martes, 17 de agosto de 2010

El Silencio de los Mexicanos

Asimetrías e Infiernillo

Fausto Fernández Ponte


17 agosto 2010
ffponte@gmail.com

Asimetrías

Por Fausto Fernández Ponte



“(La narcoguerra) es una lucha
que vale la pena librar, que hay que librar”.
Felipe Calderón.

I
Al presidente de Facto Felipe Calderón (no olvidemos que fue
instalado en Los Pinos por la mafia en el poder que se ha adueñado de
México y lo saquea impunemente) nadie, excepto algunos de sus
partiquinos, parece hacerle caso.

Don Felipe ha exhortado reiteradamente y hasta el cansancio --no de
él, sino de los mexicanos— a que cada ciudadano se convierta en
delator de las actividades de los “narcotraficantes” y que le
informemos acerca de las actividades ilícitas de éstos.

En sus exhortos, don Felipe se queja, a veces con amargura no
eximida de cierta desesperación –si no es que de franca frustración—
porque ningún mexicano toma el teléfono y le habla para informarle qué
sospecha de lo que están haciendo los “narcos”.

En sus exhortos, don Felipe parte de una premisa muy falsa: que
los ciudadanos sabemos acerca del quehacer del “narcotráfico” que su
gobierno no sabe o aparenta no saber o sólo querría cotejar su
información con la que tiene la gente. Véase:

Realidad 1: el señor Calderón y sus colaboradores –algunos de
ellos son doble agentes: del gobierno y del narco— viven en un
aislamiento diríase casi total, tanto que ni siquiera sospecha que la
ciudadanía le niega información acerca del narcotráfico.

II
Realidad 2: don Felipe soslaya que si un ciudadano le informa a él
(o a su gobierno) acerca de un narco, éste lo sabrá antes y
seguramente ejercería represalias contra el denunciante y sus
familiares, precisamente porque sus colaboradores están infiltrados.

. Realidad 3: don Felipe jamás se enteraría de la denuncia, pues sus
colaboradores –los que trabajan también para los cárteles-- no le
harían llegar el mensaje de algún ciudadano que haya respondido al
exhorto de informar acerca del narco.

De hecho, la ciudadanía desconfía no sólo de los colaboradores del
Presidente de Facto, sino también, principalmente, de éste mismo. La
narcoguerra no es, según el sentir general, asunto que nos atañe a los
mexicanos, sino sólo al señor Calderón.

¿Moraleja? El inquilino de Los Pinos no es bienquisto del pueblo,
quien lo tolera no sin pesar en espera de que termine su sexenio sin
causarle más daño al país ni mayores agravios al interés de la
sociedad. Por ello, los mexicanos responden con el silencio.

El silencio de los mexicanos es roto ocasionalmente, cuando
expresan su sentir y su parecer multitudinariamente, como el 25 de
julio, con la concentración masiva en el zócalo de la ciudad de
México, convocada por Andrés Manuel López Obrador.

III
Ese silencio, empero, podría ser entendido como indicio de abulia,
indiferencia e incluso apatía del mexicano, consecuencia, afírmase,
de la eficacia del uso no muy habilidoso ni filigranero de los medios
de control social por la mafia en el poder.

Desde luego, el empleo de los medios de control social –televisión
y otras vías de difusión, fútbol, religión organizada con fines de
poder, sistema educativo, etc.-- tiene un efecto, pero en el caso del
mexicano dicha secuela no deviene en dominio total.

El silencio –un vacío abisal-- se observa en los desenlaces
electorales. El electorado le niega al poder político del Estado un
mandato, por lo que éste tiene que embarazar urnas y comprar
literalmente sufragios y, aun así, el abstencionismo es elevadísimo.

Por otra parte, el silencio como respuesta a los aleves coqueteos
del poder político –del cual don Felipe es el jefe formal-- oculta, a
nuestro ver, una diversa actividad reivindicatoria de miles de
organizaciones de lucha social pequeñas y medianas.

Ellos son los mexicanos en movimiento, comprometidos con cambiar
el statu quo --la forma de organización económica y política
prevaleciente. No en vano, según el Comité Cerezo, hay más de mil
presos políticos en México. Ese silencio es anticipatorio.

ffponte@gmail.com

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