martes, 21 de diciembre de 2010

La traición de The Guardian a Julian Assange

Daños Colaterales

Irene Selser

Es posible que la intención del diario británico The Guardian al revelar los detalles de los cargos sexuales presentados por las dos mujeres suecas, Anna Ardin y Sofía Wallen, contra el fundador de WikiLeaks, sea la de aplacar a las autoridades inglesas por haber publicado antes los documentos filtrados. Así lo considera el periodista Vaughan Smith, amigo de Julian Assange y quien lo ha alojado en su casa de Suffolk. El sábado, The Guardian defendió en un editorial su decisión de dar a conocer el contenido de los documentos de la policía sueca que incriminan a Assange, 39 años, en supuestos abusos contra “Miss A.” (31) y “Miss W.” (27), jugando sucio al hombre que ha ayudado a las ventas de ese periódico; siendo The Guardian como se afirma el que a su vez permitió al New York Times entrar en el juego de las filtraciones al compartir los materiales de Assange, cuando el ex hacker no estuvo de acuerdo en que el diario neoyorkino también tuviera acceso a las primicias. En el caso del vespertino Le Monde, ha tomado distancia de WikiLeaks presentando cada filtración bajo la forma de despachos “comentados” o “analizados” por el diario.

Según un amigo de Assange, “éste no esperaba ser objeto de un ataque semejante precisamente en The Guardian”, una de cuyas descripciones dicen que una de las dos mujeres que lo acusan se quejó no solamente de que había “sido un polvo muy malo sino además violento”.

Ayer, el dominical Sunday Telegraph adelantó que el abogado sueco de Assange, Bjorn Hurting, va a presentar una queja a las autoridades de su país, a las que exigirá investiguen cómo llegó esa información del expediente a dominio público.

Sin embargo, no había nada que hiciera pensar en un “pacto de lealtades” de parte de la gran prensa mundial hacia el hoy acosado anarquista Assange, quien en su indignación contra The Guardian muestra en todo caso una veta demasiado idealista o ingenua. La misma que lo llevó a tener sexo con dos reales desconocidas (aun a sabiendas de que el Pentágono podía “hacerle la cama”), de quienes tampoco sabemos si no recibieron dinero a cambio de sus risibles demandas, por más que la ley sueca sea bastante más estricta que la moral de sus ciudadanos. Otra “perla” de la demanda: según el periodista australiano John Pilger, una de las mujeres dijo que se sintió “abandonada” cuando, después del sexo, Assange la dejó en la cama para ponerse a trabajar en su lap-top... Si de ese “abandono” hablamos, en América Latina al menos la mayoría de los hombres y no pocas mujeres ya estaríamos presos.


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