martes, 28 de septiembre de 2010

¿A dónde lleva tanta violencia?




Alberto Aziz Nassif


28 septiembre 2010
aziz@ciesas.edu.mx

Son cada vez mayores las expresiones de una violencia que todos los días asesina, extorsiona, secuestra, roba, amenaza y se posesiona de amplios territorios del país. El famoso editorial de El Diario de Juárez del pasado 19 de septiembre en el que preguntan a los grupos del crimen organizado “¿qué quieren de nosotros?” resulta emblemático. También es sintomática la respuesta del gobierno federal a este periódico, sobre todo por su tono marcadamente reactivo. ¿Cuánta violencia es tolerable? No hay duda de que en el estado de Chihuahua y en Juárez ya se rebasaron todos los límites.

La violencia quebró esa importante ciudad fronteriza. No hay ley, ni autoridad, los espectaculares dispositivos que se han desplegado, de forma reactiva y apresurada, han sido un fracaso. ¿Dónde están los resultados de estas acciones? Cada día hay más asesinatos, menos empleos, cierre de negocios, muerte de periodistas. La investigación que ha realizado Incide Social reporta que en Juárez se han ido 230 mil habitantes desde el 2008; la expresión fantasmal de esa frontera sometida a uno de los mayores castigos por la disputa entre dos bandas del crimen organizado deja una realidad de empobrecimiento y hambre para las clases populares y de fuga hacia la fronteriza ciudad de El Paso, Texas, para las clases medias y altas. Prácticamente ya no se reconoce esa ciudad que hace unosaños era uno de los polos más dinámicos de desarrollo económico. La atracción de la industria maquiladora y la puerta de entrada a EU construyeron una ciudad de oportunidades, pero al mismo tiempo se creó una explosión urbana en donde el crecimiento se hizo de forma desordenada en amplias zonas populares sin servicios urbanos, sin la más mínima calidad de vida urbana.

Juárez pasó de esta explosión de empleo maquilador, preponderantemente femenino y precario, a una de las historias más terribles, conocida internacionalmente como “las muertas de Juárez”. El asesinato de cientos de mujeres nunca tuvo una respuesta jurídica de las autoridades, no se hizo justicia. Sin que desaparecieran del mapa estos expedientes, la violencia del crimen organizado se generalizó y esa ciudad se convirtió en los últimos años en uno de los territorios con más muertes y asesinatos, producto de la “guerra” en contra del narcotráfico que inició el gobierno de Calderón en diciembre de 2006, a los pocos días de haberse iniciado el sexenio. No se sabe qué pasará en los próximos días y meses con esta guerra, pero sí se sabe que la situación de violencia será igual o quizá peor, hasta el final de este gobierno, porque no se ve de qué forma resolver este grave conflicto.

En las ciudades controladas por el crimen existe una completa indefensión. En la impunidad han quedado asesinatos de jóvenes, de periodistas y de mujeres. El último caído fue el reportero gráfico Luis Carlos Santiago Orozco y hace dos años fue otro periodista, Armado Rodríguez Carreón. Los derechos están completamente fracturados y la libertad de expresión está seriamente amenazada.

Frente a la incapacidad estatal las muertes se acumulan en una pila, desde los 72 migrantes, en su mayoría centroamericanos, los periodistas, las mujeres, los funcionarios y candidatos. El asesinato de alcaldes ya se ha empezado a repetir de forma preocupante, ya se contabilizan diez casos y todo indica que la lista seguirá creciendo. Hace unos días mataron al alcalde Prisciliano Rodríguez en el municipio de Doctor González, Nuevo León; unas horas después balearon al alcalde electo en el municipio de Morelos, Chihuahua, Ricardo Solís. Además, ante el desastre de la violencia y la falta de autoridades, ahora los ciudadanos se han empezado a armar para defenderse del crimen. Hay al menos cinco casos de delincuentes muertos por ciudadanos; incluso se ha llegado al linchamiento en el municipio de Ascensión, Chihuahua, para detener el secuestro de dos menores (EL UNIVERSAL, 27/09/2010). ¿La solución es armarse?

En suma, en el famoso editorial de El Diario se dice con razón: “el primer mandatario, para conseguir la legitimación que no obtuvo en las urnas, se metió —sin una estrategia adecuada—, a una guerra contra el crimen organizado sin conocer además las dimensiones del enemigo ni de las consecuencias que esta confrontación podría traer al país (…) Introducidos sin pedirlo en el conflicto, los mexicanos —y de manera particular los juarenses— han estado al garete de decisiones erróneas que terminaron llevándoselos en medio, con los resultados ahora conocidos...”. ¿A dónde lleva tanta violencia?

Investigador del CIESAS

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