sábado, 6 de noviembre de 2010

El IFE: falsos debates




Juan Gabriel Valencia



Los días recientes han arrojado un motivo más para el repertorio y el recrudecimiento de la cultura de la queja ciudadana, postergar en uso de un tecnicismo jurídico la decisión de elegir a los Consejeros cuyos lugares están vacantes hoy.

La postergación puede ser decepcionante más no por las razones parciales e incompletas que algunos han aducido. Desde un punto de vista jurídico no hay ningún problema en no decidir hasta que a fines del 2011 se inicie desde un punto de vista constitucional el proceso del 2012. Hay tiempo, por tanto, para que la Presidenta de la Junta de Coordinación Política, la Diputada Josefina Vázquez Mota, como responsable del acuerdo al que se llegue, asuma su conclusión o su incompetencia personal. Esta mujer sólo sirve para salir a declarar a los medios con un guión bien hechecito o para quedarse callada a la hora de los problemas.

Lo importante es que algunos críticos han argumentado, entre otras razones de su frustración, que se están desnaturalizando los orígenes del IFE y de su ciudadanización y que, a la vez, el PRI partidiza la integración del Consejo. El PRI no hace nada nuevo ni algo que no haya estado en los orígenes del Consejo General del IFE. ¿O es que acaso personajes del primer Consejo General como Juan Molinar, Alonso Lujambio, Jaime Cárdenas no estaban partidizados y cuidando en su gestión su proyecto político personal a futuro? Ya basta de jugar a las buenas conciencias; el mecanismo legal obliga a la partidización en la selección de Consejeros, desde 1996. Lo que el primer Consejo hurtó de la circunstancia histórica es que la elección del 2000 se resolvió por un margen de ventaja indiscutible. Lo demás es hipocresía seudociudadana y engañabobos.

Argumentan los críticos también que la elección debería ser uno, uno y uno, esto es, PRI, PAN, PRD. Ese es el típico caso del discurso autoritario y llorón del PRD en su doble moral: cuando son mayoría, como en la Asamblea Legislativa del D.F, trabajan por sistema como aplanadora, ni ven ni oyen a sus opositores. Cuando son minoría lloriquean por consensos y acuerdos en nombre de la democracia. Eso es pura basura. En las democracias la aritmética cuenta y en la actual Cámara de Diputados hay 237 priistas, 21 verdes aliados con ellos y en el PRD 64, respetabilísimas personas cada uno de ellos, pero sólo 64. Lástima.

Se ha cuestionado la posposición porque arguyen algunos opositores a la propuesta del PRI que sus candidatos tienen “dueño”. ¿Los consejeros nacionales del PRD, por ejemplo, no tienen dueño? ¿Los consejeros nacionales del PAN, que se dedicó a nombrar Patricia Flores en nombre de Felipe Calderón, no tienen dueño? ¿Quién es mejor dueño? ¿Una unión de taxistas gansteriles o una televisora? Bien decía un viejo político priista que en todos los órganos colegiados cada perro tiene su correa, sin excepción. El ser iluso es intransitivo; el ser hipócrita, tiene la pretensión de transitividad y de falta de respeto al sentido común.

Emergen en esta tesitura problemas de fondo que sólo pueden ser resueltos en conjunto y no mediante el desgarre de vestiduras y las fórmulas parlamentarias mágicas. Está el tema debatible de la exigencia de mayorías calificadas en decisiones no constitucionales. Está el punto, negado sistemáticamente por los opinadores, que si la Cámara de Diputados no es el espejo de la nación, como diría Kelsen, es en efecto una buena analogía del México que nos tocó vivir y votar, incluso de aquellos que se abstuvieron y que, al hacerlo, así lo eligieron. Está la postulación oligárquica, plutocrática o populista de candidatos a diputados sin que haya la menor consideración y normatividad a la vigilancia y validez del interés público en entidades que así lo son de derecho, como es el caso de los partidos políticos. Está un IFE trasnochado en funciones y atribuciones que no le corresponden y a las que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no ha decidido hincarles de fondo los dientes para poner fin a falso procesos de ciudadanización y dar transparencia a lo que es la política en México y en el mundo: una trama de intereses formales y reales (los enojados en su condición de perdedores dirían fácticos), para comprender un drama diario que no resuelve los conflictos y solo los encausa, que eso es la política.

Si en el caso del IFE no se han puesto de acuerdo, es porque en la base de la nación no hay acuerdo.
valencia.juangabriel@gmail.com

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