Joel Hernández Santiago
Hay cosas que de plano parecen inexplicables porque tienen un sentido ajeno a su origen. Por ejemplo, uno supone que los maestros de escuela estudian para maestros de escuela porque tienen una vocación por la enseñanza, por la divulgación de las letras y su sentido, por la comprensión de las palabras y por la revelación de los secretos más recónditos a los niños a quienes ven con la ternura propia de quienes encuentran en ellos el principio del mundo y el fin de los pesares de la humanidad…
Un maestro es, para un niño, el hombre o mujer más sabios del universo; aquel en el que se resume el conocimiento y el ejemplo de lo que se debe ser y, después de todo, cuando pasan los años, uno recuerda con fraternal afecto a ese gran maestro que nos marcó la vida para ser otro en un planeta que se niega a cambiar si no es por el impulso de la imaginación, la creación y el conocimiento adquirido en las aulas en donde el guía irrefutable es el maestro o la maestra.
Si. Pero no.
O por lo menos no siempre es así. Y el ejemplo más reciente es el caso de los maestros de Oaxaca. Ellos dicen que la semana pasada se manifestaron porque querían expresarle al presidente de México, Felipe Calderón, durante su visita a Oaxaca, su rechazo por el anuncio de que los pagos a escuelas privadas estarán exentos de impuestos, con lo que se favorece la privatización de la educación en el país… etcétera.
Es cierto. La medida tomada por el gobierno (y que el PRI sin pudor alguno dice que fue idea suya y que le fue robada por el PAN) tiene visos de querer facilitar la privatización escolar en perjuicio y desprestigio de la educación pública que, según la Constitución, debe ser gratuita y laica.
El punto es que los maestros quisieron rebasar los límites de resguardo que se tienen para la seguridad presidencial y los policías federales los repelieron.
Luego de ahí lo que todos vimos. Policías golpeando a manifestantes y manifestantes enfurecidos, con palos y piedras (que por milagro de la naturaleza les aparecieron ahí) contestaron la agresión. Luego vimos a maestros en su expresión más inolvidable, golpeando vehículos con grandes instrumentos metálicos, destruyendo fachadas de edificios en el Centro Histórico de Oaxaca, pateando y jaloneando a funcionarios públicos y a policías mujer.
Carlos Marín en su artículo de ayer en Milenio dice “[se reconoció] al inexplicable subdirector de la secundaria Técnica 1, Sigfrido Olmedo Méndez, un salvaje balconeado por sus propios alumnos y quien resultó ser el del puñetazo a la mujer policía y uno de los que la patearon. Se trata de un pájaro de cuenta que, cuando “estudiaba” en el Centro Regional de Educación, fue encarcelado (1976-1977) como probable asesino de un payaso del Circo Atayde, y liberado en el marco de una amnistía”
Vi las fotos allá mismo, en Oaxaca y en verdad eran dolorosas, no sólo porque la violencia extrema es en sí mismo una muestra de animalidad y pérdida de la razón, sino porque se supone que en ellas, quienes estaban golpeando en el piso a sus adversarios eran maestros, los mismos que prometieron dedicar su vida a la enseñanza, a la formación humana y científica de sus alumnos; los mismos que por horas y días sustituyen a las figuras materna o paterna para ser parte de esa imagen histórica del niño y lo que será en el futuro…
Una de las condiciones de la democracia es la de permitir la libertad de expresión y la de manifestación, pero éstas sólo tienen sentido si se acompañan del mapa del cambio que se quiere, si a estas se acompaña la propuesta, la disposición al diálogo, primero, y luego a la exigencia.
En un intento por ponerse a salvo, el gobernador Gabino Cué cumplió con la exigencia de los maestros y ofreció una disculpa en nombre de las fuerzas públicas por lo ocurrido. Para muchos oaxaqueños esto fue una muestra de debilidad y ello propiciará que la famosa Sección XXII acuda al recurso de la confrontación para conseguir sus objetivos. ¿Lo consigue? ¿Cuáles son esos objetivos? ¿En qué punto estamos de comprensión de una Sección XXII que es beligerante y que no para mientes para suspender clases en cualquier momento en perjuicio de miles de niños y jóvenes oaxaqueños que de por sí están en la lona de la formación educativa del país y del mundo y a ello hay que sumar la cancelación de la enseñanza y el mal ejemplo magisterial?…
¿Lo ha pensado esa famosísima Sección XXII o quienes les dirigen, les ordenan, los utilizan tienen un peso mayor en su ética magisterial que sus estudiantes y su estado y su país?…
Bien que se manifiesten. Bien que exijan aclaraciones a un problema serio como es la privatización de la educación. Mucho mejor si esto habría de beneficiar y fortalecer a la educación pública.
Pero de ahí a que se conviertan en provocadores y rompan el orden de la entidad sólo porque se sienten fuertes y protegidos e intocables eso es absurdo y hasta criminal.
A Oaxaca le faltan muchas cosas, como un urgente programa de fortalecimiento a la educación y la anulación del analfabetismo; le falta incorporar a las comunidades indígenas a un gran programa de desarrollo social y productivo; le falta anular las diferencias de clases tan marcadas en la entidad en perjuicio de los más pobres; le falta salud, pan suficiente, alimento vasto y alegría; le falta un desarrollo agrícola e industrial que distribuya la riqueza de forma equitativa y justa; le falta fortalecer la pesca y rascarle a la tierra para obtener de ella las riquezas que le pertenecen al oaxaqueño; le falta igualdad, justicia y el todo cumplido para todos. En proyectos como estos siempre será reconocida la incorporación de la Sección XXII y de todas las secciones y de todas las organizaciones y de todos los individuos que quieran ayudar a salir del agujero a un Estado que es guapo, pero pobre.
No habrá en el mundo un solo demócrata que rechace las manifestaciones reivindicatorias; pero no habrá en el mundo un solo demócrata que acepte el chantaje y la fuerza de la violencia y el desorden cuando tienen aviesos orígenes y fines. jhsantiago@prodigy.net.mx
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