La soberbia es una actitud que acompaña a quienes gobiernan, tanto a los que mandan como a los que los obedecen para instrumentar en políticas públicas las mayores aberraciones administrativas. Lo terrible es que hoy lo vemos con mayor frecuencia, de otra manera no se entiende la absurda declaración del encargado del despacho de Gobernación, José Francisco Blake Mora.
En un comunicado emitido durante el fin de semana, sostiene que después de luchas históricas contra el viejo régimen, que suprimió por décadas las libertades de los ciudadanos, la democracia llegó para quedarse y ser el eje fundamental para transformar al país. Afirma el boletín de prensa: “Este es el camino y el rumbo por el cual estamos construyendo mediante las instituciones el nuevo México: más libre, con mejores oportunidades y posibilidades de desarrollo”.
El secretario subrayó que apenas al inicio del milenio, menos de la mitad de los mexicanos tenía cobertura médica y hoy, en plena democracia, más de 93 millones tienen acceso a la salud, superando tan solo en un lapso de 10 años lo alcanzado durante todo el siglo XX.
¡Vaya cachaza!, ya podremos atestiguar a la vuelta de las próximas elecciones presidenciales qué tan clientelista fue el seguro popular y cuánta vida le queda. Nada más efímero que la salud.
En cuanto a las libertades a las que se refiere, vayamos a las cifras, para constatar el precio de la democracia que trajo al país Acción Nacional.
Juan Miguel Alcántara, secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, declara que el homicidio doloso creció en 2010 12 por ciento; son Chihuahua, Tamaulipas, Durango, Nuevo León y Michoacán las entidades que concentran el 70 por ciento de la incidencia de este delito. El secuestro creció en siete por ciento a nivel nacional. Su incidencia se concentra en los estados de Chihuahua, Durango, Morelos y Guerrero.
Alcántara Soria dice que “la estadística cerrada al año 2010, indica que el 93 por ciento de los delitos que se cometen, incluyendo homicidios, robos o secuestros, son competencia de las autoridades estatales, no de la autoridad federal, y sobre ese renglón vamos a actuar en consecuencia”.
Durante la primera Reunión Nacional de Secretarios Ejecutivos de los Consejos Estatales de Seguridad Pública, el funcionario aclaró: “no hemos puesto suficiente énfasis en los tres órdenes de Gobierno en la prevención del delito y, en general, en la prevención social de la violencia”, de ahí que por lo menos el 10 por ciento de la bolsa de recursos destinada a seguridad pública, que equivale a 13 mil 800 millones de pesos, se aplique a prevención del delito.
Leídas las estadísticas, reflexionadas las declaraciones del secretario de Gobernación, meditado durante cuatro años acerca de las razones que definieron que la guerra al narcotráfico y a la delincuencia fuese a sangre y fuego en lugar de optar por un proyecto de inteligencia, de seguridad nacional, para erradicar a los cárteles de manera quirúrgica, sin exponer a la población civil, sin facilitar la muerte de menores, sin castigar la economía y la confianza en las instituciones, no queda sino darle vueltas en el caletre a lo escrito por uno de mis gurús filosóficos:
“Sólo la perspectiva de la muerte -la propia, la de los demás, eso es lo de menos- convierte la vida en real. La muerte es la única certeza que tenemos. Cuando morimos el mundo no cambia, sino que desaparece. La muerte no es un acontecimiento de la vida. Pero el asesinato…, el asesinato sí lo es.
“Reflexionad sobre el concepto de asesinato: la afirmación de uno mismo mediante la negación del otro. La creación de uno mismo mediante la aniquilación. Y cuanto más peligrosos son para la sociedad esos otros que deben ser destruidos, mayor es esta creación de uno mismo, ya que en este caso el asesinato obedece a un fin bien preciso. De este modo, se evita cualquier asomo de nihilismo. El acto verdadero de pura decisión ya no se comete al azar, sin apenas tener en cuenta su significación. Todo lo cual nos da la clave para resolver el problema: saber qué grado de verdad hay en el solipsismo”.
De allí que comparta la idea, el diagnóstico expresado por Denise Dresser: esta nación está inmersa en un colapso moral, y mientras los gobernantes, los líderes sociales, los mexicanos todos no se muestren decididos a salir de él, no habrá solución para el futuro inmediato. Lo que asoma, es el espejo negro de Tezcatlipoca.
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