martes, 18 de enero de 2011

Anabel

Francisco Rodríguez

January 18, 2011

Me debía a mí mismo estas líneas. Las de reconocimiento a Anabel Hernández. Las que se solidarizan sin reserva con una periodista que se califica a sí misma cual “incómoda” y que, por tal, ha sido amenazada de muerte tras la publicación de su más reciente libro: Los señores del narco, prácticamente agotado ya en todas las librerías del país.

Paradigma de ese periodismo que no halaga, que ni siquiera es condescendiente con quienes mal ejercen el poder público, la menudita y aparentemente frágil Anabel despliega “con su pluma y su libreta” un ímpetu justiciero a través de la denuncia pública.

Y con esa pluma, sobre esa su libreta, han quedado indelebles escándalos políticos que, sin excepción, todos le hemos seguido: desde el llamado “Toallagate” que culminó con la salida de un chivo expiatorio de Los Pinos –Martha Sahagún quería señalar cual responsable de aquella compra en Frette a María Cristina Fox–, pasando por los no pocos negocios y saqueos de la entonces (mal) llamada “pareja presidencial”, hasta más recientemente la corrupción, las complicidades, los negros antecedentes de quienes se desempeñan al frente de la Secretaría de Seguridad Pública de la fallida Administración federal.

Son ellos, a decir de Anabel, quienes la han amenazado de muerte. Que simulando un accidente. Un asalto. Un “levantón”. Porque estos dizque funcionarios, al igual que sus empleados, consideran que todos aquellos que ejercen la crítica sobre su actuación, son narcos o cuando menos cómplices de los criminales.

Reportera trashumante, como muchos de quienes no somos gratos a editores sometidos al poderoso en turno, Anabel ha dejado huella en muchas redacciones. De todas ha salido por congruencia a sí misma. Coherente, también, con los lectores que le seguimos donde quiera que ella firme.

Anabel no transige. No negocia.

Perspicaz, analiza correctamente las situaciones. Vea usted si no es así cuando, en una reciente entrevista que le hiciera el colega Rogelio Hernández López, en la revista Zócalo, ella habla de las amenazas de muerte que ha recibido:

“Esto de las intimidaciones de la Secretaría de Seguridad Pública federal no es nuevo. Yo lo vengo sufriendo desde 2008, después de mi libro Los cómplices del Presidente. El secretario García Luna se atrevió a comentar, en un desayuno, con un alto funcionario de un muy prestigiado medio de comunicación en México: ‘Anabel Hernández es mi peor enemigo’.

“Cuando este amigo me citó también a desayunar para comentarme esto, a finales de 2008, la verdad, le tomé el comentario como broma. Le die: ‘¡ay sí, cómo no! ¿Cómo va a decir que yo soy su peor enemiga, si se supone que el señor combate a los narcotraficantes, a los secuestradores? Si yo soy su peor enemiga, entonces es la prueba irrefutable de que los demás son sus amigos. Porque si una mujer, una libreta y una pluma son sus peores enemigos, significa que está trabajando para el lado contrario (…)”

Hija de un padre asesinado, madre que trabaja desde muy temprano hasta muy tarde para que sus hijos crezcan en un país distinto al que hoy está bañado de sangre, Anabel es humana y tiene miedo.

Cuenta con la protección de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Y con la de las autoridades que procuran justicia en el Distrito Federal. Pero también con el apoyo y la solidaridad de no pocos colegas, de sus muchísimos lectores, de todos aquellos que, como ella, queremos un México en el que sea desterrada la injusticia y, sobre todo, la impunidad.

Anabel Hernández es un peligro para los corruptos, para quienes usan al poder público para sus enjuagues privados, para aquellos que hicieron escarceos para pactar con el narco, para quienes protegen a Joaquín El Chapo Guzmán, para quienes derribaron el avión en el que viajaban Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, para aquellos que deberán ser sentados en el banquillo de un juicio popular por los muchos crímenes que han perpetrado estos últimos diez años…

Mi solidaridad y un gran beso para Anabel.

No estás sola, querida amiga. Somos más de los que ni siquiera tú puedes imaginar.

Índice Flamígero: Poco antes de que el PRI perdiera el poder presidencial, durante el zedillato, José Ángel Gurría vaticinó ante una audiencia de inversionistas japoneses, que el tricolor gobernaría “25 años más”. Se equivocó en su predicción. A eso me sonó la profecía del rijoso ocupante de la Secretaría del Trabajo, Javier Lozano, quien ha dicho que el PAN –partido al que se asimiló hace poco– estará en Los Pinos “hasta el 2030”. ¡Que la boca se le haga chicharrón!, ¿no cree usted?

www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com

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