Luis M Cruz
21 de noviembre de 2010.
Quizá el único acuerdo para mitigar o remediar el cambio climático sea que se volverán a reunir en algún otro lugar para seguir dialogando y buscando una solución en la que todos paguen una parte del plato roto.
1. Cambio climático.
Durante las próximas tres semanas, buena parte de la opinión pública estará influida por las preocupaciones, temores y hasta eventuales soluciones a lo que se considera una visión del Apocalipsis muy a la moda, el cambio climático.
Nuestro país será sede, en estas tres semanas, de dos eventos mundiales. El primero, auspiciado por el Gobierno del Distrito Federal, es la Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales 2010; la otra, es la ronda 16 de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que se realizará en Cancún, Quintana Roo, del 26 de noviembre al 10 de diciembre.
Las dos tienen objetivos distintos. En la primera, el objetivo es lucir a Marcelo Ebrard en sus aspiraciones como futuro estadista. Para ello, se sube a las visiones alternativas y exige decisiones aplicables para resolver un fenómeno que los científicos aún no determinan si es que realmente existe como algo causado por la actividad humana o es multivariado, esto es, tiene múltiples causas. De entrada, Ebrard propone que el que la haga, la pague, esto es, si las emisiones de gases contaminantes como el CO2 se realizan en los países más industrializados del mundo, a la sazón, Estados Unidos, los de la Unión Europea y los emergentes China, Rusia y La India, debieran existir impuestos verdes para que se revoque el daño causado al medio ambiente. Estos impuestos, en principio, debieran aplicarse en las ciudades y regiones en donde se viven las afectaciones, promoviendo políticas amigables con el medio ambiente.
Suena bien, es políticamente correcto hablar así y constituirse en el más convencido defensor del medio ambiente. Total, el equipo Ebrard tiene ya por lo menos 25 años enfrentado a cuestiones ambientales, pues es de recordar que fue uno de los que, con Manuel Camacho en la jefatura del D.F., impuso las verificaciones automotores. Ahora, con igual vehemencia, Ebrard impulsa el uso de la bicicleta y de medios de transportación masiva como el Metrobús o el Metro, aún cuando ello se contravenga con el diseño de segundos pisos o supervías, además de la obstrucción creciente de arterias viales en Insurgentes, avenida Cuauhtémoc, Xola y Tacubaya, entre otras, cuya aglomeración provoca mayor consumo de gasolina y la consecuente emisión de gases tóxicos. El “Hoy no Circula”, por cierto, generó el incremento desmedido del parque vehicular y no ha probado su efectividad como una medida de disminución de contaminantes, dada la gran corrupción que las verificaciones han generado.
Marcelo, dice, impondrá una lección a los jefes de Estado y ministros que, se anticipa, no podrán avanzar en la ronda de negociación de Cancún. Los alcaldes sí podrán ponerse de acuerdo en medidas específicas de mitigación de los efectos del cambio climático seguramente haciendo padecer a los ciudadanos medidas de reciclamiento de desperdicios, de agua, de empleo de calentadores solares, de desaliento al uso de vehículos, de mayor protección al medio ambiente, si bien con ello poco se estaría avanzando dado que poco hará el gobierno de la ciudad por erradicar algo que contamina mucho más, que es la corrupción y la mala aplicación de las políticas propuestas.
Mucho se ha escrito, por ejemplo, de qué sirve clasificar la basura, si los camiones que la recogen la revuelven nuevamente; de qué sirve contar con tecnologías de rellenos sanitarios, si la basura, desperdicios y material fecal siguen al aire libre; de qué sirve ahorrar agua, cuando el mal estado de la red de distribución y las filtraciones hacen que se pierda hasta el 40% del líquido que costosamente se sube a la ciudad de México. De qué sirven el metrobús o el metro, cuando el caos vehicular que provocan las múltiples marchas diarias, la proliferación de baches o los pésimamente planeados accesos a las vías rápidas hace que se consuman millones de litros de gasolina, por cierto, de pésima calidad.
Respecto de la COP 16 en Cancún, las expectativas, en efecto, se desinflaron, porque quienes deben acordar nuevas reglas para la regulación de las actividades productivas y energéticas del futuro, aún no están de acuerdo en la distribución de los costos. La idea prevaleciente es que los más desarrollados, quienes más consumen y quienes más gases arrojan a la atmósfera, reparen los daños y compensen a los países aún dueños de grandes áreas verdes. La tecnología verde es aún muy costosa para los países industrializados e inaccesible para los países en vías de desarrollo. Por ello quizá el único acuerdo sea que se volverán a reunir en algún otro lugar para seguir dialogando y buscando una solución en la que todos paguen una parte del plato roto.
