisiones regulatorias que resultarían en la transferencia de cientos de millones de dólares a sus arcas personales.

Pero sea en televisión o en telefonía, los "nombres" y los grupos se han alineado en dos frentes: el de Telmex-Telcel de Slim con MVS de los Vargas, en una relación que posiblemente se estrechará en el mediano plazo; y el de Televisa de Azcárraga, y ahora también de Hernández, por medio de quien se establecen lazos con Banamex-Citibank y con Telefónica-Movistar.

Teóricamente, Telmex pelea por el derecho de competir en el mercado de la televisión de paga utilizando el cableado de cobre de la red telefónica concesionada. Pese a que hasta ahora no ha conseguido eliminar la prohibición que se lo impide, se ha integrado a una oferta que empaqueta sus servicios de telefonía, internet de banda ancha con los de televisión satelital de paga de Dish México de MVS, ganando participación de mercado a costa de las subsidiarias de Televisa, arrebatándole más de 2 millones de suscriptores.

Naturalmente, Televisa, que hasta hace un par de años controlaba más del 60 por ciento del mercado de la televisión de paga, ha resentido este rápido crecimiento de un competidor al que inicialmente no dio crédito, pero que ahora claramente representa una amenaza a su hegemonía en la televisión, por lo menos en la de paga. A eso se debe la denuncia que Televisa presentó el 28 de enero ante la Comisión Federal de Competencia en contra Dish México, MVS de Vargas y Telmex de Slim, que busca anular la alianza alegando una simulación para ocultar que la participación de Telmex va más allá de un mero acuerdo de "facturación y cobranza".

Pero en el frente "Telmex", su aliado MVS enfrenta un problemilla no fácil de resolver: la prórroga de las concesiones de 190 MHz en la banda de frecuencias 2.5 GHz, asunto que en últimas fechas fue exhibido. Si se busca evitar un nuevo escándalo en un sector en el que los escándalos son la norma, esta renovación discrecional por el gobierno requerirá de una clara y contundente justificación técnica, legal y económica, que aun no he conseguido vislumbrar.

Pero ni Telmex tiene rival en telefonía e internet, ni Televisa en televisión abierta, y nada va a cambiar en sectores de tanta trascendencia económica y política para México, como lo confirma la reciente decisión de la Suprema Corte de Justicia.

Y mientras la atención pública se pierde en las batallas entre magnates por ganar el control del mercado convergente de comunicaciones, los dos grandes duermen tranquilos: Telmex con su feudo en telecomunicaciones y Televisa con televisión abierta, conscientes de que gobierno, poderes del Estado y clase política, sin vergüenza, seguirán arrebatándose el derecho a servirles los favores.

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