El muro foráneo
SAN JOSÉ, Costa Rica – Empeñada en resguardar el secreto bancario—una de las piezas claves del “blanqueo” de capitales—y otra serie de ventajas tributarias competitivas, Panamá está inmersa en una ofensiva diplomática ante la amenaza de ser incluida en la temida “lista negra” de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) por ser uno de los más importantes y estratégicos paraísos fiscales de América Latina y el Caribe.
¿Y por qué la OCDE, como club de los países ricos, acosa a Panamá para que se ponga en línea, luego de unos 40 años de ser un país convertido en estratégico bazar al aire libre en el que todo ha ocurrido, primero al amparo de la ocupación militar de Estados Unidos, de 1904 a 1999, y siempre como apetecida tierra de escasos controles tributarios?
El G-20—integrado por las potencias económicas mundiales, así como por México, Brasil, Argentina y otras economías emergentes—ha mantenido a Panamá en la mira como un santuario para la evasión de impuestos por sus ventajas unilaterales, mientras otros países están urgidos de esos recursos sin tributar para enfrentar la crisis económica global.
Panamá es un viejo integrante del listado de la OCDE y desde 2002 prometió cambios para garantizar el intercambio de información tributaria, aunque bajo la condición de que otros paraísos fiscales, como Belice, 16 pequeñas islas del Caribe y archipiélagos y territorios de Europa, Asia, África y Oceanía, adoptaran controles similares.
Como presunto “escondite” de gran cantidad de capitales provenientes de todo el mundo acogidos al secreto bancario, la agitada plaza financiera panameña ofrece múltiples atractivos tributarios. Panamá nunca gravó las ganancias obtenidas en fuentes foráneas y tiene aparatos legales liberales para regular a las sociedades anónimas y crearlas con rapidez y bajo costo.
Las empresas de seguros y reaseguros administradas en Panamá operan libres del pago de impuestos y el país alberga la Zona Libre de Colón, uno de los puertos de reexportación de mercancías más grandes de América Latina y el Caribe. Con el dólar como moneda de curso legal, Panamá dispone de un Centro Bancario Internacional con 90 bancos de América, Asia y Europa que opera sin restricciones monetarias ni controles cambiarios.
Por eso, la receta ha sido aceptada sin chistar por los panameños: negociar tratados para evitar la doble tributación de doble tributaria con al menos 12 integrantes de la OCDE o, de lo contrario, quedar expuesto a ser catalogado como nación paria o irresponsable y, en especial, dejar de ser sujeto de recepción de inversiones foráneas ni de ayuda de los ricos del planeta.
Obediente, Panamá ya tiene negociados 10 de esos pactos con México, España, Portugal, Francia, Italia, Bélgica, Qatar, Holanda, Barbados y Luxemburgo (solo firmó con México y con Barbados). Asimismo, está en proceso de empezar a negociar con Singapur, Corea del Sur, Irlanda y República Checa y hay gestiones con India, Japón, Alemania, Canadá, Suiza, Rusia, Hungría, Bulgaria, Georgia y Malta.
“Nos pidieron 12 tratados y probablemente lleguemos a 24”, afirmó el panameño Miguel Magallón, consultor de empresas en estrategia y finanzas, en un artículo en la prensa de su país. Con cada tratado, la nación contraparte reconoce los impuestos pagados en Panamá por firmas e individuos y se evita la doble tributación.
Magallón alertó que la historia de Panamá con el mundo rico “está muy relacionada con nuestra mal llamada consideración como paraíso fiscal, connotación totalmente alejada de la realidad, pero de la que nosotros mismos tenemos la culpa de estar metidos, ya que los mismos abogados son los que venden al país como paraíso fiscal, cuando no hay más nada lejos de la realidad”.
“Aquí pagamos impuestos y ahora bastantes impuestos”, insistió. “La única diferencia con otros países es que nuestra legislación fiscal no toma en cuenta los ingresos generados en el extranjero para el cálculo del impuesto sobre la renta, teniendo una política fiscal basada en la territorialidad, pero esto no justifica que seamos considerados como un paraíso fiscal”, alegó.
Sin embargo, Panamá tampoco puede eludir sus compromisos, por el peligro de sufrir represalias comerciales, financieras y de inversiones.
La “mala fama” panameña por “lavado” de dinero inquieta y los pésimos recuerdos son recientes: tropas de Estados Unidos invadieron Panamá en diciembre de 1989 en una supuesta cacería de narcotráfico en contra del general Manuel Noriega, quien era “hombre fuerte” de esa nación y que, como ficha de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en época de turbulencia política y militar en Centroamérica, abrió el país a los cárteles colombianos y lo expuso al sucio manotazo de Washington.
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