sábado, 11 de diciembre de 2010

Problemas pendientes




Rafael Segovia

¿Qué ha sido de la reunión, congreso o lo que se dé en Cancún en la que el Presidente ponía todas sus esperanzas? Las anteriores, todo el mundo lo sabe, terminaron en un sonado fracaso. La próxima, que será en la Unión Sudafricana, celebrará el fracaso de la de México. Cabe preguntarse el sentido multitudinario de estas reuniones, por qué hay delegaciones gigantescas, de países muertos de hambre, que se angustian ante la concentración de ozono o la desglaciación de la Antártida. La prensa del lunes ni siquiera menciona la magna reunión de México: los señores delegados debieron pasar el domingo en Chapultepec o en las pirámides, contemplando un cielo de invierno pero limpio en su honor. Nos preguntamos cuántas reuniones de éstas nos esperan, cómo nos gastaremos el dinero en que nuestros presidentes viajen y se encuentren con otros e intercambien puntos de vista sobre el clima.


Las preocupaciones pueden y deben ser otras, y en primer lugar la educación de la cual sabemos poco: se ha progresado -o han progresado nuestros niños- en matemáticas pero siguen estancados en español, quizás porque les cuesta trabajo aprender la modificación compuesta por la Real Academia sobre el nombre de la letras, que sería lo de menos. La lectura, que debería ser lo más importante, está abandonada por los niños y por los adultos. Todo lleva a este abandono, empezando por el precio de los libros, siguiendo por la escasez de librerías en nuestras ciudades y terminando por la falta de aprecio por nuestros escritores. De seguir por este camino terminaremos por ser un país analfabeto, a la altura de cualquier estado africano, que no es culpable de la falta de desarrollo de su cultura.

Si la educación de nuestros niños debe ser la principal ocupación del gobierno, no sabemos en dónde pondríamos el problema de los cambios climáticos y todo lo referente a este mundo donde vivimos. Hacer de esto un tema educativo resulta un tanto exagerado cuando nos encontramos con cientos de temas que exigen la atención de los gobernantes, dándoles también una atención primaria. Estamos en pleno WikiLeaks, y la noble indignación que ha despertado. Poner ante los ojos de todo el mundo el desprecio que la primera potencia de los países grandes y poderosos por todos, lo que piensa de ellos, y tener la seguridad de que todos soportarían con paciencia e incluso con agradecimiento lo que de ellos dicen su amor y ser con temor lo que aun se puede decir, es algo totalmente novedoso en el terreno de las relaciones internacionales. En cuanto a los detalles publicados por los suecos, sobre los autores de la filtración cataclísmica de los autores, es algo que supera la imaginación y el buen gusto. Los suecos, que se paseaban por el mundo convencidos de que todo el mundo los tenía por un modelo de legislación avanzada, que nos permitan decir que, en México, algunos retrógrados consideramos que son unos sucios en materia de legislación sexual, y que vale más vivir en México que cerca del polo norte. Ya tiene la moral universal en la cárcel al autor de unas violaciones de suecas que se ganaron a pulso la violación que no nos parece tal.


Se estará de acuerdo o no con la operación WikiLeaks, con la que no se coincidirá nunca es con la diplomacia secreta, que se supone se imponía como una necesidad en el pasado. Sorprende la disputa por un cuadro impresionista, por hermoso que sea no debe ser materia del Departamento de Estado de Estados Unidos, que nos sorprende una vez más refiriéndose a sus propios tribunales para determinar su propiedad, que está enredada por haber sido el cuadro expoliado por los nazis. Si en uno de los museos norteamericanos no figuraran más que las obras de los pintores norteamericanos, serían lo más parecido al desierto del Sahara. Se entiende que, las obras, en este caso francesa, se defienda su propiedad con uñas y dientes para exhibirlas con un orgullo de mala ley en el Metropolitan.


Ahora que se acerca la navidad comprenderemos mejor el valor del arte. La visita de los museos se impone y damos las gracias en que pese a todos aquí tenemos lo mejor que se rescató en el siglo XVI. Poco en los siglos posteriores. Hubo que esperar la llegada de especialistas tardíos europeos, comerciantes de arte mexicano por añadidura, para encontrarnos con el rescate de algunas culturas. Otras, la Jaina, por ejemplo, ya se habían ido, y para siempre y sin poder reclamar nada en los tribunales.

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