EDUARDO R. HUCHIM
Acción reprobable, irritante y pedestre, el despliegue de una lona en San Lázaro por parte de algunos diputados aludió, sin embargo, a un asunto que no debe ser soslayado y al que, acertadamente, la Presidencia le ha salido al paso por conducto de Roberto Gil. Se trata del supuesto alcoholismo del presidente Felipe Calderón, que puede abordarse desde cuatro ángulos: a) asunto de interés público; b) la percepción; c) la enfermedad no denigra; d) represalias a periodistas.
Interés público. Contra lo que erróneamente suponen personajes tan dispares como Andrés Manuel López Obrador y José Ángel Córdova Villalobos, entre otros, si el alcoholismo presidencial fuera verdadero, el tema excedería los límites de lo privado. Quizá estaría en el ámbito íntimo si el exceso fuera ocasional, pero adquiere necesariamente interés público si se trata de alcoholismo, es decir del "abuso habitual y compulsivo de bebidas alcohólicas", como lo define el DRAE.
La no privacidad del tema es más que una opinión. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (caso Tristán Donoso vs. Panamá), el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (demandas No. 29271/95 y No. 9815/82) y la Suprema Corte mexicana (casos 2044/2008 y 6/2009) han coincidido en que los funcionarios y ex funcionarios públicos pueden ser sometidos legítimamente a un escrutinio intenso y, por tanto, su derecho a la intimidad es menor que el de un ciudadano común.
Por supuesto, los diputados de la lona equivocaron el camino. Éste no puede, no debe ser el de la denostación y la burla. Si los legisladores querían abordar el tema, disponían de una tribuna para hacerlo.
La percepción. Existe una amplia percepción de que, en efecto, Felipe Calderón tiene problemas con el alcohol, y para comprobarlo bastaría con asomarse a las redes sociales, cuya relevancia acaba de ser evidenciada en Egipto. Por supuesto, aun cuando las percepciones son relevantes y no deben subestimarse, su existencia puede ser obra de malquerientes del Presidente, pero también puede originarse en hechos que la fundamenten, y en este sentido la colección de relatos es nutrida.
Antaño y hogaño, ha habido manifestaciones públicas relativas a los problemas etílicos del mandatario. Cito dos de ellas: la carta de Carlos Castillo Peraza publicada por la revista Proceso y en la cual el ideólogo panista le reprocha (31/10/97) a Calderón no haber asistido a una cita, después de haber salido "muy bien servido" de su oficina; el senador Manlio Fabio Beltrones le dijo al escritor Rafael Loret de Mola, al hablar de la sucesión presidencial: Calderón "es un alcohólico que puede estar queriendo colocar a otro como él" (2012: La sucesión..., Océano, 2010, p. 151).
La enfermedad. El alcoholismo es una "enfermedad crónica marcada por la dependencia en el consumo del alcohol, la cual interfiere con la salud mental o física y con las responsabilidades sociales, familiares o laborales" (Centro Médico de la Universidad de Maryland).
Ni el mal ni su tratamiento deben ser tomados como erosionadores del honor de quien lo padece. Enfrentarse al alcoholismo implica una alta dosis de voluntad y fortaleza, y a veces también de lucha contra factores hereditarios. Si Felipe Calderón estuviera en esa batalla, ello lo enaltecería y no debería ser negado ni disimulado, aunque tampoco sobredimensionado.
Represalias. Hay al menos dos casos en este sexenio en que el abordar el tema se ha asociado a la represalia gubernamental. El diario El Centro publicó en su portada (22/06/07) una información que cabeceó así: "Barra libre en Los Pinos. Tequila, cognac y vino beben en la Presidencia con nuestros impuestos; este año llevan 267 botellas sin contar las que se consumen en cenas de Estado". Independientemente de si esas botellas son muchas o no, semanas después el gobierno federal le suspendió todas las pautas de publicidad al Grupo Notmusa, editor de ese periódico, que no pudo sobrevivir.
El otro caso, en desarrollo, atañe a la muy prestigiada periodista Carmen Aristegui, cuyo desplazamiento de su noticiario en MVS ocurrió inmediatamente después de que hizo un breve comentario sobre el despliegue de la malhadada lona y la conveniencia de una respuesta presidencial. Tan fue acertado el comentario, que esta respuesta ya se dio, aunque están pendientes las disculpas de MVS a Carmen y su reinstalación.
Omnia
¿Y qué tal si, para atenuar suspicacias, el Presidente le concede una entrevista a Aristegui y se acelera el refrendo de las concesiones de MVS?
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