¿Una generación perdida?
Octubre, 2009: una comitiva de patrullas de la Policía Federal realiza una serie de investigaciones para ubicar el paradero de compañeros suyos que habían sido levantados horas antes por un escuadrón de hombres armados pertenecientes presuntamente a la agrupación de La Familia Michoacana, en las inmediaciones del poblado de Acámbaro, cerca de Morelia.
Mientras realiza sus indagatorias, un niño de alrededor de nueve años de edad se acerca a ellos con un sobre amarillo. Al llegar con los policías, el pequeño les entrega el documento y, sin dar más detalles, se marcha del lugar. Y es allí donde se manifiesta la sorpresa: al interior del sobre, se encuentran las credenciales oficiales de los nueve elementos que habían sido desaparecidos, además de una hoja en la que se especifica que ya están muertos y una advertencia para frenar la lucha contra La Familia.
Esta estampa refleja un fenómeno que empieza a manifestarse con mayor frecuencia y que provoca escalofrío: la creciente participación de menores de edad en actividades ilícitas, particularmente en el narcotráfico, para cumplir funciones que pueden llegar hasta el sicariato.
Otro caso: a través de un video difundido en el portal también conocido como Blog del narco, se da cuenta de una situación escalofriante. En el video se interroga a Cristian García Martínez, alias El Cris. El joven, de alrededor de 15 años, relata que trabaja para la organización del Cártel del Pacífico Sur (CPS), grupo nacido de la separación de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, y los hermanos Beltrán Leyva.
“El mero patrón es Abel Maña, y el jefe de los sicarios Julio El Negro Radilla, que trabaja con El Ponchis, Alanis y El Arcárgel. Ellos nos dan tres mil dólares por cabeza, pero cuando no encontramos a los que nos piden matamos a inocentes para que nos paguen”, comenta El Cris.
Bajo este contexto, en la comunidad de sociólogos del país se enciende la alerta porque consideran que México está registrando un caso grave que ya está impactando en su tejido social y que puede derivar en la pérdida de una generación de mexicanos que, ante la falta de políticas públicas que promuevan su desarrollo, se enrolan en el crimen organizado.
Según información publicada en el Informe Alternativo sobre el protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos de la Infancia en México, una buena parte de los nuevos integrantes del crimen organizado y de los grandes cárteles de la droga en México son jóvenes que inician su carrera delictiva desde los 10 años de edad.
Estadísticas del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) detallan que durante los últimos cuatro años el narcotráfico ha reclutado entre 25,000 y 35,000 menores de edad que hoy trabajan al servicio de alguno de los siete cárteles que hacen de las suyas en todo el país.
Además, de acuerdo con diversos especialistas en la materia, la edad de reclutamiento inicia entre los 10 y 12 años, cuando antes rondaba entre los 20 y 21 años. En consecuencia, a partir del establecimiento de la estrategia de guerra en contra del narcotráfico lanzada por el Presidente, han fallecido cerca de 1,200 jóvenes menores de edad.
Por otro lado, una de las principales razones por las cuales los cárteles se han inclinado por integrar a menores de edad a sus escuadrones se relaciona con la “inmunidad” con la que cuentan los menores de catorce años, quienes por ley no pueden ser sentenciados a fuertes penas aunque hayan asesinado, secuestrado o torturado.
Bajo esta circunstancia se ha registrado un incremento en el número de delitos federales cometidos por jóvenes. El número de actividades ilícitas cometidas por los menores infractores se ha elevado hasta 34% en ciudades como el Distrito Federal, donde mientras que 2009 se contó con 3,843 detenidos, en lo que va del año ya se han capturado a más de 5,000.
LA RAÍZ DEL MAL
Bajo el cristal sociológico, la falta de opciones para poder tener un desarrollo integral que permita tanto a jóvenes como a niños integrarse a la sociedad es la principal razón que promueve lo que ya se conoce como narcoinfancia.
Según el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), México tiene 112 millones de habitantes y, de esta cifra, 35 millones son jóvenes. Con estas cifras en mano, se cree que hay cerca de siete millones que no estudian ni trabajan, y que son caldo de cultivo para las mafias.
