TODOS LOS TEXTOS de Historia mundial están llenos de personajes políticos hipócritas, con doble cara, mentirosos. Están ahí quienes en sus discursos han empleado frases como “salvar a la Patria”, “lucha a muerte contra la corrupción”, “devolver la paz y tranquilidad a las calles”, “combatir el alto costo de la vida” –entre otras de un menú para toda ocasión–, y que a la postre resultan ser los eternos politiqueros de siempre y los que más se han llenado sus bolsillos, a costa de los infelices e inseguros ciudadanos que dicen defender.
Resulta paradójico y hasta incomprensible que en México –que pretende evolucionar hacia el desarrollo y ser una autentica expresión de la voluntad popular– exista una casta de políticos que sigan pontificando sobre la demagogia cuando la mediocridad filosófica les brota por los poros, ante la mentira y la incapacidad manifiesta en el arte de gobernar. Más incomprensible aún que haya trabajadores de los medios de comunicación que los ayuden a autoensalzarse, engañando a su veza la sociedad.
Estamos frente a casos verdaderamente patológicos de hipocresía, en prácticamente toda la Administración (fallida) Pública Federal.
Y uno de los más recientes lo protagoniza el ex secretario de Gobernación ¿y ex panista? Fernando Gómez Mont, quien a escasos meses de haber renunciado seguir ocupando la principal oficina del palacete de los Covián, se ha empleado como abogado de la empresa Nextel, que defiende el usufructo de una concesión ilegal e ilegítimamente otorgada por la SCT que ocupa el nefasto Juan Molinar.
¿Qué dice Gómez Mont al respecto? Cortesano, apunta que cuando se despidió de Felipe Calderón, éste le dio permiso para que inmediatamente saliera de las nóminas oficiales para ir a ejercer su profesión de abogado.
Leguleyo, Gómez Mont no sólo ignora a la ley, incluso utiliza el papel sobre la que está impresa para limpiarse el… sudor que siempre lo acompaña.
Artículo 9 de la Ley de Responsabilidades, etc., etc.:
El servidor público que deje de desempeñar su empleo, cargo o comisión deberá observar, hasta un año después de haber concluido sus funciones, lo siguiente:
a) En ningún caso aprovechará su influencia u obtendrá alguna ventaja derivada de la función que desempeñaba, para sí o para las personas a que se refiere la fracción XI del artículo anterior;
b) No usará en provecho propio o de terceros, la información o documentación a la que haya tenido acceso en su empleo, cargo o comisión y que no sea del dominio público;
Y ¿qué dice Gómez Mont ante ello?
Pues que a él no le afecta esta parrafada normativa.
Hipócrita. Cínico, además.
La hipocresía política cuando se une al cinismo, siempre apunta hacia una complicidad manifiesta, ordenada y sociológicamente concertada, que repercute directa o indirectamente, en una práctica beneficiosa y no benefactora hacia el común de la gente.
El cinismo político implica por lo demás, la exacerbación indiscriminada de la deshonestidad, de la práctica maliciosa y del doblez moral. Ocurre muchas veces que el político hipócrita no alardea de su incorrección, sino que siempre tiende al ocultamiento y a la circunspección cuando están al frente de los micrófonos y las cámaras de radio y televisión, cual fue el caso de Gómez Mont hace unos días.
Ante los micrófonos, el sucesor de JC Mouriño en la ocupación de la principal oficina de Bucareli, presumió su arrogante y pendenciera impostura.
Y hubo quien le aplaudiera. Porque, cada día, con mucha indignación y, lo que es peor, con mucha indiferencia, buena parte de la ciudadanía de este país, que vive al margen de los círculos clientelares del poder, del nepotismo, del tráfico de influencias, del amiguismo, de la información privilegiada, son testigos del cinismo ramplón con el cual actúan buena parte de los políticos tanto del gobierno como de la oposición.
El cinismo, la hipocresía, la desvergüenza, la desfachatez, el descaro, la impudicia son los ingredientes corrosivos en el accionar político. Por eso, cuando el cinismo se junta con la corrupción, el deterioro afecta a toda la sociedad.
Gómez Mont practica la hipocresía. Y la adoba con cinismo.
Como su caso, muchos otros.
Índice Flamígero: A propósito de cínicos y de hipócritas, quienes sí son lo primero, pero no lo segundo, son los senadores del PVEM que le jugaron las contras a Manlio Fabio Beltrones, en la votación sobre la llamada “ley antimonopolios”. Con todo cinismo “agarraron” lo que les ofrecieron desde Los Pinos. Sin dobleces. A nadie engañan. Así, pragmático$, son ellos.
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