Sábado 18 de septiembre de 2010 Brisa Solis |
El Universal
En México, los medios y los movimientos guardan una relación tradicionalmente distante. Por un lado los medios de comunicación no colocan a los movimientos como actores importantes de la vida pública. En ocasiones los invisibilizan o estigmatizan y es sólo ante su crecimiento o triunfo que reconocen su razón de ser y su aporte. Ejemplos de ello son el movimiento de Independencia y la Revolución mexicana, sólo los años han puesto sus causas y sentido en la historia.
Desde el punto de vista de muchos de estos movimientos, los medios están en su mayoría al servicio de autoridades e intereses privados. Al no verlos como aliados de la causa, sino con desconfianza, no buscan un acercamiento. Así prefieren crear sus propias herramientas en el ámbito de lo alternativo: panfletos, graffiti, radios comunitarias, pancartas y volantes, como formas de visibilizar mensajes de identidad, demanda y protesta, con alcance reducido.
Para ejemplificar la forma en que se ignora a los movimientos mientras no hayan tenido éxito, mencionaré cuatro casos conocidos:
La problemática de las familias de los desaparecidos en la guerra sucia de los años 70 sólo entró a la agenda mediática tres décadas después, cuando el expresidentes Luis Echeverría fue a juicio por ello, y ahora cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenció al Estado mexicano a reformar el fuero militar y reparar el daño por el caso del líder social desaparecido Rosendo Radilla.
En 1988, el movimiento ciudadano por la defensa del voto fue parcialmente ignorado por los medios masivos de comunicación. Ahora, estos acontecimientos sirven para explicar los avances democráticos.
El movimiento altermundista, que organiza protestas en cada gran cumbre de mandatarios del mundo, no pudo transmitir su mensaje en la reunión de la Organización Mundial del Comercio en Cancún, en 2006, cuando el evento que recibió mayor cobertura fue la inmolación de un sindicalista coreano ante la valla seguridad, lo que marginó las demandas planteadas por los movimientos internacionales.
En ese mismo año tuvo lugar el conflicto en Atenco. Las imágenes de los golpes que propinó un poblador a un policía fueron repetidas por las cadenas de televisión, en tanto que el operativo para arrestar a los campesinos recibió cobertura televisiva en vivo. En contraste, las imágenes de las violaciones a derechos humanos cometidas por las autoridades fueron ignoradas. En este 2010, aquellos que antes fueron condenados por los medios, se encuentran en libertad gracias a una campaña jurídica y política que no alcanzó visibilidad. Hoy, sólo tras haber tenido éxito, se reconoce públicamente la injusticia.
Otros ejemplos son casos de los cuales el lector probablemente ha escuchado muy poco, como La Parota, en Guerrero; el movimiento contra a las minas en Chicomuselo, Chiapas y en Cerro de San Pedro, San Luis Potosí; y los artesanos de Chichén Itzá en Yucatán.
Ante la falta de espacios, otros movimientos han optado por la construcción de sus propias estrategias mediáticas. Tal es el caso de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, APPO, que fue representada como violenta e intransigente. Sus integrantes optaron por utilizar medios públicos y comunitarios para difundir su información, con un limitado alcance local.
Asimismo existen casos en los movimientos que tienen como eje el impacto mediático, con estrategias profesionales en las que invierten muchos recursos, como Greenpeace, desde el ambientalismo, y en el ámbito de derechos humanos, Amnistía Internacional. A nivel local, el Centro Nacional de Comunicación Social promueve el acercamiento entre medios y movimientos.
Un caso de estudio es el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que durante los años 90 supo aprovechar todos los canales posibles para dar a conocer su existencia y sus demandas. Así creó un atractivo simbolismo y se apropió de herramientas comunicativas para llevar su mensaje a nivel nacional e internacional y romper con el esquema de las guerrillas tradicionales. Esto muy a pesar de algunos medios que trataron de negar su trascendencia.
Esto nos muestra que es un error culpar sólo a los medios de la insuficiencia en la cobertura de los movimientos. También existe incapacidad de aprovechar oportunidades al rechazarlos y aislarse en círculos de autoconsumo.
Sin duda, los medios de comunicación y los movimientos necesitan acercarse. Los medios, para poder abordar los problemas desde diversos puntos de vista y servir mejor a la sociedad; y los movimientos, para ganar un mayor alcance y así darnos a los ciudadanos mejores elementos para comprender lo que sucede en el espacio público.
Directora de Cencos
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