Gregorio Ortega Molina
El cinismo en política es malo, pero es inicuo cuando desde el poder se alienta la confrontación entre los gobernados. Comportarse de esa manera favorece, estimula, acelera el rompimiento del tejido social por la peor de las causas: el rencor entre clases, entre los que tienen de más y los que carecen de casi todo. Pareciera que las ideas y la ideología desaparecieron, y con ellas los valores que establecían los referentes éticos para el comportamiento civil. Hoy, como cuando declararon la muerte de Dios, todo está permitido, incluso aliarse electoralmente –no es un acuerdo político ni de gobierno- con quien se niega a reconocerse en el otro, o usar a los testigos protegidos de la PGR para la calumnia.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dictaminó que la injerencia de Vicente Fox Quesada en las elecciones presidenciales de 2006 incidió en que fuese una contienda inequitativa, pero que no había elementos para determinar cuánto, de qué manera. Años después el mismísimo Fox, en entrevista, declaró haber hecho todo lo posible para impedir que Andrés Manuel López Obrador llegara al poder, y se ufanó de ello.
El mismo Tribunal también sentenció que el presidente Felipe Calderón Hinojosa había violado el artículo 41 constitucional en la contienda de 2010, pero que no había manera de sancionarlo.
¡Y todo mundo tan campante! No puede ser, pues mientras el Tribunal Electoral cumple con su función, la sociedad, el Congreso, los mexicanos todos parecen sumidos en una anomia indecente, perversa y riesgosa, porque en los hechos hay un corrimiento hacia la extrema derecha, hacia la tentación del autoritarismo sin restricciones.
Que Fox se ufane de haber violado la ley lo coloca dentro de esa indefinición que E. M. Cioran obsequió en una entrevista a Branka Bogavac Le Compte.
–No tiene usted buena opinión de los políticos. Según usted, son todos malos y sólo puede hacer política quien sea un tramposo.
–En parte es verdad. Un tipo inocente no puede hacer política, pues no puede ser un cabrón. Un político ingenuo es una catástrofe para su país. Los políticos mediocres son ingenuos que se hacen ilusiones y eso tiene consecuencias nefastas. Si el político es ingenuo, es peligroso. Son cosas aparentemente sencillas, pero en el fondo muy importantes. Lo que es curioso es que la experiencia de la vida muestra cómo se equivocan personas que se creen muy inteligentes. Los políticos verdaderos son los que no se hacen ilusiones. De lo contrario, perjudican, son peligrosos para su país. Por eso es algo tan raro un político decente.
Lo que hacen Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa con esa actitud electoral, con ese quebrantamiento de su mandato constitucional, se corresponde exactamente a lo mismo que rechazan, critican, combaten en Andrés Manuel López Obrador, y conduce directamente a la confrontación social, pero no por razones ideológicas, sino por las que separan al gobierno de la sociedad: corrupción e impunidad, porque abusar del poder para incidir en una elección es una actitud impropia, inconstitucional y colindante con la corrupción ética y moral que tanto dicen combatir.
En cuanto a la impunidad, mientras el fuero les permita seguirán adelante, pero en el caso de Vicente Fox Quesada, ¿dónde están los honorables políticos de la oposición que pueden actuar y además conducirse conforme les dicta el mandato constitucional -si son legisladores- para, conforme a la ley y si así procede, sancionarlo conforme a derecho?
Todo indica que permanece viva la respuesta que Miguel de la Madrid Hurtado dio a Carmen Aristegui: la impunidad es la mejor correa de transmisión para que el sistema funcione.
Ahora, quizá, pudiéramos entender por qué la transición está interrumpida. Puede ser cierto, como me advierten varios analistas políticos, que todos continúen comiendo sopa del mismo plato: priistas, perredistas y panistas.
Lo otro lo refiere el personaje de El hombre sonriente. <
Sí, lo han complicado tanto, que con esa actitud sólo México pierde.
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