martes, 21 de diciembre de 2010

El valor de los medios y su responsabilidad

Antonio Cuéllar Stefan

December 21, 2010

Las acciones justas de oposición a los abusos de la labor gubernamental que desde su fundación vino labrando Acción Nacional en el devenir de México, fueron la base que impulsó a sus candidatos cinco décadas después de aquella fecha en que, en el frontón México, tuvo lugar su asamblea constitutiva.

El PAN nació como una organización política cuya esencia consistió en conformar un contrapeso real, apoyado en principios morales y de derecho, de los excesos en que habían venido incurriendo aquellos gobernantes que, desde la revolución, decidieron conformar el Partido Nacional Revolucionario.

Es acertado reconocer que el alto prestigio de Manuel Gómez Morín y todos los que constituyeron Acción Nacional, le dio a su organización política una altura ideológica que cumplió a cabalidad sus objetivos primeros: erigirse como un vigilante permanente de la función de gobierno, para garantizar por la vía de la oposición política la observancia de la Constitución y los derechos fundamentales de todos los mexicanos.

El desprestigio del que fue objeto nuestra clase gobernante, por los errores incurridos durante los últimos períodos de gobierno encomendados del PRI, así como una convicción democrática de sus últimos representantes en la presidencia, dieron paso a la alternancia y la llegada pacífica del PAN al poder.

Debemos reconocer que la asunción de la responsabilidad gubernamental por parte de Acción Nacional arrojó a cargo del PRI y el entonces ya vigoroso PRD, la carga de asumir el papel de partidos de oposición, en los que debería haber quedado depositada la función de equilibrio que a lo largo de tantas décadas había llevado a cabo el propio partido conservador.

Sin embargo, el descontento popular por un lado respecto del PRI, y su todavía corta historia respecto del PRD, ha provocado a lo largo de los años una constante refriega en su contra, que le impide al primero sacudirse los calificativos que con todo ahínco vinieron forjando sus opositores, y al segundo un divisionismo intelectual que le impide erigirse como un auténtico defensor de las ideologías liberales del país.

Ante estas circunstancias, México atraviesa en su historia política un momento en el que el partido gobernante, siempre opositor, no tiene frente a sí a ninguna organización política que ocupe el lugar que, en su propio momento, forjó Acción Nacional respecto del Revolucionario Institucional. Por su posición estadística y en el ejercicio estatal de las funciones de gobierno será este último, quizá, el que si logra demostrar un nuevo perfil y una regeneración de sus bases, reencauce la dirección de la política nacional hacia un bipartidismo sólido y la alternancia fructífera que todos anhelamos.

No obstante lo anterior, aún ante la ausencia de una organización político-electoral formal que sustituya al PAN como oposición, debemos celebrar el advenimiento de ese contrapeso que ha logrado mantener a nuestros actuales dirigentes en la posición que siempre debe corresponder a todo servidor público, esto es, los medios de comunicación masiva.

Contrariamente a lo que sucedió a lo largo de tantas décadas, y sin menospreciar cualquier excepción que desde mi personal punto de vista no opaca la regla creada, los medios de comunicación han gozado de libertad plena para expresar cualquier pensamiento crítico o de halago que de acuerdo con sus propias líneas editoriales sea procedente.

Esta actividad ha demostrado ser de imprescindible valor, ya que nos confiere a todos, como ciudadanos, un instrumento adecuado para ser críticos de los excesos y desatinos de quienes tienen la encomiable responsabilidad de servir a la Nación.

Son ahora los medios de comunicación los que deben incursionar en actividades de autodeterminación, de libre voluntad, por medio de las cuales rijan y definan los principios éticos que convienen al país.

Desde la óptica que se quiera ver, no puede dejarse de ponderar que, la publicación y filtraciones de documentación clasificada del gobierno de los Estados Unidos de América, referente a su relación diplomática con el mundo entero, pone en riesgo la estabilidad de ese país en el exterior, cuestión que interesa y preocupa a todo el planeta. WikiLeaks es una bebida demasiado fuerte para dejarse al alcance de cualquier persona.

Como ésta, es exclusivamente en el ejercicio de su libertad que los medios de comunicación deben entender su función primordial, como también la de los principios éticos con apoyo en los cuales rijan sus actos. Ahora, es responsabilidad nuestra entender las noticias en función del prestigio y credibilidad del comunicador del cual provengan.

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