Hay quienes sostienen, y así lo registra la historia del planeta, que los cambios climáticos suceden todo el tiempo, en intervalos de calentamiento y de glaciación. Hace apenas 10 mil años –un parpadeo en el tiempo geológico—se vivía en una era glacial y no fue el hombre quien causó el deshielo progresivo que el planeta sufre desde entonces, con picos de enfriamiento y calentamiento derivados de grandes erupciones volcánicas. Un gran volcán emite en pocos días más gas invernadero que la humanidad en su conjunto en varios años.
Lo valioso de estos encuentros, en todo caso, habrá de ser la posibilidad de crear conciencia ecológica y protección ambiental, porque la aportación humana a la mitigación del cambio climático reside en cosas relativamente sencillas, por ejemplo, reforestar (cada árbol reduce la emisión de gases invernadero), captar agua localmente, diseño inteligente de vialidades, mejoramiento de combustibles, transición hacia energías limpias como la solar, eólica e hidráulica, buscando la participación de los ciudadanos desde la escuela, que no imponiendo autoritariamente las soluciones o transfiriendo simplemente los costos a los contribuyentes.
2. Centenario de la Revolución.
El sábado 20 de noviembre se vivió en el país el Centenario del inicio de la Revolución Mexicana. Otra vez, como sucedió con la conmemoración del Bicentenario de la Independencia, lejos de que se vivieran momentos de fiesta popular, los festejos carecieron de energía social, ya no se diga de imaginativa gubernamental. Prevaleció el pesimismo que de una y otra forma se extiende por toda la República, cuando se siente que el país va mal y las cosas no están mejorando.
Aún las cifras oficiales sostienen que la recuperación es estadística o aritmética, que no repercute en los bolsillos de los ciudadanos, en tanto que agencias nacionales e internacionales como el CONEVAL o el PNUD subrayan el incremento alarmante de la pobreza en el país. Hay 8 millones y medio de mexicanos que en los últimos cuatro años cayeron en el nivel de pobreza extrema, en tanto que el 50% del total poblacional es, simplemente, pobre.
Los enfoques sobre la Revolución Mexicana han sido diversos. Los sectores más conservadores creen que se extravió, se traicionó o quedó inconclusa, como si sólo se tratara de una etapa en la vida nacional. Para otros historiadores y estudiosos, no se trató de una, sino de varias Revoluciones que se fueron sucediendo unas a otras, hasta la última fase de ascenso de la democracia.
Existe, sin embargo, una línea institucional que observa en la Constitución el máximo legado de la Revolución. En efecto, si uno mira a los debates del constituyente de 1917, es posible observar en los alegatos de Múgica o de Hilario Medina el hilo conductor de una revolución social, que debía transformarse de un propósito popular en un ideario nacional. Carranza quería restablecer el orden legal de la Constitución de 1857, los revolucionarios lograron fusionar la importancia del Derecho con la idea de que las libertades serían imposibles sin una aspiración por la justicia. Así es que en la Constitución persistieron los ideales revolucionarios: libertades garantizadas y tuteladas por el Estado, protección de los derechos de los trabajadores, propiedad originaria de la Nación sobre tierras, aguas, subsuelo y espacio aéreo, transferibles a los particulares mediante tres formas de propiedad: privada, colectiva y social. Propiedad exclusiva de la Nación de bienes estratégicos como el agua y el petróleo. Educación pública laica, científica y nacionalista; rectoría económica del Estado y promoción del desarrollo; control del clero y sujeción a la ley; forma de gobierno republicana, representativa, federal y democrática. División de poderes, sistema presidencial, garantías y derechos de los ciudadanos.
En todo este tiempo, desde 1917, la Constitución ha tenido 522 reformas, en más o menos 190 momentos distintos. El constituyente nunca pensó en una Constitución estática, para ello creó la figura del constituyente permanente y el proceso de reforma constitucional. En la Constitución se registra el dinamismo de la vida nacional, actualizando los procedimientos a nuevas circunstancias e integrando de una manera progresiva las distintas versiones de ampliación de libertades y justicia asequibles en el tiempo. Lo que no ha cambiado es la esencia de la Constitución. Por ello quizá el mejor momento para conmemorar el Centenario de la Revolución Mexicana no haya sido el del lanzamiento del Plan de San Luis por Francisco I. Madero, sino el del próximo Centenario de la Constitución de 1917, el 5 de febrero dentro de siete años. La Revolución Mexicana, una o muchas, vive en la Constitución, que no es un asunto estético o literario, sino sobre todo, el alma de la Nación y que en tanto el país se desarrolla, la sociedad crece y sus distintas partes se confrontan o reconcilian, va registrando pormenorizadamente la evolución de la Revolución.
