martes, 4 de enero de 2011

Mexicanos xenófobos


Joel Hernández Santiago

January 4, 2011

Que muchos mexicanos son racistas y xenófobos es cierto. Lo que no es motivo de orgullo nacional. Es muy frecuente encontrar entre miembros de la clase económicamente alta y de una clase media emergente –apenas medio pelo-, expresiones de desprecio hacia clases sociales a las que consideran de menor rango en el país; pero aun más si esa diferencia la suponen de raza: “Es un pinche indio”, “Lo indio y lo mugroso nunca se le va a quitar”, “Parece indio, no’más le falta el taparrabo”, se les escucha en ese tono de desprecio y superioridad propio de quienes creen que por sus venas corre moronga azul.

Estos criterios racistas se mezclan con lo xenófobo y se extienden a personas que llegan a México aunque sólo sea de paso para trasladarse a EUA.

El domingo pasado, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación de la ONU, dio a conocer un documento en el que “la tolerancia de mexicanos hacia personas de otro país es menor a lo que se piensa y su expresión más grave es el trato a los centroamericanos”.

Dice ahí que “la imagen prevaleciente de México como país solidario y abierto hacia los extranjeros es discutible”. Y da algunas cifras que sustentan lo reportado: “Desde 2005 (…) 42.1% de los mexicanos no estaría dispuesto a vivir bajo el mismo techo que un extranjero y 45% de los refugiados en México reportaba discriminación laboral (…), 3.5% de los mexicanos considera a los extranjeros como un grupo potencialmente generador de conflictos de diversa naturaleza…”

Veamos: entre los mexicanos hay un terrible sentido de inferioridad. Es cierto. Y lo expresa como sin saberlo; por ejemplo, el “¡Como México no hay dos” o “¡Que viva México, cabrones!” que gritan algunos en el extranjero no es otra cosa que el complejo que persigue a quien lo pregona y quien es el mismo al que brillan los ojos ante todo aquello o aquellos a quienes considera de raza superior.

Muy raramente un mexicano despreciará a quienes provienen de países europeos, nórdicos o del norte de este continente. Sus aspiraciones por pertenecer una raza blanca, barbada y con cabellos dorados hacen, por ejemplo, que muchas madrecitas mexicanas expresen que sus hijas o sus hijos “mejoren la raza” casándose con gente de esta naturaleza.

A estos blancos y barbados y a ellas ‘de ojos claros y divinos y radiante cabellera, como el sol’ se les abren las puertas; se les endilga el mexicano sometimiento del “Mi casa es su casa”… “pásele a lo barrido, aunque regado no esté”… “Es un honor”… “Qué gusto tenerlo por esta su casa”… y se intenta hablar en su idioma, aunque sea de forma charrasqueada. Ahí se es racista al revés, pero no xenófobo.

La situación cambia cuando el extranjero proviene de Centroamérica. Ahí sí se es xenófobo y racista y delincuente y corrupto: la transformación es patológica. Para los que vienen del sur no hay esa “puerta abierta” y sí: “todo está cerrado”.

Hay mexicanos que ven a los centroamericanos como personajes menores, ‘indios’ provenientes de la república de la pobreza, del vacío, del sin futuro y con un origen mísero, similar al que vivió y que considera superado ese personaje siniestro del México patético.

Pero, éjele, que los centroamericanos son mucho más similares a nosotros que otras culturas ‘de nácar’. Son, por origen y cultura, hermanos nuestros y muy cercanos a nuestra propia tragedia porque muchos de nuestros compatriotas, como ellos, también han salido y salen en grandes cantidades cada día para buscar solución a la pobreza y a la tragedia social de no tener nada para mañana, ni ellos ni sus hijos.

Los centroamericanos que cruzan por México son semejantes a esos 10.1 millones de mexicanos que según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se fueron de México hasta diciembre de este año. [De esto hablaremos con más detenimiento en otro momento]; son semejantes a ese 10 % de la población mexicana que ya se fue, millones de los cuales sufren vejaciones y penurias tan dramáticas como las que se les asesta a ellos en México. Allá, en el norte, a nuestros mexicanos al grito de libertad también les hacen “fuchi” y les persiguen y les echan a los perros en Arizona y los sacuden y los encierran y los hacen perderse en un desierto insospechado.

En México hay abuso, robo, extorsión, explotación laboral, abuso sexual, violación, secuestro, trata de personas… y muerte, por parte de mexicanos a trabajadores centroamericanos. Ahí se pasa de lo xenófobo a la corrupción y a lo criminal.

Les ven frágiles. Les ven con posibilidad de sacar ventaja económica. Les ven como sujetos de intercambio económico y como presa sexual o de caza. Existe complicidad y corrupción de malos funcionarios que conocen el problema y lo toleran porque sacan ganancia de todo ello en tanto que al gobierno de EUA le conviene esta situación pues aquí se retiene a trabajadores que no quiere en su país.

Ser xenófobo y racista libera a muchos de sus complejos, pero daña a más en su dignidad y en su honor y en sus derechos legales.

Esto requiere atención gubernamental no sólo para proteger a los migrantes, cuidarlos y garantizarles el procedimiento de ley, por medio de la ley y sus derechos humanos; pero también urge un amplio programa nacional que nos proteja a nosotros, de nosotros mismos.

El fenómeno del crimen organizado en contra de migrantes debe atenderlo la PGR sin abusos y sin victorias ficticias; a Educación Pública, Desarrollo Social, Gobernación y más, corresponde iniciar un amplio e intenso programa de lucha en contra de prácticas xenófobas y racistas en México: estas son oficinas de gobierno cuyos titulares siempre ‘lamentan’ este fenómeno y hablan de ello en forma empalagosa en foros nacionales e internacionales pero para el que no han hecho absolutamente nada para solucionarlo.

A la sociedad nos corresponde una seria reflexión respecto de lo que en verdad somos y cómo debe ser una nueva relación con quienes vienen de fuera para buscar la vida en otra tierra que no es su tierra, como nuestros 10.1 millones de mexicanos que andan navegando por allá, en tierra de sheriffes. jhsantiago@prodigy.net.mx

3 comentarios:

Anónimo dijo...

somos xenofobos los mexicanos eso es verdad.Ejemplo viviente:el tamaulipeco ve al veracruzano como vulgar y mal hablado,y al tamaulipeco se le ve como renegado que se quiere ver y sentir norteño "gringo" sin serlo,y que curiosamente esa actitud prepotente no la tienen con sus mujeres quienes los opacan y sobajan,algo que en veracruz no es muy aceptado.El veracruzano del norte no es aceptado por el resto de los veracruzanos porque los primeros se consideran e identifican con tamaulipas,estado donde por cierto no los aceptan

Anónimo dijo...

Entre Poblanos y Veracruzanos hay una situacion similar:El poblano es considerado "mocho e hipocrita"en Veracruz,y estos ultimos son vistos como gente floja mal hablada y de malos habitos.Es verdad que en todas partes se cuecen habas.El chilango es visto en varios estados como "gandalla"y se le tiene en concepto de ladron a quien debes "cuidarle las manos",lo mismo al mexiquense

Anónimo dijo...

Es todo esto el reflejo de una cultura racista y xenofobica,producto de la mala educacion del Mexicano promedio,sin embargo,el "norteño" promedio no suele ser amable,y su trato es seco,frio,cortado y cortante,poco practica la costumbre del saludo correcto a las personas,y esto se observa en entidades como Tamaulipas,Nuevo Leon,Coahuila,Chihuahua en particularalgo que en la mayoria de las demas entidades es visto como grosero inculto y agresivo