Bajo este panorama, Javier Orozco Gómez, presidente de la Comisión de Juventud y Deporte del Senado de la República, llama a que se tomen las medidas necesarias para que estos jóvenes que se encuentran hoy sin aspiraciones no alimenten lo que podría ser una generación perdida.
“Desgraciadamente nos puede suceder como en otros países, donde los jóvenes terminaron perdiéndose por la falta de espacios para la educación y la ausencia de empleos bien remunerados, tanto para los profesionistas como para los que no lo son”, precisa.
Así, el senador por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) indica que para evitar que se tenga finalmente una generación perdida, es importante invertir en rubros como el de la ciencia y la tecnología, mismos que son fundamentales para el progreso del país. “No podemos seguir esperanzados en que el petróleo sustente la economía mexicana, ya es momento de invertir en educación, ciencia y tecnología”, agrega.
Al respecto, Héctor Castillo Berthier, sociólogo y catedrático de la UNAM, sostiene que el país pasa por un momento sumamente delicado ya que hay un ejército de mexicanos que pueden perderse en el terreno pantanoso de la delincuencia, algo que consecuentemente podría minar el Estado de derecho. “En México hay cerca de siete millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, y que son el ejército potencial del crimen organizado”, menciona.
Visto así, y como sucedió hace unos años en Colombia, muchos niños mexicanos son presa del hampa, pero también son víctimas de la falta de políticas públicas que promuevan su crecimiento.
Ante la complejidad del panorama, Javier Orozco urge a atajar el problema con educación, misma que sería complementada con actividades, como el deporte, que apoyen el fortalecimiento mental de los jóvenes. En ese sentido, señala que si bien es necesario comenzar a trabajar con los pequeños que se encuentran en los primeros años escolares, también es necesario que no se pierda de vista a los jóvenes que se encuentran inmersos en la problemática.
“Tenemos que ver a la educación de una manera integral, no puedes perder a los que ya van avanzados y dedicarte a los que van iniciando. No. Se tiene que ver los diversos segmentos de estudio que hay y pensar cómo fortalecerlos”, precisa.
En conclusión: la narcoinfancia es un problema multifactorial, pero la educación se plantea como la principal respuesta para combatirla. Así, en los hechos, la aplicación de políticas públicas de inclusión podrían inhibir el hecho de que haya niños que por unos pesos decidan incursionar en las telarañas del narcotráfico.
EL DRAMÁTICO CASO DE “EL PONCHIS”
Un “narconiño” se ha robado, literalmente, las ocho columnas de los diarios. Es Edgar Jiménez Lugo, mejor conocido como El Ponchis, quien es considerado como una persona sanguinaria, que se dejó seducir por el narco y que recientemente fue detenido.
El pequeño de 14 años de edad es el último caso que ha despertado la capacidad de asombro de los mexicanos. Desde los 11 años, Edgar se incorporó al crimen organizado, específicamente al Cártel del Pacífico Sur (CPS), heredero del Cártel de los Beltrán Leyva.
Entre las principales actividades que realizaba El Ponchis se encontraba el secuestrar, torturar, asesinar y mutilar a sus víctimas, mismas que le eran señaladas por su jefe, Julio El Negro Radilla.
Hasta el momento, a El Ponchis se le han adjudicado cerca de 300 ejecuciones, por las cuales recibía hasta 3,000 dólares por cada una.
Según versiones periodísticas, la agrupación de sicarios que maneja El Negro Radilla recluta semanalmente a jóvenes de entre 11 y 23 años, a quienes expone a través de videos en internet para intimidar a sus enemigos.
Por ahora, el presunto sicario adolescente está sujeto a proceso judicial y bajo prisión preventiva en un lugar reservado por la autoridad. El Ponchis está a la espera de la resolución de un juez, que le imputará una sentencia que no podrá exceder los tres años de prisión a pesar de que se le compruebe ser responsable de delitos del fuero federal, como el homicidio y algunas de sus crueles variantes.
El próximo año se conocerá la suerte legal del niñonarco que, asegura, sólo se drogaba y no sabía lo que hacía. Por lo pronto, El Ponchis promete una cosa en caso de salir en libertad: “Me voy a ir por la derecha, trabajaré de lo que sea menos de eso”.
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