Al final de cuentas, los derechos de la gente, los derechos de los ciudadanos, lo son y son exigibles porque se encuentran dispuestos en el marco legal constitucional. Como bien diría un diputado constituyente, puestos ahí no habrá quien, por poderoso que sea, se atreva a conculcarlos. Lo que procede es exigirlos, hacerlos valer, que cuenten en la política, en la creación de ciudadanía, en la exigencia de resultados, en la efectiva rendición de cuentas, que será, entonces, cuando se concrete la gran revolución de los ciudadanos.
3. Del presupuesto y cosas peores.
Finalmente, tras los zipizapes propios del reparto de un gran pastel, la Cámara de Diputados aprobó formalmente el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2011.
El monto de 3 billones 438 mil millones de pesos es el más grande en la historia del país en términos reales, al considerar un incremento neto del 8%, que descontado contra una inflación espera del 4%, implica un crecimiento real de, precisamente, 4%.
El presupuesto revela un gobierno federal rico que no tendrá que preocuparse por recursos para gastar bien o mal el próximo año. Tan sólo los ramos administrativos del Gobierno Federal implican un gasto de 862 mil 147 millones de pesos, cifra que representa el gasto corriente y en la cual se encuentra integrada la burocracia dorada, la de los funcionarios adjuntos que tan sólo en el nivel de directores generales, son 1,381 plazas adjuntas a las 1,028 de la estructura orgánica con funciones y responsabilidades explícitamente asignadas en los documentos normativos.
Los diputados aprobaron un presupuesto de manera inercial, esto es, todo lo que estaba considerado el año anterior más el extra del 8% neto. El Ejecutivo Federal les ganó de todas, todas. De ahí la gran fiesta del secretario de Hacienda, que ahora tendrá con qué integrarse a la carrera presidencial de su partido. No hubo revisión de resultados, tampoco de eficiencia en el ejercicio del gasto. Tan sólo en el informe del ejercicio presupuestal a junio de 2010, los ramos administrativos registraban un subejercicio de 31 mil 354 millones de pesos, esto es, recursos que no habían sido ejercidos, correspondiendo los mayores a la Secretaría de Agricultura (4,972 millones), Comunicaciones y Transportes (7,717 millones), Medio Ambiente (3,171 millones), Desarrollo Social (2,125 millones) y Economía (1,956 millones).
Para el próximo año, los diputados aprobaron para estas mismas dependencias, en el caso de Agricultura, un presupuesto 24% mayor (73,896 millones frente a 59,529 del ejercicio actual, incluidos los que no ha sabido gastar); en el caso de SCT, le aprobaron un presupuesto 29% mayor (esto es, 19,300 millones más); para Medio Ambiente 20% de incremento (8,565 millones adicionales); Desarrollo Social 1% adicional (795 millones de incremento, para un total de 80,283 millones de pesos) y Economía, 3.64% más (580 millones más, para un total de 16,519 millones en el ejercicio fiscal 2011).
La paradoja es que, en la asignación presupuestal, de ninguna manera se tomó en cuenta la eficiencia en el ejercicio del gasto; si las dependencias mencionadas no han sabido gastar siquiera los recursos presupuestales de este año, con subejercicios increíbles –cada peso no gastado representa en los Estados y municipios un impacto más que proporcional, pues simplemente son recursos que no llegaron al piso social, societal o ciudadano para el que fueron considerados–, ¿cómo es que se les asignaron más recursos?
Peor aún, este análisis es trivial pues se refiere simplemente a que no se están gastando el dinero, sin entrar a ver si lo que se ha gastado se ha hecho bien, en bienes y servicios socialmente necesarios o si han tenido el impacto esperado. Es obvio que no, pues existen bien documentados estudios que demuestran que, por ejemplo, los 11 mil kilómetros de carreteras publicitados en el informe presidencial, en realidad son 90 kilómetros nuevos, siendo los demás sólo de mantenimiento. O que el CONEVAL está registrando que, no obstante la aplicación de ingentes recursos al campo y al desarrollo social, el número de mexicanos pobres en realidad se ha incrementado en los últimos cuatro años.
A esto nos lleva la falta de transparencia, la nula rendición de cuentas y la inexistente evaluación de resultados, que en cualquier sistema administrativo medianamente eficiente del mundo, por lo menos de aquellos países con los que solemos compararnos, se realizan durante el ejercicio, no una vez que éste ha concluido.
