martes, 28 de septiembre de 2010

La guerra perdida


Eduardo R. Huchim

La Sala Nezahualcóyotl fue, la tarde del pasado viernes 24, el escenario de dos espléndidas conversaciones de José Emilio Pacheco con Ignacio Solares y de Mario Vargas Llosa con Sealtiel Alatriste. Reacio a hablar de política, José Emilio dio sin embargo la nota, al afirmar con toda razón que la actual guerra contra el narcotráfico está perdida.


Algunos auguramos que ése sería el destino de la irracional ofensiva a sangre y fuego contra el narco, y es relevante que un laureado poeta llegue a la misma conclusión. Y es deplorable que esa realidad no sea percibida por nuestra clase política, una élite incapaz de postergar sus ambiciones para emprender tareas conjuntas sin mezquindades ni reservas.

A ratos pareciera que los políticos mexicanos quieren aniquilar al narcotráfico con spots, discursos y declaraciones. A ese género pertenecen, por ejemplo, los recientes dichos de Manlio Fabio Beltrones, quien a propósito de la violencia homicida en Nuevo León y Chihuahua sostuvo que "no es la hora de tener miedo con lo que está pasando... sino de ir juntos todos decididamente en contra del crimen organizado" (Milenio, 24/09/10). Mientras este tipo de expresiones no se concreten en hechos -Beltrones también habló hace poco de un acuerdo nacional-, hay que responderles lo que Manuel Espino escribió recientemente a quienes se atreven a descalificar y pontificar desde la seguridad de sus altos cargos: "Vengan a Ciudad Juárez, trabajen a nuestro lado, circulen sin camionetas blindadas ni escoltas... Y entonces juzguen".


Espino escribió esas líneas en solidaridad con el Diario de Juárez, el cual dirigió a los narcos un insólito editorial que refleja justamente la derrota mencionada por José Emilio. Pese a los capos detenidos y el despliegue de tropas, el gobierno, en sus tres niveles, ha sido penetrado, sometido, derrotado por la delincuencia organizada, que merced a su poder de fuego y corrupción domina amplias franjas del territorio nacional. Y esta derrota sólo es posible remontarla con un combate inteligente que afecte la principal arma de los narcos, la que compra todas las demás: el dinero.


En ese sentido, el presidente Felipe Calderón ha tenido dos aciertos: a) presentar un paquete de iniciativas al Congreso para combatir el lavado de dinero; b) solicitar a la Unión Europea el envío de un equipo de expertos para evaluar el combate antinarco y desarrollar estrategias (Inder Bugarin, Reforma, 17/09/10). Es claro que en ambos casos se requiere más que esos actos iniciales, porque una lucha eficaz no puede integrarse con decisiones aisladas sino con una bien articulada serie de políticas y acciones de índole diversa cuya plataforma de lanzamiento debe ser un real combate a la corrupción de todo tipo y nivel.


Las iniciativas de ley antilavado son insuficientes porque hasta ahora no hay claridad sobre cómo se frenará la invasión de capitales de origen delictivo en la economía formal. Tampoco se sabe qué instancias se encargarán de la detección de las actividades financieras del crimen organizado. Como le ha dicho Edgardo Buscaglia a Carmen Aristegui y a Irma Ortiz (Siempre! 05/09/10), esas instancias deberían incluir una agencia anticorrupción y unidades de investigación patrimonial que operen coordinadamente en las 32 entidades federativas.


En este rubro, como en otros, no bastan la buena intención ni los actos a medias o deficientemente ejecutados. Como también ha dicho Buscaglia, la asistencia técnica internacional (como la solicitada a la UE) sirve de muy poco si no hay voluntad política para aprovecharla. En efecto, si no se emprenden acciones rotundas contra la corrupción y contra las finanzas de la delincuencia organizada, la derrota prevalecerá.

Omnia

En el recuerdo, tres momentos de José de Jesús Gudiño Pelayo: a) su voto minoritario, igual que el de Genaro Góngora Pimentel, para que la Corte investigara la matanza de campesinos en Aguas Blancas, Guerrero, investigación que finalmente se realizó pero sólo cuando lo pidió el Presidente; b) su entusiasmo al hablar -"finalmente soy papá cuervo"- de la primera novela, Tarahumara, tierra de mis soledades, de su hija Yolanda Gudiño Cicero; c) la despedida, en noviembre de 2009, al ministro Góngora, cuando aludió a que el ministro Sergio Aguirre Anguiano se quedaba sin su principal antagonista y, por tanto, el Canal Judicial perdería su rating. Son hechos que retratan al recientemente fallecido ministro que tanto lustre dio a la Corte y tanta calidez a sus amigos.

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