La aparición de Muammar al Gadaffi anunciando que, a diferencia de los gobernantes de los países del Norte del África, él morirá como un mártir, no anuncia nada bueno. Sus intentos por aplastar violentamente el levantamiento popular llevan ya, según cálculos italianos, cerca de mil muertos; cifras exactas no se conocen.
A las condenas de la UE, de la Casa Blanca, de la ONU, se une ahora un congelamiento de negociaciones de acuerdos con Europa. Con un “quiero la suspensión de las relaciones económicas, comerciales y financieras con Libia hasta nuevo aviso", del presidente Sarkozy, Francia ha sido la primera en reclamar sanciones.
Bildunterschrift: Miles abandonan Libia
La crisis humanitaria por el masivo desplazamiento de migrantes es inminente y aunque cada vez más ex colaboradores le dan la espalda, Gaddafi asevera estar dispuesto a todo. La oposición, así la televisora alemana ARD, controla ya un 90 por ciento del país. Dada la censura mediática, básicamente no se sabe mucho de lo que sucede en el país. En Bruselas, entretanto, se ha convocado a una reunión especial con representantes de los 27 países para trazar la línea que seguirá la UE; por lo pronto, las exportaciones de armas están suspendidas. De adoptar medidas restrictivas se trata.
El terrorista y el socio
En los primeros años del gobierno del autodenominado “Rey de reyes africanos”, para Europa fue muy fácil. El beduino Muammar al-Gaddafi era un terrorista: cuando no era él mismo quien ordenaba los comandos terroristas, los financiaba. A su haber tiene el atentado a la discoteca La Belle, en Berlín, a comienzos de abril de 1986. El sangriento atentado le costó la vida a dos soldados estadounidenses y a una visitante turca.
Además, con el monstruoso atentado de Lockerbie contra una aeronave estadounidense de la aerolínea Panam, en 1988, le cegó la vida a 270 vidas. Gaddafi se regodeaba en la imagen de malvado, que exigía gracias al petróleo y al gas de su país, un lugar especial en el mundo árabe. Cuando se supo que trabajaba en su propio programa atómico y que protegía a terroristas, sus relaciones con la comunidad internacional acabaron de romperse.
En 1999, sin embargo, Gaddafi cedió a la presión y a las sanciones y asumió la responsabilidad por Lockerbie. No sólo entregó a los autores y pagó indemnizaciones a los familiares de las víctimas, sino que se abrió a Europa y Estados Unidos, también porque esto facilitaba la explotación de los recursos naturales del país. Las sanciones fueron levantadas, también el embargo de armas; en retribución, Gaddafi hizo de mediador en algunos secuestros espectaculares.
Entonces comenzaron las florecientes relaciones entre organizaciones europeas y libias. Los petrodólares comenzaron a entrar al país y el bienestar de la población aumentó. En 2006, Libia fue sacada de la lista de patrocinadores del terrorismo internacional; un año después, Francia comenzó a construir una central nuclear ahí. Por la tienda beduina de Gaddafi pasaron Jacques Chirac, Gerhard Schröder, Tony Blair. Con todo, política aparte, excelentes son las relaciones comerciales de Libia a nivel internacional.
Un desarrollo que no llegó al pueblo
Antes de que en 2008 la balanza comercial entre Alemania y Libia alcanzara su punto más alto en los últimos años (5.600 millones de euros), el entonces ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, en un Foro Económico entre los dos países afirmaba: “La gente aquí tiene la gran oportunidad de convertirse en las próximas décadas en los ganadores del cambio político y económico”, decía en 2006 en Bengazi. El político socialdemócrata se equivocaba: el desarrollo económico le dejó a la mayoría de la población pobreza y miseria.
Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: Tobruk, Libia (23.02.2011)¿Mejor déspota conocido…?
“Es vergonzoso, la Unión Europea sabe que trata con un déspota que tiene como ídolos a Mao, a Stalin y a Hitler, que por años ha patrocinado el terrorismo internacional, a cuyo haber se cuenta la desestabilización de buena parte del África”, comenta Ute Schäfer, especialista de DW para África y Cercano Oriente. “En África”, sigue Schäfer, “para los refugiados, Libia es sinónimo de un Estado policial brutal. Los más de dos millones de africanos que buscan cada año llegar a Europa a través de Libia son encerrados en campamentos en los cuales los derechos humanos no tienen validez […] Es una política inhumana, que contraviene todos los valores europeos; que para ello, la UE esté dispuesta a poner fondos a la disposición, es un escándalo. Sin embargo, Bruselas, Madrid o Berlín siempre volvieron a responder lo mismo: lo necesitamos, es mejor cooperar con él”.
La situación es explosiva y cambia constantemente. Mientras miles de manifestantes siguen en las calles en el Este del país, el coronel Gaddafi se encuentra atrincherado en un Trípolis fantasmal, decenas de miles de personas buscan abandonar Libia, los precios de los combustibles aumentan, llevar a Gaddafi a la Corte Penal Internacional exige Amnesty Internacional… Así las cosas, el ex embajador libio ante la Liga Árabe, Abdulmoneim al-Honi, se ha atrevido hoy a vaticinar: la caída del régimen de Gaddafi es cuestión de días, pero no excluye más derramamientos de sangre, pues “este hombre es capaz de todo”.
Autores: Matthias von Hellfeld/Mirra Banchón
Editor: José Ospina
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