4. Cautela económica para 2011.
Por otra parte, en el mundo globalizado empiezan otra vez a sonar las alarmas. Las corredurías, las agencias internacionales y las instituciones financieras advierten de una desaceleración del crecimiento mundial, así como del raquítico desempeño de las economías líderes. Pareciera que el mercado no abandona su lógica y ahora, deberá asimilar el costo de los enormes rescates fiscales realizados en las principales economías del mundo, como los Estados Unidos, que implicó casi 13 puntos del PIB, Inglaterra, con 9%, Alemania y Francia con 7%, y España, Grecia, Irlanda y Portugal, con cifras superiores al 10%.
La manera como se está supliendo el déficit es con especulación monetaria. Los Estados Unidos inyectarán 600 mil millones de dólares al circulante, conforme lo ha anunciado la Reserva Federal, y lo mismo parecen estar haciendo las otras economías. Ello explica la existencia del superpeso, respaldado por reservas internacionales de 110 mil millones de dólares, pero que muy pronto podrían afectar al sector exportador mexicano, dado que encarecen los productos de exportación de nuestro país en tanto que abaratan las importaciones de otros bienes.
Al respecto, el director del Banco de México, Agustín Carstens, advierte ya de los riesgos de una ilusión de crecimiento sostenido para nuestro país. La OCDE, por ejemplo, ha estimado que el país podría crecer hasta 5% en 2011 simplemente extrapolando las cifras de la actual expansión aritmética. Sin embargo, los analistas de las corredurías internacionales están estimando un piso del 3.5% y no se aventuran más allá. Es cosa de recordar que las previsiones macroeconómicas integradas al Presupuesto de Egresos en nuestro país consideran un crecimiento económico del 3.9%, con una inflación del 3%.
Las previsiones llaman otra vez a la cautela. La ilusión de la recuperación, parodiando al director de Banxico, Agustín Carstens, podría ser tan sólo una burbuja en un viento muy fuerte.
5. La boda del siglo.
El próximo sábado, se realizará en Toluca, Estado de México, la muy anunciada boda del gobernador Enrique Peña Nieto con la actriz Angélica Rivera, mejor conocida como “La Gaviota”.
La de ellos ha sido una historia de telenovela. Como en las telenovelas, los prolegómenos no son muy nítidos, sólo se sabe que se conocieron a partir de una campaña publicitaria con infomerciales, pagada millonariamente por el gobierno del Estado de México a Televisa. Puesta a modo, hubo algún tipo de química y paulatinamente se fue tejiendo el noviazgo, la limpieza del matrimonio religioso previo de la actriz, el encuentro con las familias de ambos y la forja de una imagen mediática poderosa de una familia que vive bien y retrata demasiado bien, como se ha dicho en distintos “focus group” organizados para explotar al máximo la imagen.
Las revistas del corazón y de la alta sociedad fueron develando los hilos del misterio, hasta que se presentó a la sociedad mexicana una visión postmoderna pero complicada para el arquetipo familiar tradicional: él, ella, los hijos de él, los hijos de ella, con derecho ambos a reconstruir sus vidas y participar, a lo John F. Kennedy y Jackie Onassis, en la alta política.
Sin embargo, algo sucedió. La boda del siglo fue anunciada en Londres, Inglaterra. El príncipe William, heredero de la colonia británica, formalizó su matrimonio para el verano de 2011 con su novia por ocho años, Kate Middleton. Ah, esos ingleses. Quizá, después de todo, lo mejor sea que la producción telenovelera preparada por Televisa ya no tenga lugar, si bien las tomas de la Catedral, con Pedro Torres haciendo locaciones por allá, tendrán la debida difusión nacional en las pantallas. En un entorno de enorme pobreza, con el Estado de México encabezando los ratings de delincuencia, desempleo y pobreza, a la par que constituyendo el polo de desarrollo nacional, con el segundo producto interno bruto del país y una gran inversión pública y privada, una boda de telenovela habría tenido repercusiones políticas de gran calado.
Ganó el control de daños, ganó la racionalidad política pues previamente, hace unos días, el gobernador presentó su ideario, sus cinco ejes transexenales con los que habrá de participar en la carrera interna por la candidatura presidencial. La boda será más austera de lo que se hubiera pensado, celebrada sólo con los allegados y familiares. Será, no obstante, la boda del año y un acontecimiento mayor en la política nacional. ¡Felicidades a los novios!
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