De cuantas ceremonias del “Grito” recuerdo –al menos los cuatro últimos sexenios–, nunca antes había visto una polémica previa al festejo a propósito de lo que podría acontecer en una ocasión como la de la noche del 15 de septiembre.
Acaso, la más inquietante fue en el primer año del sexenio de Calderón, cuando los simpatizantes de López Obrador –y él mismo– decidieron también asistir a la Plaza de la Constitución y dar su propio “grito” ahí, frente a frente. La situación, de no ser jaloneos por el volumen de la música de uno y otro lado y algunas mentadas de aquí para allá y de allá para acá, no pasó a mayores.
En términos de desánimo, como contraparte, recuerdo los últimos “gritos” de Miguel de la Madrid. Esas noches del 15 de septiembre de 1987 y 1988 fueron prácticamente desoladas, muy poca gente tenía ánimos entonces –la época de apretarse el cinturón y de la polémica elección presidencial en la que compitieron Carlos Salinas y Cuauhtémoc Cárdenas—de festejar nuestra independencia.
Pero ahora, los extremos parecen tocarse. Inmensos deseos, por un lado, de celebrar a tambor batiente el bicentenario; por otro, hastío y enojo; y para más, temor –azuzado por las autoridades– en buena parte de los ciudadanos y aún reflejado en sus propios llamados y actitudes.
Desde el sobresalto de Felipe Calderón, el lunes pasado, cuando escuchó la primera salva en el monumento a los Niños Héroes, hasta la remachacada hasta el cansancio de que sigamos las festividades bicentenarias por televisión en lugar de aventurarnos al zócalo o plantarnos en el paseo de Reforma, dan cuenta de lo nerviosos que andan desde los jefes de gobierno de las distintas entidades y el país, hasta los responsables de la seguridad en tierra y aire.
Y no es para menos. Además de la situación de inseguridad que ya se vive –recrudecida este último año–, más atentados de tinte terrorista con coches bomba, el antecedente de los granadazos en Morelia en pleno grito de independencia hace dos años, la venganza que se espera de los narcos por la detención de algunas de sus principales figuras…, bueno, además de todo eso, corren de voz en voz y por las redes sociales rumores advirtiendo y alertando de posibles sucesos para esta noche del 15 de septiembre.
Las reacciones no se han dejado esperar:
Unos mandan al diablo las alarmas –con sonoras mentadas de paso– y afirman que vivirán esta fiesta como les gusta: irán al zócalo con sus sombreros mexicanos, se comprarán sus cornetas, lanzarán confeti, comerán pozole y pambazos y gritarán ¡Viva México!, como todos los años, y con más razón ahora que cumplimos doscientos años.
Otros se preguntan qué hacer: ¿vamos o nos quedamos?; sacan a colación las dificultades de tránsito por los cierres de calles y avenidas, muestran tímidamente sus boletos para el espectáculo que se presentará en el Auditorio Nacional, tras el cual se presentará en una gran pantalla la fiesta que será transmitida por televisión, y se enzarzan en discusiones sobre convenientes e inconvenientes de salir esta noche a la calle.
Algunos más, rebeldes por naturaleza, afirman que irán al “Grito de los Libres” que lanzará Andrés Manuel López Obrador en la Plaza de las Tres Culturas a las diez de la noche.
Los más, han decidido de plano quedarse en sus casas, o con vecinos, y seguir desde sus pantallas caseras la conmemoración de nuestra independencia.
Y también los hay que no quieren saber nada del tema e incluso, quienes tienen posibilidades, han tomado “vacaciones” y se fueron –o están por abordar un avión—a otro país.
En fin, sea cual sea su decisión para esta noche, desde aquí brindo con un tequila por aquella madrugada en que hace 200 años Miguel Hidalgo lanzó su grito de independencia.
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