En El arte de la guerra, el general chino Sun Tzu (544 a.C.) dice que la guerra había que ganarla antes de declararla o de que existiera en sí misma y que “la guerra es el Tao del engaño”, con ello establecería que “el estratega virtuoso debía basar todas sus decisiones militares, buscando, primero, distraer la atención del enemigo en los elementos más sobresalientes de su posición, y de no tenerlos, inventarlos”.
Ya Carl von Clausewitz (1780-1831) nos heredó su famoso concepto de que la guerra es “la continuación de la política por otros medios”. Esto se aclara porque la guerra tiene sentido sólo si con ella se consigue “desarmar al enemigo, no exterminarlo”; de ahí el desarme mutuo que imposibilita la guerra y da paso a la política…
El Instituto de Investigaciones de la Paz Internacional, de Suecia, define a la guerra como todo aquel conflicto armado que cumple dos requisitos: enfrentar al menos una fuerza militar, ya sea contra otro y otros ejércitos o contra una fuerza insurgente y haber muerto mil o más personas. [En México fueron más de 12 mil muertos en 2010 y son más de treinta mil en lo que va del sexenio del señor Felipe Calderón.] …
Para todos está claro que la limitación de la violencia es la esencia misma de la civilización.
¿Qué guerra vivimos en México? ¿Es la simple confrontación entre pandillas violentas para defender territorio y trasiego de narcotráfico y su dinero? ¿Es una guerra de Estado? ¿Es una lucha por el poder social? ¿Es el capricho de uno y otro por mostrar más poder y más fuerza a costa de vidas humanas? ¿Es una rebelión social causada por la falta de trabajo y de oportunidades en un país sin oportunidades para todos? ¿De qué tendrá que avergonzarse nuestra generación en los años que vienen?
O bien, preguntemos como Rulfo, en Luvina: “¿En qué país vivimos?”, porque el que vemos hoy ya es irreconocible. En su desgobierno y en su criminalidad y tragedia económica y social, en este momento este no es el país por el que se nos dijo que teníamos que estudiar fuerte, trabajar duro, entregarse a la lucha por la vida y por un futuro brillante y en paz, en un país dechado de virtudes en donde se expresara nuestro apego a él y nuestro orgullo de ser mexicanos… etcétera. ¿Es este el México que hemos construido colectivamente?
El sábado pasado se encontró a un grupo de 15 personas decapitadas en Acapulco, Guerrero. En las horas siguientes fueron apareciendo más muertos, algunos de ellos decapitados, hasta ser 31. Entre ellos había menores de edad. En el país fueron más de cincuenta los muertos tan sólo en un fin de semana.
Casos trágicos como ese han ocurrido de otro modo, aunque lo mismo, en Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa, Michoacán, Durango, Yucatán…y más. Es decir, en una gran parte del país; territorio en el que predomina la violencia, el crimen, la insubordinación, el tú a tú con las fuerzas del Estado y, como consecuencia el miedo social y como alternativa en muchos casos la huida por terror.
Lo dicho: hay más treinta mil muertos -oficialmente reconocidos- en esta lucha entre gobierno y criminales-beligerantes. Muchos de los muertos ha sido civiles, entre ellos hay niños y niñas.
Da la impresión del que el gobierno mexicano no sabe contra quién está peleando; no sabe quién está detrás de todo esto; asegura que esta batalla es una guerra entre pandillas de narcotraficantes pero evidentemente ésta va más allá del interés financiero o estratégico. ¿Quién lo sabe? Por las rendijas que nos permiten asomarnos a ese pestilente mundo criminal se pergeña también una guerra entre gente de gobierno: Es la corrupción, es la complicidad, es la delincuencia con credencial de gobierno, es el crimen subrepticio en contra de las instituciones democráticas que hemos querido construir; es el predominio del aquí y ahora frente a la trascendencia humana y la paz social. Es, también, gobierno contra gobierno.
El crimen organizado tiene en jaque a las fuerzas del Estado, y no a la inversa; su fuerza parece ser muchas veces superior a las del gobierno y su estrategia de ataque es más eficiente que la de éste. Sus armas de guerra son más sofisticadas y renovadas que las del gobierno y cuestan millones ¿alcanza para pagar con las ganancias millonarias que tienen por narcotráfico? ¿A qué se atienen con esta inversión? Ya están en la cárcel “los más buscados” de siempre, pero las matanzas continúan con más intensidad y son dolorosas.
A las campañas de gobierno del ‘Estamos trabajando por ti’; ‘Es por nuestros niños’… ‘Todo está bien en México’, como si se quisiera ridiculizar ese optimismo mediático, los malosos envían ráfagas de armas de alto calibre o mandan mensajes en los cadáveres de seres humanos muertos con saña, mutilados y exhibidos en su peor condición humana.
¿Quién capacita a ese crimen organizado? Ciertamente está organizado, pero ¿quién lo organiza? ¿Quién les enseña las estrategias de guerra o guerrilla? ¿Qué fuerza irreconocible comanda esta confrontación desde la oscuridad de anonimato y con tanta fuerza? ¿Lo sabe el gobierno en sus tres niveles? ¿Qué pasa con la muerte de alcaldes y políticos?
Cuando se inicia una guerra, dice Sun Tzu, se debe conocer bien al enemigo y su estrategia. No ocurre aquí aunque sí algo insospechado en un gobierno católico, de derecha y de la vela perpetua: la guerra del ojo por ojo bíblico.
En la guerra se requiere inteligencia, sagacidad, valor, orden, estrategia, previsión y humildad para reconocer que no se acaba con el enemigo ‘vivo o muerto’ pero si con el predominio de la ley; y que “el estratega virtuoso debía basar todas sus decisiones militares, buscando, primero, distraer la atención del enemigo en los elementos más sobresalientes de su posición y, de no tenerlos, inventarlos”…
“La guerra había que ganarla antes de declararla o de que existiera en sí misma” o bien “la guerra tiene sentido sólo si con ella se consigue desarmar al enemigo, no exterminarlo” y ponerlo a disposición de la ley en un Estado de derecho y de justicia. jhsantiago@prodigy.net.mx
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