jueves, 11 de noviembre de 2010

LA HISTORIA COMO REFERENCIA

El Semanario, Opinion

Históricamente, las elecciones intermedias han sido consideradas un referéndum para el partido del presidente en funciones. En la vasta mayoría, el mandatario ha salido reprobado. En las 21 elecciones de medio término celebradas entre 1930 y 2010, sólo en tres ocasiones el partido presidencial no ha perdido escaños en la Cámara de Representantes. Si bien la pérdida de 60 curules en la cámara baja y de seis en el Senado el pasado 2 de noviembre representa, como bien dijo Barack Obama, una “paliza”, no marca un nuevo récord histórico o rompe tradiciones. En 1938, en medio de una feroz oposición de los conservadores a su New Deal, Franklin D. Roosevelt perdió 72 curules de representantes y siete de senadores, cifras que se magnifican si tomamos en cuenta que el universo legislativo era más reducido que hoy. El revés contra Roosevelt truncó la posibilidad de avanzar su agenda interna, pero no acabó con su presidencia. Dos años después, en 1940, Roosevelt gana las elecciones presidenciales para un tercer término con 55% del voto popular.

El problema de Obama, por lo tanto, no es el golpe que sufrió por más devastador que sea, sino su ingenuidad de creer que los republicanos, montados en la cresta de la ola ultraderechista del Tea Party, son sus aliados, no sus enemigos. La exhortación a los republicanos a buscar “terreno común” para cogobernar, no corresponde a la realidad de las intenciones que tienen de destruirlo. Mitch McConnell, líder de la fortalecida minoría republicana en el Senado, dijo que la meta es “negarle un segundo término a Obama”. “Matar su agenda, con todo lo que esté a nuestro alcance”, secundó John Boehner, futuro líder de la cámara baja.

Para lograr su objetivo, el Partido Republicano-Tea Party, seguirá jugando sucio, tratando de desvirtuar el récord político y personal del mandatario estadounidense, de deslegitimarlo, inventando que no es ciudadano, cristiano o patriota. La agenda legislativa de esta dupla es, por definición, decir no a todo lo que huela a Obama, empezando con su reforma de salud, e iniciar el proceso legal para juzgarlo por “antiamericano”.

Roosevelt, quien gobernó en tiempos igual de difíciles, marcados por profundas carencias económicas, desempleo y guerras, también confrontó enemigos decididos a aniquilarlo. Pero, a diferencia de Obama, no trató de apaciguarlos con fútiles llamados a la conciliación y el bipartidismo. “Si ves una víbora ponzoñosa lista a atacarte –decía–, no esperes a que te dé el zarpazo para aplastarla”. El tiempo dirá si Obama tiene el valor de pone en práctica la máxima de su antecesor.

ENDEUDADOS CON LOS HISPANOS

No hay duda que el voto hispano fue el factor decisivo que impidió que el Senado también sucumbiera a la ofensiva de la derecha. De no haber sido por los hispanos, los cuales representan 8% del electorado nacional, los demócratas hubieran perdido las senadurías de Nevada, California y Colorado y, consecuentemente, la mayoría. En una de las contiendas más reñidas de la jornada, el Senador Harry Reid, líder del Senado, se impuso sobre su adversaria del Tea Party, gracias a 68% del voto hispano que recibió.

De acuerdo con el Center Pew, a pesar del triunfo de tres candidatos hispanos del Partido Republicano (en Florida, Nuevo México y Nevada), número record de victorias de hispanos en gubernaturas, el voto hispano sigue favoreciendo abrumadoramente a los demócratas. Las encuestas revelan que los candidatos del partido en el poder en la cámara baja recibieron 64% del voto hispano contra 34% para los republicanos. En California, Jerry Brown, un político demócrata ambivalente ante el tema migratorio, ganó la gubernatura gracias a 65% del voto hispano.

Las elecciones intermedias sirvieron para consolidar más allá de toda duda la fuerza electoral hispana. Los resultados muestran que al final del día no se abstuvieron, como se temía, para castigar a los demócratas por su indiferencia ante la agenda migratoria. Sin embargo, no hay garantía alguna de que los hispanos darán otra oportunidad a los demócratas, si para los comicios presidenciales de 2012 Obama no cumple su promesa de sacar adelante la reforma migratoria.


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