Jorge Buendía
En el pasado reciente, la candidatura presidencial de Acción Nacional la ha ganado quien la ha buscado abiertamente y con antelación. Vicente Fox empezó su quijotesco y exitoso periplo apenas concluidos los comicios de 1997, es decir, casi tres años antes de la justa presidencial. Por su parte, Felipe Calderón inició públicamente su campaña por la candidatura el 29 de mayo de 2004, fecha en que el entonces Gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, lo respaldó y “destapó”. Ante las declaraciones de Vicente Fox, quién señaló que el actuar de Calderón y de Ramírez Acuña, fue “imprudente” y “fuera de lugar y fuera de tiempo”, el entonces Secretario de Energía presentó su renuncia al cargo por considerar que las expresiones de Fox eran injustas y desmedidas. Para efectos prácticos, Calderón inició abiertamente su campaña por la candidatura el 31 de mayo de 2004, día en que renunció al gabinete presidencial.
La ventaja de saltar al ruedo con anticipación es que facilita al electorado conocer al precandidato o precandidatos. La forma más elemental de conocimiento, el reconocimiento de nombre, es esencial ya que ceteris paribus los votantes prefieren a alguien que conocen sobre alguien de quien ni siquiera saben su nombre. Las encuestas, particularmente cuando se realizan uno o dos años previos a la elección, reflejan principalmente el conocimiento de los candidatos: los más conocidos son los más populares. Quien va adelante en las encuestas es también quien tiene más posibilidades de recibir apoyos en los meses subsecuentes, ya sean estos de tipo político, financiero o electoral. Es un círculo virtuoso. Cómo dice el dicho anglosajón, nothing succeeds like sucess.
La nueva legislación electoral impide que quienes buscan la silla presidencial lo hagan de manera tan abierta como lo hicieron Fox y Calderón, pero ello no significa que un partido no pueda posicionar a uno o dos precandidatos a la presidencia. El caso de Enrique Peña Nieto en el PRI y los de López Obrador y Marcelo Ebrard en la izquierda son ejemplos más que contundentes. La nueva legislación inhibe pero no impide la construcción de candidaturas presidenciales con antelación.
Hoy estamos a 19 meses de la elección presidencial y los presidenciables azules no están bien posicionados en la opinión pública. De acuerdo a datos de Consulta-Mitofsky, para octubre de 2010 sólo 37% reconoce el nombre de Josefina Vázquez Mota, sólo 17% el de Alonso Lujambio y sólo 12% el de Ernesto Cordero. La excepción es Santiago Creel, el único aspirante ajeno a los afectos del presidente Calderón, quien es conocido por el 60 por ciento de la población, conocimiento que se remonta a la época de Vicente Fox.
Si comparamos estos datos con los existentes en agosto de 2004, 22 meses antes de la elección, vemos que en Acción Nacional destacaban 4 personajes: Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación, con 69% de reconocimiento, Felipe Calderón (37%), Carlos Medina (28%) y Francisco Barrio (26%). El porcentaje promedio de los presidenciables azules en agosto del 2004 era del 40 por ciento. Hoy, en una fecha todavía más cercana a la elección, apenas rebasa el 30 por ciento. Hay que enfatizar que el reconocimiento de nombre viene por lo general asociado con un mayor porcentaje de opiniones positivas sobre la persona: a mayor conocimiento, mejor opinión.
El panorama es más preocupante para Acción Nacional si se toma en cuenta el posicionamiento de sus posibles contrincantes. También con datos de Consulta-Mitofsky (octubre de 2010), a López Obrador lo conoce el 95%, a Peña Nieto el 89%, a Marcelo Ebrard el 72% y a Beatriz Paredes, 71%. Por ello no es de extrañar que en los careos presidenciales los aspirantes del PAN difícilmente aporten votos por encima de la simpatía por el partido. En cambio, Peña Nieto, o incluso López Obrador, tienen un nivel de apoyo que excede al de su partido.
Fox comenzó su búsqueda por la presidencia con más de 30 meses de anticipación y Felipe Calderón lo hizo 25 meses atrás. Si bien ya es hora de que los presidenciables del PAN empiecen a despuntar, el presidente Calderón no piensa igual que el candidato Calderón. Más bien, en materia de sucesión presidencial, el presidente Calderón piensa igual que el presidente Fox: quiere mantener el mayor control sobre el proceso sucesorio y también quiere retardarlo lo más posible. Para su infortunio, las posibilidades de éxito de su candidato disminuirán conforme transcurra el tiempo. Los reducidos tiempos de precampaña y campaña hacen muy difícil recuperar lo que está perdiendo en estos meses.
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