Martha Anaya
Hace un año, el 18 de febrero del 2010 para ser precisos, Andrés Manuel López Obrador andaba de gira por la región de la Montaña, en Guerrero, y ahí declaró a los periodistas: “Soy militante del PRD, fundador del PRD, ahora tengo como una licencia…”
Eso salió a relucir porque le preguntaron al tabasqueño si estaba o no con el PRD.
La siguiente pregunta ese día fue: Si tiene una especie de “licencia”, ¿qué hace o a qué partido representa?
López Obrador explicó: “Estoy dedicado a la organización del movimiento para la transformación del país y muchos se confunden o piensan que ya no estoy en el PRD, porque aparezco en mensajes de radio y televisión que corresponden a los tiempos oficiales del PT. Yo apoyo a los tres partidos y si aparezco en los medios electrónicos es para que se sepa que el movimiento está vivo”.
Cuando ocurrió esta conversación con los periodistas, el ex candidato indicó que no quería alianzas electorales del PRD, PT y Convergencia “con los partidos de la derecha” porque “no es posible que los partidos de izquierda se alíen a los partidos de la mafia del poder…; eso no lo vemos bien”.
Contó incluso que la noche anterior había tenido una reunión de trabajo con miembros de la Comisión Política del Partido del Trabajo, en donde “dejé en claro” que “no apoyaré” a los candidatos surgidos de las alianzas entre los partidos que actualmente integran el Diálogo por la reconstrucción de México (PRD, PT y Convergencia) y los partidos de la derecha.
-¿No importa perder?
-No-, sostendría entonces.
El 20 de febrero pasado –un año y dos días después de las declaraciones anteriores–, AMLO dio a conocer desde el Estado de México que había enviado una carta a Camilo Valenzuela, presidente del Consejo Nacional del PRD, solicitando licencia “como militante del partido por el tiempo en que se mantenga el contubernio de los dirigentes nacionales del PRD con Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional”.
La posición de López Obrador en contra de las alianzas “con la derecha”, como se ve, no cambió. El cambio, o el matiz si se quiere, está en el papel que jugaba ya desde entonces Andrés Manuel vis a vis del PRD y que va del “ahora tengo una especie de licencia” de hace un año, a la solicitud formal de licencia de hace cinco días.
Su relación y su actividad real frente al PRD, diríase entonces, no cambia gran cosa. Prácticamente no había relación desde entonces, y aún de tiempo atrás, fácil desde un año antes.
Sin embargo, el nuevo lance de López Obrador, su solitud formal de licencia –aunque tal figura no exista–, sí es un paso más hacia el rompimiento con el sol azteca. Ruta clara si se toma en cuenta el significado de fondo que tiene la creación de su Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), simiente de un nuevo partido.
Tal es la ruta dado que el propio Andrés Manuel ve difícil recuperar al PRD, al partido como tal. Pero aún así, no ceja en el propósito de retomar las riendas ahí con gente afín y deshacerse de los “Chuchos” y compañía. Por ello la última jugada luego de que el Consejo Nacional aprobara la consulta para la alianza con el PAN en el Estado de México.
Fue un movimiento “táctico” para tratar de recuperar el control del partido, consideran miembros del equipo Ebrard-Camacho. Está, como siempre, “estirando la liga” y “elevando el tono de confrontación”, a decir de Fernando Belauzarán, quien supone que el temor de AMLO a la alianza del PRD con el PAN en el Edomex es que ésta triunfe y la experiencia se repita para el 2012, dejándolo a él, a López Obrador, fuera de la jugada.
Es posible que tal sea la razón, pero suena endeble tal argumento porque una alianza PAN-PRD para la elección presidencial difícilmente llevaría a Marcelo Ebrard como candidato.
La solicitud de licencia de López Obrador se puede ver como un último intento para tomar el control de los órganos de dirección del PRD que habrán de definirse en marzo próximo. Y junto con ello, un ultimatum a Marcelo Ebrard para que apoye su posición en la renovación de la cúpula del partido.
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