El Universal
Las imágenes son ilustrativas. De una parte, EL UNIVERSAL, el 28 de diciembre (p. A5), informó que los familiares de la activista Marisela Escobedo, asesinada el 16 de diciembre, abandonaron el país a causa de las repetidas amenazas de muerte recibidas: “La secretaria general de Gobierno [de Chihuahua], confirmó que el esposo, tres de sus hijos y una nieta—hija de Rubí Frayre, asesinada hace dos años y causa del activismo de Escobedo— se trasladaron el domingo pasado a El Paso, Texas, donde permanecerán indefinidamente.” De otra parte, la BBC de Londres, en su página de internet, presentó un día antes, el 27 de diciembre, un reportaje basado en la vida de Francisco de Souza, quien se vio forzado, tiempo atrás, junto con su familia, a abandonar Tiangua, en el estado de Ceará, en Brasil, para huir de la pobreza extrema. Se trata de dos ejemplos específicos de familias cuyos motivos para migrar llaman a la reflexión.
Junto con millones de personas del Noreste del Brasil, Francisco se movió al Sur de su patria en busca de mejores perspectivas de vida. Gracias al desarrollo económico que comenzó en la época en que gobernó Fernando Enrique Cardoso y que continuó durante la administración de Luiz Inácio Lula da Silva, muchos de esos emigrantes han regresado a sus lugares de origen. Y lo hacen cargados de dinero.
En este mismo reportaje de la BBC, Souza menciona que cuando llegó a Sao Paulo no tenía ni zapatos. Ahora retorna a su lugar natal como propietario de tres casas, coche a la puerta, una familia integrada y recursos para levantar una empresa: “El negocio que el señor Souza está por iniciar es reflejo de los cambios en la región que alguna vez fue azotada por el hambre.”
No hay fábula sin moraleja: el Noreste del Brasil se está repoblando de gente que vuelve con las manos llenas y en paz; por el contrario, algunas localidades del Norte de México se están despoblando en razón de la violencia en ascenso. Allí están los casos de la propia Ciudad Juárez, donde vivían Marisela y su familia, así como los municipios colindantes de Práxedis G. Guerrero y Guadalupe, o Ciudad Mier en Tamaulipas, por sólo citar casos que han aparecido en los medios de comunicación, nacionales e internacionales.
En tanto que Brasil surge ante la opinión pública global como símbolo admirable de prosperidad; México se ha vuelto objeto de atención y preocupación por los constantes enfrentamientos entre las bandas criminales y las fuerzas del orden. Uno de los indicadores, justamente de esta diferencia, es el movimiento poblacional. En un país, la dinámica demográfica da cuenta de la estabilidad social y el desarrollo económico; en el otro, la migración se da cada vez más con motivo del incremento de la inseguridad.
Sirva esta comparación no como un rasgo de malinchismo, sino para señalar el imperativo de corregir el rumbo en materia de seguridad pública, desarrollo económico y configuración de nuestras instituciones políticas, tal y como en su oportunidad lo hicieron los brasileños.
No hay que darle muchas vueltas al asunto: el mejor antídoto contra la inseguridad es el progreso social y el restañamiento del tejido familiar. Como fuente de inspiración no sólo está Brasil: hay otros países que hace poco estaban peor que nosotros y que ahora nos han rebasado.
Ojalá algún día podamos repatriar a los muchos compatriotas que se han tenido que ir al otro lado.
jfsantillan@itesm.mxtwitter @jfsantillan
Profesor de Humanidades del Tecnológico de Monterrey (CCM)
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